La ola de reformas

JUAN ARIEL JIMÉNEZ

La palabra “reforma” está de moda. Ya sea leyendo el periódico o echando un vistazo a las redes sociales, la palabra aparece por todos lados, acompañada de diversos apellidos. Desde la temida reforma fiscal hasta la enigmática reforma constitucional, pasando por los aspectos laborales y de seguridad social, todo parece indicar que el gobierno quisiera cambiarlo todo. Sin embargo, antes de hablar de cambios trascendentales, lo primero que debería discutirse es la visión de país y la estrategia de desarrollo productivo.

Las reformas, al igual que las dietas o los planes de ejercicios, nunca son fines en sí mismos, sino medios para lograr un propósito. Antes de iniciar una rutina de gimnasio, normalmente el entrenador pregunta a la persona qué quiere lograr, pues el plan de ejercicios para aumentar masa muscular no es el mismo que el plan para adelgazar. De igual forma, antes de diseñar una ola de reformas estructurales, un experto en políticas públicas le preguntaría al liderazgo nacional qué tipo de sociedad quiere construir en su país.

Solo hay que repasar la historia para encontrar buenos ejemplos. En la España de la década de los 80, el gobierno de Felipe González impulsó un ambicioso proyecto de transformación económica y social, incluyendo reformas fiscales, laborales y de seguridad social, así como un programa de reconversión industrial y una fuerte devaluación del tipo de cambio. Esta “ola de cambio” permitió al gobierno implementar su visión de un país moderno y europeizado, más acorde con las democracias liberales de la época.

Un ejemplo aún más impactante lo encontramos en China. El proceso de “apertura y reforma” implementado por Deng Xiaoping durante los años 80 fue el medio utilizado por el liderazgo político chino para pasar de una sociedad agrícola y rural a una sociedad industrial y moderna. Para entender las reformas de los 80, hay que estudiar la visión de país que expuso Deng Xiaoping en su discurso de 1978.

En la República Dominicana tenemos nuestro propio ejemplo de “apertura y reforma”. A inicios de los años 90, el gobierno dominicano emprendió una ola de transformaciones estructurales que implicaron cambios en materia de comercio exterior e impuestos, así como en la legislación laboral. Estas acciones respondían a un nuevo paradigma que apostaba por conectar a la República Dominicana con el exterior, aprovechando las oportunidades que surgían fruto del proceso de globalización que dominaba el panorama internacional. Se abandonó parcialmente el modelo de sustitución de importaciones implementado en décadas anteriores para promover las exportaciones de bienes, el turismo y la inversión extranjera.

Siguiendo los ejemplos anteriormente mencionados, antes de hablar de reformas, en el país debemos abocarnos a discutir cómo queremos que sea la sociedad dominicana del futuro y qué estrategia de desarrollo productivo permitiría construir esa sociedad.

Antes de hablar de reformas, en el país debemos abocarnos a discutir cómo queremos que sea la sociedad dominicana del futuro.

A modo de ejemplo, planteo las siguientes tres preguntas:

¿Queremos una sociedad donde cada mayo el gobierno le dé un “cariñito” de mil quinientos pesos a más de un millón de madres o queremos una sociedad donde el gobierno construya estancias infantiles para que las madres puedan ir al trabajo sin la preocupación de dónde van a dejar a sus hijos mientras ellas trabajan?

¿Queremos una sociedad donde la creación de empleos esté liderada por los servicios, el comercio y la construcción informal, o queremos una sociedad donde las industrias del siglo XXI sean las que generen mayores oportunidades de trabajo?

¿Queremos una sociedad donde disfrutar de un retiro digno durante la vejez requiera el favor del gobierno mediante una “pensión especial” vía decreto, o queremos una sociedad donde el sistema de seguridad social por sí solo genere los suficientes recursos para las pensiones?

Las respuestas a preguntas como estas son las que determinan el tipo de reformas que se necesitan para transitar hacia la República Dominicana del futuro. De lo contrario, corremos el riesgo de caer en el gatopardismo de “cambiarlo todo para que nada cambie”.

Embarcarse en una ola de reformas sin una visión clara y compartida de hacia dónde se quiere llegar es como navegar sin una brújula. Y como dice la frase popular: “quien no sabe para dónde va, siempre cree que llegó”.

Listín Diario

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