La guerra que Putin no puede justificar

Por Manuel Jiménez V.

Por más que los defensores de Vladimir Putin han querido justificar su llamada «Operación Especial» de febrero de 2022, cuando decidió invadir a su vecina Ucrania, no ha surgido un argumento esencialmente creíble que permita tan solo analizar este hecho partiendo de una perspectiva razonable que al menos lleve a uno a meditar sobre la posibilidad de que aquella acción tenía algo de necesaria.

Alegar que los planes de Occidente, concretamente de la Alianza del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), tenían intenciones de utilizar a Kiev como cabeza de playa para atacar a Rusia es algo que resulta hasta risible.

Probablemente se podría considerar más de peso el temor del Kremlin de que Ucrania se convirtiera en parte de la Unión Europea, una decisión absolutamente legítima que no invade el terreno militar, pero sí la futura expansión económica y comercial de Ucrania, la vía a su desarrollo pleno, vía de inversión y conversión en una potencia económicamente fuerte que rivalizaría con una Rusia que aún no ha sido capaz de satisfacer plenamente las exigencias de sus ciudadanos en términos de crecimiento individual y mucho menos colectivo.

Estuve en Kiev a principio de la década del 2000 en ocasión de la visita que realizó el entonces presidente Hipólito Mejía. En aquella ocasión, la capital ucraniana lucía un tanto abandonada en términos de infraestructura moderna, pero comenzaba a mostrar empuje en el sector industrial y la aviación comercial, sin contar con sus yacimientos mineros y sus vastas plantaciones de granos, riquezas que le proyectaban mercados seguros y rentables.

Las razones de esa intervención hay que buscarlas ahí, en ese potencial ucraniano que le abría las puertas a su desarrollo y, lógicamente, un país con tales posibilidades, permitirle ingresar a la Unión Europea y la apertura al comercio hacia otras latitudes del mundo era una competencia que no cabía en la mentalidad imperialista de Vladimir Putin.

Hoy Ucrania libra una guerra totalmente desigual, no solo porque lucha contra un ejército superior en hombres y armamentos, sino porque desde el mismo día en que se produjo la intervención, Ucrania ha tenido que defenderse condicionada a las instrucciones de sus aliados.

En principio, las armas que llegaban al ejército ucraniano eran de poco alcance porque existía un acuerdo no escrito entre Rusia y la OTAN de que el territorio ruso no podía ser impactado por las armas de Occidente. En contrario, los bombardeos rusos sobre zonas pobladas en Ucrania, con impactos sobre todo en la población civil, han sido coordinados y frecuentes.

Desde el inicio de la invasión rusa en 2022, al menos 13,279 civiles ucranianos han muerto, incluidos 707 niños, y más de 32,000 han resultado heridos. Solo en el primer trimestre de 2025, las muertes civiles aumentaron un 59% en comparación con el mismo período de 2024.

A pesar de estas limitaciones en el terreno del combate, Ucrania ha resistido estos tres últimos años, algo que los más reconocidos estrategas militares saludan y consideran heroico.

Rusia, siempre considerada una potencia militar, ha tenido que recurrir a sus aliados (China, Irán y Corea del Norte) para abastecerse de municiones y de hombres. Corea del Norte ha enviado aproximadamente 14,000 soldados a combatir, esa superioridad militar rusa le ha permitido ganar terreno sobre Ucrania y hoy en día controla casi el 20% del territorio ucraniano, especialmente en la zona del Donbás, donde ha proclamado dos repúblicas independientes.

Desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, Ucrania ha estado en desventaja tanto en el terreno militar como en el diplomático, pues la Casa Blanca no solo le ha restringido su apoyo militar, sino que se muestra más cercana a Moscú que a Kiev.

Moscú se está aprovechando de esto hasta el grado que juega con las intenciones de Trump de propiciar un acercamiento entre las partes en conflicto para un cese al fuego. Está ganando tiempo, boicotea y juega con las reuniones para avanzar en un diálogo de paz, pero al mismo tiempo mantiene sistemáticos ataques contra ciudades ucranianas con bajas civiles, incluso niños.

Cuando Ucrania reacciona, como ocurrió recientemente con la planificación y el ataque exitoso a un aeródromo ruso, entonces amenaza con un mayor respuesta, porque entiende que pueden atacar ciudades ucranianas, pero Kiev no puede hacer lo mismo.

Parece que esta guerra no terminará mañana, sobre todo cuando la administración Trump no se dé cuenta del juego de Putin y de que su intención es seguir avanzando en el territorio ucraniano.

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