La noche que se desplomó el Jet Set: dolor, luto y preguntas sin respuesta»
Por la Redacción
Santo Domingo, 13 de abril. — La madrugada del martes 8 de abril comenzó como una noche de fiesta en uno de los íconos del entretenimiento nocturno dominicano. El Jet Set, legendaria discoteca ubicada en la avenida Independencia, en Santo Domingo, rebosaba de música, risas y energía. Más de 400 personas disfrutaban del espectáculo del merenguero Rubby Pérez, hasta que el techo colapsó de forma repentina, sepultando a cientos y dejando una herida abierta en el alma del país.
El estruendo fue el inicio del horror. La estructura cedió sin previo aviso y en segundos, el lugar se convirtió en una trampa mortal. A la fecha, las autoridades han confirmado 226 muertos y más de 185 heridos. Una cifra escalofriante que convierte a la tragedia del Jet Set en la mayor catástrofe civil no relacionada con fenómenos naturales en la historia reciente de República Dominicana.
Durante horas, los equipos de emergencia trabajaron sin descanso, removiendo escombros, guiados por gritos de auxilio y la esperanza de encontrar vida bajo el concreto. El ambiente era sobrecogedor: padres buscando a sus hijos, hermanos desesperados, cuerpos rescatados entre lágrimas, y un país entero paralizado por el dolor.
Las comparaciones con otras tragedias son inevitables. Según registros de eventos catastróficos recopilados por, la magnitud del desastre supera al incendio en la cárcel de Higüey en 2005 (136 fallecidos), la explosión de la fábrica Vidal Plast en San Cristóbal en 2023 (38 víctimas) y las inundaciones de noviembre del mismo año (34 muertos). Pero más allá de las cifras, esta tragedia sacude por la forma inesperada en que se llevó tantas vidas.

Rubby Pérez, ícono del merengue y figura central de la noche, también murió en el escenario. La fatalidad alcanzó a jóvenes, trabajadores, parejas celebrando aniversarios, y familias en reencuentros. Lo que debió ser una velada de alegría terminó como un símbolo del luto nacional.
El presidente Luis Abinader, visiblemente afectado, acudió al lugar y exigió una investigación profunda. “Ahora hay que dar respuestas a qué pasó, por qué pasó y cómo pasó”, expresó. En declaraciones posteriores, afirmó que “el pueblo dominicano está en luto con la enorme cantidad de fallecimientos” y pidió llorar a las víctimas mientras se buscan responsables.
La respuesta ciudadana no se hizo esperar. Desde la noche misma del colapso, decenas de personas comenzaron a congregarse en los alrededores del Jet Set. El lugar, ahora una zona cero de dolor, se ha convertido en espacio de oración, protesta y memoria colectiva. Velas, flores, imágenes de las víctimas y cánticos llenan el sitio cada noche.
Omayra Álvarez, liderando un grupo de canto, ofrecía consuelo espiritual a familiares. “Esto nos tiene en luto a todos los dominicanos. En medio del dolor hay esperanza”, dijo. Más directa fue Crista Ochoa, quien alzó un cartel con la palabra “Justicia”. Para ella, “esto no puede quedar sin responsables… hubo negligencia”.
Sandra Abreu, entre sollozos, compartía su dolor. “Perdí a Paulino y a su esposa. Era un hombre trabajador. Dejó hijos huérfanos. Son muchas las personas, y duele”, expresó, abrazando una foto de sus amigos.
Mientras el país sigue sumido en el duelo, las investigaciones apenas comienzan. El Gobierno ha prometido una indagatoria seria y ha solicitado apoyo internacional para determinar las causas del derrumbe. La esperanza de justicia se mezcla con el clamor de las familias, que no quieren que esta historia se repita ni que el dolor quede impune.
El Jet Set ya no está, pero su caída ha dejado una marca indeleble. República Dominicana llora y exige respuestas.