La Paola de Nassef
Pablo McKinney
Niñas hay en el mundo para endulzarnos las angustias e iluminarnos con su alegría. Niñas (carajitas quiero decir) hay en el mundo para inspirar la vida e incluso para salvarla, pues cuando los santos se van muriendo, los altares se van cayendo, los sueños van enfermando y puede más la jodida realidad que aquella utopía inspiradora, siempre aparece salvadora, la sonrisa de una niña. Al fin, qué sería del mundo sin las niñas: algo menos que una nube de silencio, una luna perdida en las sombras del universo.
Las niñas no saben de intereses, no conocen fanatismos partidarios ni fundamentalismos religiosos o políticos de odio o resentimiento. No. A las niñas no las derrota el triunfo ajeno. Ellas no tienen nada porque lo tienen todo, un mundo propio donde todo, aunque improbable no deja de ser posible.
Recuerdo ahora, que hace mil años vi llorar a una niña desconsolada porque su padre no la quería llevar “a ver la lunita” como antes la había llevado a ver el parque Mirador: “A la lunita, Pa, a la lunita, Pa”, pero el “Pa” no la podía llevar a la lunita porque ya era adulto y no sabía, no podía entender, porque después de lo vivido su utopía no llegaba más lejos que aquel FEFLAS de su adolescencia… porque “suelten de una vez los cinco MPD.”(…) “porque mañana todo será distinto, y no serán prostitutas las hijas de los obreros. Mañana, hijo mío, todo será distinto”.
Hoy, ante tanta incertidumbre y sus resacas, ante tantas familias destrozadas, futuro sin faroles, sueños truncos. Hoy, ante tan malos tiempos, no es buena cara lo que necesitamos sino la sonrisa de una niña. La sonrisa de una niña o mejor de dos, ay, las mías, las de cada quien, amores de cada cual.
PD: Este bulevar ha sido reescrito para el amigo Nassef Perdomo que al igual que yo, pero con mil años de diferencia, anda parido de hembra, o sea, una Paola, es decir la gloria, aunque tarde o temprano a él, como a todos, nos vencerá la sentencia de un amigo que esta semana vino de Poble Sec a decirnos adiós: “Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj, que decidan por ellos, que se equivoquen/, que crezcan y que un día nos digan adiós”.