La OEA: Entre el compromiso regional y la presión de Estados Unidos
Por Manuel Jiménez V
La más reciente Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), celebrada en Antigua y Barbuda, concluyó con una declaración final que coloca nuevamente a Haití en el centro del debate regional.
La novedad es que, por primera vez, este organismo multilateral se compromete a respaldar formalmente la misión internacional desplegada en territorio haitiano. La propuesta fue presentada a instancia de Estados Unidos, que además dejó claro que su permanencia en la OEA dependerá del papel que juegue el organismo en la resolución de las crisis en Haití y Venezuela.
Sin embargo, aunque la declaración suena bien en el papel, está llena de signos de interrogación. No se trata solo de que la asistencia prometida sea aún escasa o simbólica, sino que la propia representación de los países miembros en la asamblea fue limitada, con apenas la mitad de los cancilleres presentes. Eso ya dice mucho del compromiso real que se le da a una de las crisis más profundas que vive el continente.
La misión autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU en octubre de 2023 en Haití, es liderada por Kenia y cuenta con efectivos de Guatemala, Jamaica, El Salvador, Bahamas y Belice, entre otros.
Hasta ahora, hay desplegados menos de 1,000 efectivos —muy por debajo de los 2,500 prometidos— y los recursos económicos siguen siendo escasos. De los 600 millones de dólares estimados como necesarios, apenas se han recaudado unos 85 millones, según reportes internacionales.
¿Y cuál ha sido el resultado sobre el terreno? A pesar del despliegue inicial, la situación en Haití ha empeorado. Las pandillas armadas han ampliado su control sobre Puerto Príncipe, extendiendo su poder a otros puntos del país, mientras que el número de muertos y desplazados sigue en aumento.
La declaración de la OEA insta a sus países miembros a contribuir económicamente al Fondo Fiduciario de la ONU o a enviar tropas y personal policial. Pero si el nivel de participación en la propia asamblea fue tan bajo, ¿qué se puede esperar en términos de compromiso real? Las palabras son importantes, pero la acción es lo que cuenta. Y hasta ahora, las demostraciones concretas de respaldo a Haití son más bien escasas.
La presión de Estados Unidos podría influir en alguna respuesta más activa, sobre todo porque Washington ha dejado claro que su interés en mantener su vínculo con la OEA dependerá de lo que esta pueda hacer con Haití y Venezuela.
En el caso venezolano, si bien no se vive la violencia extrema que se ve en Haití, hay una clara degradación institucional. Las elecciones recientes fueron denunciadas por organismos internacionales como el Centro Carter, que atribuyó al candidato opositor Edmundo González una victoria con el 70 % de los votos, pero Nicolás Maduro se mantiene en el poder gracias al respaldo de los militares y el control de los órganos judiciales y electorales.
En Haití, la crisis es aún más profunda. No solo hay un colapso institucional, sino también una ausencia total de seguridad pública. El Estado no tiene capacidad para gobernar, las bandas armadas imponen su ley y la población huye en masa.
Este éxodo impacta directamente a la República Dominicana, que se ha visto obligada a reforzar su política migratoria ante la presión constante en la frontera. Es una situación que, si no se aborda con seriedad por la comunidad internacional, seguirá generando inestabilidad en la región.
Por eso esta declaración final de la OEA representa más un escenario de expectativa que una promesa firme. No basta con expresar buenas intenciones si los países de la región no están dispuestos a actuar de manera decidida. El mismo bajo perfil con que se participó en la asamblea ya genera dudas sobre la voluntad real de respaldar a Haití en un momento crítico.