La pandemia y el PIB de papeles

Manolo Pichardo[email protected]

La pandemia desatada por la Covid-19, no solo sacó lo peor y lo mejor de los seres humanos: sus miserias, expresadas en las grandes corporaciones farmacéuticas que aprove­chan el miedo a la enfer­medad y la propia muer­te para poner a la ciencia en el centro de la avaricia, como lo han hecho siem­pre; o develó el carácter egoísta de potencias eco­nómicas que no pudieron, ante la magnitud del pro­blema, ocultar con la ma­nipulación de los medios de comunicación a su ser­vicio, la naturaleza de su esencia; y, por otro lado, la solidaridad, manifesta­da en el desprendimiento de servidores de la salud, en el auxilio desinteresa­do de comunidades que se volcaron a dar, en silencio y sin exhibiciones, todo lo que material y espiritual­mente contribuyera con sanar al prójimo, sino que hizo aflorar el vacío de li­derazgo global y las debi­lidades estructurales de países que se veían como potencias inexpugnables.

Los periódicos, la te­levisión, la radio y el ci­ne, moldeadores de la opinión pública a escala mundial, no encontraron gavetas para archivar, por ejemplo, que Estados Uni­dos aporta la mayor can­tidad de infectados por el nuevo coronavirus, y que es, además, el país que li­dera los decesos. La crisis destapó lo que muchos sa­bían: la inmensa cantidad de pobres sin acceso a sa­lud, sin techo y con traba­jos precarios; hizo más vi­sible el carácter frágil de la economía estadouniden­se, anclada en los servicios e incapaz de producir los insumos que se requerían para prevenir la letal en­fermedad. Cosas tan sim­ples como mascarillas y je­ringas no aparecían en el mercado interno; y no tan simples como respirado­res artificiales debían ser importados para suplir la demanda de los hospitales atestados de enfermos.

Ya abierta la economía mundial con la reaper­tura de los mercados, se­guida por una abruma­dora demanda de bienes, se colocó en el relieve de las noticias y los debates, la escasez que no se pro­dujo desde la deslocaliza­ción de las empresas o la externalización de la pro­ducción, en razón de que los mercados mundiales fluían sin contratiempo y Estados Unidos siem­pre dispuso de los dóla­res necesarios para abas­tecerse y mantener el ritmo de consumo de su población. Pero -y aquí traigo una frase sin valor para algunos- los dólares no se comen, no impor­ta la cantidad que el Te­soro decida imprimir, lo que quedó demostrado al interrumpirse la cade­na de suministro y la so­bredemanda de mercan­cías y contenedores que sufrieron retrasos en sus salidas de los puertos emisores, y atascos en los receptores estadouni­denses.

Dan Collins, periodis­ta de CBS News.com, co­mentando esta situación en una entrevista que con­cedió el 25 de diciembre pasado al programa Kei­ser Report que se trans­mite por RT, manifestó que Estados Unidos se ha convertido en un gran al­macén en donde no se produce nada, por lo que llegó a afirmar que la pri­mera potencia del mun­do es China, debido a su liderazgo en innovación y superioridad tecnológi­ca; a que controla el mer­cado mundial, produce el doble de electricidad que EE.UU., procesa el 50 por ciento de la materia prima del planeta, es más rica en términos patrimoniales, e incluso aclara que el PIB estadounidense es irreal, como es irreal la inflación, porque, a su juicio, ese PIB no representa riquezas, sino la impresión de un montón de papeles -dóla­res- que solo sirven para ir de un lado para otro com­prando lo que no produce y las élites financieras no quieren que se produzca porque ganan menos pro­duciendo riquezas de ver­dad, y si deciden hacerlo lo quieren hacer con dine­ro público, pues su dinero es solo para recompra de acciones.

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