La moral sin calzoncillos
J.C. Malone
En periodismo aprendemos que el gobierno siempre miente, nunca debemos creer en los políticos gobernantes. Una reciente encuesta del Ministerio de Economía Planificación y Desarrollo, dice que el 51.4% de los dominicanos cree que la corrupción aumentó.
Según esa encuesta oficial, la gente cree que la corrupción aumentó entre el 2022 y el 2023, ese porcentaje debe ser mucho más de lo que admite el gobierno.
Para un gobierno electo con el mandato de “combatir la corrupción”, esta encuesta oficial, debe resultar preocupante.
Y no hay formas de no recordar a Salvador Jorge Blanco, “la esperanza del perredeísmo”, que prometió gobernar “con manos limpias” y terminó preso por “manos sucias”.
Richard Nixon, en los Estados Unidos, inició su gobierno con una cruzada moralizante, atacó de frente el negocio de la pornografía, quería “moralizar” la sociedad, terminó mal.
Nixon, el presidente moralista, tuvo que renunciar por el escándalo de Watergate en 1974.
Hay muchos casos recurrentes e incluyen, por ejemplo, a los curas que predican la moral y el buen comportamiento mientras abusan sexualmente de monaguillos.
Pastores evangélicos terminan convertidos en el demonio que combaten.
Robert -Bob- Rosen, autor de “Nowhere man”, una biografía de John Lenon, y de “Beaver Street”, historia de la pornografía moderna, me enseñó a desconfiar de los moralistas.
Elliot Ness, el emblemático policía que combatió la venta de alcohol, terminó preso por conducir borracho.
Quien “combate la corrupción” puede estar protegiéndose de su esencia corrupta.
El gobierno de Luis Abinader, el presidente “anti-corrupción”, no ha condenado a ningún “corrupto” del gobierno anterior y ahora empieza a agrietarse.
El escándalo “Provocón”, donde el Banco Agrícola aprobó un préstamo y la prestataria denunció que personeros del gobierno querían apropiarse de sus bienes.
Claro, el gobierno niega todo, ningún político es culpable de nada, todos son “victimas de persecuciones políticas”.
Abinader, el paladín anticorrupción, puede terminar como Jorge Blanco, Nixon, curas y pastores. O como Ícaro, hijo de Dédalo, quien quiso volar al sol, que derritió sus alas de cera, lo tumbó.
Listín Diario