La novedad y desigualdad de las elecciones dominicanas
Por Manuel Jiménez V
El proceso electoral en República Dominicana ha llegado a su fase final. Al principio, fue percibido como inusual debido a la falta de emoción y entusiasmo, pero con el paso de los días, la contienda fue ganando intensidad y se volvió más interesante gracias a la introducción de nuevas características que captaron la atención de los votantes.
Sin duda, esta campaña electoral será recordada por la incorporación de debates, una demanda que la sociedad civil mantuvo durante mucho tiempo. Los debates permitieron un ejercicio democrático más transparente entre los candidatos, permitiendo a los electores conocer mejor sus propuestas, su capacidad de exposición y sus compromisos frente al país.
Aunque todos los candidatos, incluidos los emergentes, tuvieron acceso a los medios de comunicación para promocionar sus plataformas de gobierno, todavía persiste una desigualdad evidente en comparación con los recursos y las ventajas que disfruta el candidato oficialista respecto a los de la oposición. Esta disparidad es un problema histórico del sistema y está relacionada con las leyes y normas impuestas por la Junta Central Electoral, que no siempre se cumplen en tiempo real.
Por ejemplo, el gobierno retrasó la entrega de los recursos económicos que por ley les correspondían a los partidos políticos hasta bien avanzado el proceso de campaña. Esta tardanza impuso una limitación significativa a la capacidad de los partidos opositores para organizar y promover a sus candidatos, mientras que los candidatos del Partido Revolucionario Moderno (PRM), el partido oficialista, dieron muestras de contar con abundantes recursos para financiar sus actividades, principalmente promover sus candidatos a través de medios de comunicación masiva.
Igualmente, la Junta Central Electoral apenas recordó recientemente al gobierno sus disposiciones que prohíben, durante el período de campaña, el aumento de la nómina pública, los operativos de bonos y otras ayudas directas a la población, especialmente a la más vulnerable, sin verificar previamente si estas medidas se cumplieron de manera estricta desde su anuncio.
No obstante, estas falencias recurrentes en los procesos electorales de República Dominicana no pueden considerarse determinantes en el posicionamiento que las principales encuestas otorgan a la oposición, que se encuentra rezagada en un distante segundo y tercer lugar detrás del candidato del PRM, Luis Abinader.
Desde que el presidente Abinader asumió el cargo el 16 de agosto de 2020, diversos factores han caracterizado su mandato. La oposición se ha retraído en gran medida ante un líder que se mantiene en constante contacto con la población, impulsando programas y acciones populistas que han impactado a cientos de miles de familias. La presencia pública del presidente ha sido constante, asistiendo a diversas actividades desde la inauguración de pequeños negocios hasta grandes complejos comerciales, hoteleros e industriales, al margen de las actividades propiamente oficiales.
Este activismo no se limita solo a la presencia en eventos públicos, sino que también incluye su disposición a responder a cualquier acontecimiento de interés público. Atender reclamos o responder a cuestionamientos sobre su gobierno se ha vuelto parte de su rutina, y sus reacciones a temas que se vuelven virales en redes sociales o que ocupan los titulares de la prensa local son frecuentes.
Usted podría preguntarse si los logros de su gobierno no son reconocidos. En este país, todos los gobiernos han buscado dejar su sello mediante la ejecución de obras públicas, la asistencia social para sectores vulnerables y la implementación de planes para combatir la delincuencia, entre otras políticas destinadas a reducir la pobreza. Sin embargo, la experiencia muestra que el contacto directo, el estilo personal de un gobernante y la empatía que logre generar con la gente son lo que, en última instancia, le proporciona capital político.
No hay dudas que esa presencia y accionar avasallante le ha generado la popularidad que hoy confirman las encuestas, pero esos mismos sondeos destacan inconformidades entre los electores por el alto costo de la vida y la delincuencia, entre otros temas, quejas que la oposición no supo canalizar consistentemente para posicionarse como una alternativa real de poder.
La alianza opositora se tradujo en un mero ensayo que no cumplió las expectativas, un extraño concepto de unidad en el que se mantenían a la vez separados, que generó dudas. No hubo un verdadero esfuerzo por construir una fuerza electoral que llevara un candidato común a la presidencia de la República, factor determinante en toda iniciativa unitaria. Esta tarea se consideraba difícil, pero no imposible, si se hubieran dejado de lado los egos e intereses partidarios.
Actualmente, las posibilidades de la oposición para las elecciones del 19 de mayo parecen difíciles, pues el escenario, según lo pintan las encuestas, se presenta como poco probable para forzar una segunda vuelta.