La gran tarea de mejorar la calidad de la educación

Ramón Núñez Ramírez

Uno de los mayores retos, de los muchos que afronta el presidente Luis Abinader en su próximo período, es sentar las bases para la correcta aplicación del presupuesto de la educación básica, en aras de concentrarse en un plan dirigido a iniciar la mejoría sostenida en la calidad de la enseñanza, podría fracasar en el intento, como ha sido hasta ahora, o pasar a la historia como el gran reformador de la educación pública.

En 1997 se aprobó la Ley General de Educación que estableció en un período de dos años el presupuesto en el nivel básico sería del 16% del gasto publico total o el 4.0% del PIB, el que fuera mayor; no se cumplió en ese gobierno, tampoco en el de Hipólito Mejía ni en los dos siguientes de Leonel Fernández, aunque la asignación aumentó de forma consistente.

Un movimiento de organizaciones, “la marcha verde”, creó las condiciones para que los candidatos al certamen electoral de 2012 se comprometieran al cumplimiento de la ley, sin embargo, sus gestores solo les interesaba aprovechar la coyuntura para desacreditar al gobierno del Dr. Fernández y al PLD, pues nunca les interesó como se aplicarían esos recursos y posteriormente han sido testigos de piedra de la dilapidación de billones de pesos sin el consiguiente avance en la calidad.

Entre 2013 y 2023 se han ejecutado, porque nunca se ha gastado el 4.0% del PIB, la suma de RD$1,773,922,074,000, número que al común de los ciudadanos es difícil digerir, acostumbrados a cientos, miles o millones, pues para más sencillez diremos que se gastaron 1.77 billones de pesos.

En este año la Ley de Presupuesto contempla un monto de RD$297,041 millones; aproximadamente la presente gestión cuando culmine su primer período habrá gastado en educación básica la suma de RD$950 mil millones y durante la aplicación del 4% del PIB (2013-2024) la suma de RD$2.0 billones.

La educación es el eje transversal transformador de una sociedad cuando forma ciudadanos responsables y preparados para contribuir al progreso del país, de sí mismos y sus familias; por supuesto, cuando la educación es todo lo contrario es responsable del círculo vicioso de la pobreza, la criminalidad y el narco derivada de los jóvenes “ninis”, el elevado número de muertes por accidentes de tránsito, la basura acumulada, el irrespeto a los mayores, la música estimuladora del delito y las bajas pasiones y otros tantos males derivados del déficit educativo.

Esta sociedad no puede seguir indolente ante la realidad de recursos escasos, pero abundantes para el Ministerio de Educación que han servido para catapultar carretas políticas, despilfarrar millones de dólares en tabletas, libros inútiles para el tipo de formación que requieren nuestros estudiantes y muchas riquezas forjadas al ritmo del gasto de ese cuasi 4.0% del PIB anual.

Sobre lo que es necesario hacer lo saben los educadores, los empresarios, los políticos, los gestores de la “marcha verde”, los planes decenales, el Pacto por la Educación inaplicado y toneladas de papel en estudios, programas y planes.

Tiene el presidente Luis Abinader la oportunidad histórica que tuvo su predecesor de iniciar la verdadera revolución educativa, es fundamental por el futuro de la nación y las posibilidades de insertarnos en la sociedad de la 4ª Revolución Industrial; de lo contrario continuaremos siendo una sociedad de ingreso medio con mucha inequidad y fuertes tensiones sociales que en algún momento podrían estallar.

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