La guerra falsa de EE. UU. contra Venezuela podría volverse de verdad

Por Michelle Goldberg

The New York Times

Columnista de Opinión

El lunes, Estados Unidos designó formalmente al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y a sus aliados en el gobierno como miembros de una organización terrorista extranjera llamada Cártel de los Soles, un grupo que no existe.

“El cártel no existe”, me dijo el lunes por teléfono desde Caracas, la capital de Venezuela, Phil Gunson, analista principal del International Crisis Group. Cártel de los Soles es un término peyorativo venezolano para referirse a las figuras corruptas de las fuerzas armadas que reciben dinero de los narcotraficantes; el nombre hace referencia a la insignia del sol que llevan en sus uniformes. Se acuñó hace más de 30 años, dijo Gunson, como mote periodístico, “y quedó como una especie de etiqueta de broma”. Es como si Donald Trump clasificara al “Estado profundo” como una pandilla criminal.

Declarar organización terrorista a este falso cártel podría tener consecuencias en el mundo real. “Creo que pretende enviar el mensaje a Maduro de que ahora se te considera un terrorista y, por tanto, podrías correr la misma suerte que Osama bin Laden”, dijo Gunson. Es a la vez una amenaza y una justificación para una posible operación de cambio de régimen, una aventura militar que sería totalmente absurda, pero que también parece cada vez más probable.

Nadie sabe si estamos a punto de empezar a bombardear Venezuela, pero la demagogia del gobierno sobre el Cártel de los Soles es solo una de las muchas señales alarmantes. Desde hace meses, Estados Unidos ha estado cometiendo ejecuciones extrajudiciales de presuntos narcotraficantes, muchos de ellos procedentes de Venezuela, en el mar Caribe y el océano Pacífico oriental. Como informó The New York Times, el gobierno justifica estos ataques alegando que Estados Unidos se encuentra en un estado de conflicto armado con los cárteles de la droga. Ahora el gobierno parece dispuesto a ampliar este conflicto armado a Venezuela.

El portaaviones más grande de la Marina llegó recientemente a la región, como parte del mayor despliegue militar en el Caribe desde la crisis de los misiles de Cuba. La semana pasada, según informó el Times, Trump autorizó planes de acción encubierta de la CIA en Venezuela. Las aerolíneas están cancelando vuelos debido a una advertencia de la Administración Federal de Aviación sobre un “deterioro de la situación de seguridad”.

Sin embargo, Estados Unidos no se siente en absoluto como un país que marcha hacia la guerra. Venezuela apenas aparece en nuestros debates públicos. En una encuesta reciente de CBS News/YouGov, solo uno de cada cinco estadounidenses declaró haber oído o leído mucho sobre la escalada militar en la zona. Las someras explicaciones del gobierno sobre una posible acción militar hacen que los argumentos a favor de la guerra de Irak parezcan rigurosos. Es como si a la Casa Blanca le preocupara tan poco la opinión pública que ni siquiera siente la necesidad de montar una campaña de propaganda adecuada.

Según el gobierno, nuestras hostilidades con Venezuela se deben principalmente al papel de este país en el tráfico de drogas. Pero el fentanilo, la droga en el centro de la crisis de adicción de Estados Unidos, ni se origina ni pasa por Venezuela. El país es un centro de tránsito para el tráfico de cocaína, pero sobre todo hacia Europa. Así que la retórica del gobierno sobre la guerra contra las drogas parece un pretexto. ¿Pero un pretexto para qué?

“Mi sensación es que hay una especie de coalición inestable en el gobierno detrás de esto”, dijo Gunson. Marco Rubio, quien es a la vez secretario de Estado y asesor de seguridad nacional en funciones, impulsa la política de la Casa Blanca respecto a Venezuela. Es un ferviente anticomunista que parece creer que derrocar a Maduro podría ayudar a derribar el régimen de Cuba, donde nacieron los padres de Rubio. Otros, dijo Gunson, desearían poder bombardear a los narcotraficantes en México, de donde procede la mayor parte del fentanilo estadounidense, y esperan que un ataque contra Venezuela al menos envíe un mensaje.

Según se informa, a Trump también le gusta la idea decimonónica de dividir el mundo en esferas de influencia dominadas por grandes potencias; derrocar a Maduro podría ser una forma de ejercer el mando en el hemisferio occidental. Y, por supuesto, Venezuela tiene las mayores reservas conocidas de petróleo del mundo. En declaraciones a Laura Ingraham, de Fox News, la semana pasada, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, dijo que “si ocurre algo en Venezuela”, entonces “realmente podríamos ver bajar los precios del petróleo”.

El hecho de que solo podamos especular sobre por qué el gobierno amenaza a Venezuela subraya lo extraña que es su política. Desde luego, los estadounidenses no desean una lucha; en la encuesta de CBS News/YouGov, el 70 por ciento de los encuestados se oponía a una acción militar en ese país. Trump dijo estar contra las guerras inútiles en la campaña de las elecciones de 2024, y el senador Rand Paul, republicano por Kentucky, ha predicho que los ataques a Venezuela podrían fracturar el movimiento MAGA. Quizá por eso ha habido relativamente poco debate público; bombardear Venezuela tiene tan poco sentido, que la mayoría de la gente no puede creer que podría ocurrir.

En opinión de Gunson, el bando de Trump esperaba que su campaña de presión provocara la huida o el derrocamiento de Maduro, lo que siempre fue poco realista. “A menos que se produzca una expansión militar real, no creo que Maduro llegue a un punto en el que de repente concluya: ‘Ah, sí, no es un bluf’”, dijo. Si Gunson tiene razón, Trump aún podría llegar a un acuerdo con Maduro, o simplemente declarar la victoria e irse a casa.

Pero Gunson teme que ese no sea el resultado más probable. “Tengo la sensación de que, básicamente, han creado esta guerra falsa”, dijo, “y han llegado tan lejos con ella que ahora tienen que hacer una guerra de verdad”.

The New York Times

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