La hora de las reformas

Eduardo García Michel

El país acaba de concluir el proceso de elección de sus autoridades nacionales en paz, con madurez, júbilo en sus ciudadanos al ejercer sus derechos y satisfacción al cumplir con los deberes previstos en la Constitución.

El pueblo dominicano dio otra demostración de civismo, apego a la libertad y a la democracia. La Junta Central Electoral cumplió con notas altas al organizar unas elecciones ejemplares, con pequeñas incidencias superables en el futuro. Los partidos políticos jugaron su rol al proponer sus candidatos y propuestas.

En ese contexto, hay que felicitar a quienes obtuvieron el respaldo de la mayor parte de la ciudadanía en sus respectivas aspiraciones. Y también a quienes no lograron ver concretadas sus metas, pero acumularon una experiencia de mucho valor.

El proceso de elección de autoridades nacionales recién terminado marca el comienzo de una forma distinta de vivir la democracia. Es distinto a los celebrados en la etapa que empezó con el trabucazo de la libertad surgido el 30 de mayo de 1961, hace ya 63 años. En su transcurso sucedieron hechos que elevan el listón y mejoran cualitativamente la competencia electoral.

Por ejemplo, la participación del presidente Abinader en el debate a pesar del amplio margen de ventaja que le daban las encuestas, dando a los votantes la oportunidad de comparar en igualdad de condiciones la visión y propuestas de cada candidato.

O, también, la temprana llamada realizada por Abel Fernández, candidato presidencial del PLD, reconociendo la victoria de Abinader y deseándole que su sabiduría se ilumine para conducir en esta nueva etapa al pueblo dominicano, al igual que la felicitación de Leonel Fernández, que llegó un poco después. Ambas consolidan el cambio hacia una manera más amable y educada de entender la política.

Y, sobre todo, la sobrecogedora declaración del presidente electo, Luis Abinader, quien al agradecer al pueblo el triunfo obtenido dijo: «Esta victoria electoral en mi caso es la última porque respetaré los límites de la Constitución. En los términos de la reelección… no volveré a ser candidato. Es mi palabra, es mi compromiso y será parte de mi legado a la República Dominicana».

El debate sobre la reelección ha agriado la esfera política durante muchos años y sometido al país a situaciones de alto riesgo. En lo adelante pasará al estatus de las cosas definitivamente juzgadas, ya sea porque se imponga la costumbre de dos períodos consecutivos y nada más o porque se introduzcan impedimentos en la Constitución que eviten la tentación de que alguien en el futuro quiera cambiarla para volver a reelegirse.

Y es distinto, además, en el sentido de que ahora sí marca el camino de las transformaciones institucionales, económicas y sociales pendientes de realizar, vitales para dar sentido y validez a la maduración de la experiencia democrática dominicana. Su ejecución es la garantía de que podrá seguir valorándose como el régimen político más preciado porque resuelve los problemas concretos de la sociedad, en vez de postergarlos.

El continente americano se encuentra inmerso en una tesitura en la que los jóvenes tienden a apoyar modalidades de autoritarismo con raíces populistas que ofrecen soluciones ilusorias a sus desesperanzas.

Libertad, democracia y desarrollo deben caminar de la mano. En el caso dominicano, si no se hiciere así se estaría facilitando el camino a experimentos autoritarios de gran peligrosidad.

Por eso es la hora de concretar y realizar las reformas institucionales, sociales, económicas, en todas sus vertientes.

El principal impedimento para llevarlas a cabo, el costo político, ha dejado de tener sentido al encontrarse el presidente electo en su segundo y último período: lo que vaya a hacer e impulsar lo tiene que realizar en estos cuatro años o dejarlo en una gaveta para que, con posterioridad, alguien pueda arrogarse la gloria de realizarlos.

Ante la opción de convertirse en abanderado de las transformaciones o la de dejar un pobre legado, el presidente electo Luis Abinader Corona ha optado (así lo acaba de reafirmar) por el camino de su consagración en las páginas de nuestra historia. Y, por consiguiente, las reformas llegarán, y pronto.

El país necesita acercarse al desarrollo y no solo pensar en un crecimiento que contiene desequilibrios preocupantes, no solo macroeconómicos sino también políticos como es el caso de la desnacionalización progresiva a causa del auge de la inmigración irregular y la expulsión de dominicanos de su patria por no encontrar mejores oportunidades de vida. 

Establecido ese punto, la discusión habrá de orientarse hacia qué tipo de reformas debe encaminarse el próximo período. Trataremos de presentar nuestro enfoque.

El país necesita acercarse al desarrollo y no solo pensar en un crecimiento que contiene desequilibrios preocupantes…, como es el caso de la desnacionalización progresiva a causa del auge de la inmigración irregular y la expulsión de dominicanos de su patria por no encontrar mejores oportunidades de vida.

Diario Libre

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