La nueva ciencia del envejecimiento puede predecir tu futuro
Por Eric Topol
The New York Times
Topol es cardiólogo y autor del próximo libro Super Agers: An Evidence-Based Approach to Longevity.
El sueño de revertir el envejecimiento ha cautivado a los humanos durante siglos, y hoy la ciencia está más cerca que nunca de lograr ese objetivo. Es decir: todavía está muy lejos.
No es porque no lo haya intentado. Algunos investigadores están tratando de reprogramar las células para hacerlas biológicamente más jóvenes, lo que se ha demostrado que ha revertido los rasgos de envejecimiento en animales viejos. Desafortunadamente, esto también puede provocar cáncer. Otros investigadores están estudiando fármacos llamados senolíticos, cuyo objetivo es eliminar las células envejecidas del organismo. Sin embargo, estos también pueden destruir otras células que el ser humano necesita para sobrevivir.
Las transfusiones de sangre de ratones jóvenes parecen rejuvenecer a los ratones viejos, pero las empresas que ofrecen este tratamiento no probado para humanos están cobrando mucho por una terapia potencialmente peligrosa. Y aunque algunos entusiastas de la longevidad toman el fármaco rapamicina porque los estudios han demostrado que ayuda a los animales a vivir más tiempo, también debilita el sistema inmunitario y no se ha demostrado que funcione en las personas.
Estos esfuerzos me parecen intrigantes y vale la pena seguir con ellos. Pero la mayoría de la gente no quiere simplemente vivir hasta los 110 años. Quiere prolongar el tiempo de vida libre de enfermedades graves, un concepto conocido como esperanza de vida saludable. Por eso el planteamiento más sensato es reducir el número de víctimas de las tres principales enfermedades relacionadas con la edad: el cáncer, las cardiopatías y los trastornos neurodegenerativos, como la enfermedad de Alzheimer. Puede que sea menos llamativo, pero es más alcanzable que nunca.
Se calcula que al menos el 80 por ciento de los casos de enfermedades cardiovasculares, el 40 por ciento de los casos de cáncer y el 45 por ciento de los casos de alzhéimer se pueden prevenir. Incluso con un largo lapso de tiempo —cada una de estas enfermedades puede tardar 20 años o más en desarrollarse—, los investigadores han tenido dificultades para definir con precisión el riesgo de una persona con la suficiente anticipación para intervenir de manera eficaz. Claro que alguien puede someterse a una prueba genética y saber que tiene un riesgo elevado de padecer la enfermedad de Alzheimer, pero ¿de qué sirve eso si no sabe si la enfermedad aparecerá pronto, cuando tenga 95 años o nunca?
En un futuro próximo, los médicos no solo podrán identificar si una persona tiene un riesgo elevado de padecer una enfermedad grave relacionada con la edad; también podrán predecir cuándo es más probable que se manifieste esa enfermedad y con qué rapidez podría avanzar. Varios descubrimientos recientes de la ciencia del envejecimiento están haciendo que esto sea cada vez más posible.
Desde la primera década del siglo XXI, los científicos han utilizado la secuencia genética de una persona para calcular su riesgo hereditario de padecer determinadas enfermedades. En los últimos cinco años, la cantidad de información que el campo médico puede obtener sobre la salud de una persona se ha disparado. Además de las herramientas tradicionales, como los historiales médicos, los resultados de estudios de laboratorio rutinarios y el diagnóstico por imagen, los médicos pueden recurrir a una serie de relojes biológicos que ayudan a seguir la trayectoria del envejecimiento del organismo.
Por ejemplo, ahora los científicos pueden medir miles de proteínas de un solo vial de sangre para generar lo que se denominan relojes proteómicos de los órganos. Estos relojes, recientemente descubiertos, pueden estimar el ritmo de envejecimiento del cerebro, el corazón, el hígado, los riñones y el sistema inmunitario. Pueden revelar, por ejemplo, si el corazón de una persona está envejeciendo más deprisa que el resto de su cuerpo, como si un mecánico de coches descubriera que todo funciona como debería, excepto los frenos traseros. Otros relojes moleculares pueden calcular la edad biológica de una persona en comparación con su edad cronológica. El más rigurosamente estudiado es el llamado reloj epigenético, una lectura de partes de nuestro ADN que puede extraerse de una muestra de saliva. Los nuevos análisis de sangre también pueden detectar signos tempranos de las tres principales
La combinación de toda esta información biológica con los avances recientes en inteligencia artificial permite a los profesionales de la salud hacer predicciones cada vez más sofisticadas sobre la probabilidad de que una persona desarrolle una enfermedad.
Tomemos el ejemplo de una persona que quiere determinar su riesgo de padecer alzhéimer. Ahora puede someterse a un análisis de sangre para detectar una proteína que cuantifica la acumulación de placa en el cerebro asociada a la enfermedad. Pronto un médico también podría utilizar un reloj proteómico de los órganos para evaluar si su cerebro parece envejecer más deprisa que el resto de su cuerpo o analizar una foto de su retina, una herramienta emergente que, combinada con la IA, puede ayudar a estimar la probabilidad de desarrollar la enfermedad de Alzheimer en los próximos cinco a siete años. Hay pruebas similares que pueden hacerse para evaluar el riesgo de cáncer y enfermedades cardiacas.
Este nivel de conocimiento puede marcar el comienzo de una nueva forma de abordar estas enfermedades: vigilancia activa combinada con cambios agresivos en el estilo de vida. Una persona que se considere que tenga un alto riesgo de padecer alzhéimer podría someterse a evaluaciones periódicas e imágenes cerebrales, al tiempo que adopta medidas preventivas para reducir su riesgo. Eso podría incluir reducir los alimentos ultraprocesados, aumentar la actividad física y atender cualquier cambio en la pérdida de audición o visión, factores que pueden influir en el deterioro cognitivo. Los médicos también podrían recomendar dar prioridad al sueño, reducir el alcohol y el aislamiento social o vacunarse contra el herpes zóster, medida que recientemente ha demostrado reducir el riesgo de demencia. Algunos también podrían considerar tomar agonistas del receptor GLP-1, fármacos para la diabetes y la pérdida de peso que parecen reducir la inflamación perjudicial en el cerebro y el cuerpo y se están probando en ensayos clínicos para prevenir el alzhéimer.
Reunir esta información médica y convertirla en planes individuales para prevenir enfermedades crónicas es diferente del enfoque actual. Los protocolos de detección del cáncer, por ejemplo, dependen en gran medida de la edad de la persona. Aquí es también donde los modelos de IA pueden beneficiar más a la medicina. Estos modelos están mejorando en precisión y razonamiento, y algún día podrían incorporar datos de nuestros microbiomas intestinales o sistemas inmunitarios para hacer predicciones de enfermedades aún más precisas.
Conseguirlo requerirá más estudios e inversiones. No queremos agravar las desigualdades en la salud haciendo que este tipo de atención médica solo sea accesible para unos pocos ricos. Las importantes reducciones del gobierno de Donald Trump en el apoyo gubernamental a las investigaciones médicas reducirán estas perspectivas.
Ponerse una inyección de sangre joven o tomar el más reciente suplemento antienvejecimiento de moda puede parecer un atajo hacia una vida más larga. Pero prolongar los años que vive la gente sin la carga de las principales enfermedades relacionadas con la edad es lo que debería ser una prioridad nacional.
The New York Times