La paradoja entre la necesidad de comprar y la dificultad de vender

El vendedor grita porque cada día tiene menos capacidad para adquirir las mercancías. El comprador grita porque no tiene la capacidad de comprar lo que necesita, y tiene “que hacer malabares para salir a flote mes tras mes”, como lo describiera sor Trinidad Ayala, en el Sermón de las Siete Palabras.

POR RAFAEL MÉNDEZ

En la encrucijada de la economía dominicana, una paradoja persistente y palpable se manifiesta en la intersección entre la necesidad de comprar y la dificultad de vender, paradoja esta que encapsula una realidad compleja que enfrentan consumidores y vendedores en el mercado actual, en el que “grita el que compra y grita el que vende”.

Porque que ambos sectores sienten que sobreviven indefensos, en medio de una realidad y unas perspectivas de vida que les acogota, y que al mirar la realidad del momento, y las perspectivas del futuro inmediato, experimentan igual sensación de verse engrampados en la misma encrucijada: uno con necesidad de comprar y otro con dificultad de vender.

El vendedor grita porque cada día tiene menos capacidad para adquirir las mercancías. Su grito es una expresión de impotencia ante la dificultad para proveerse y mantener su negocio.

El comprador grita porque no tiene la capacidad de comprar lo que necesita para satisfacer sus necesidades y las de su familia. Su grito es una súplica desesperada ante la falta de recursos.

Esta paradoja entre la necesidad de comprar y la dificultad de vender crea un círculo vicioso que afecta negativamente a la economía dominicana en su conjunto, ya que la falta de transacciones comerciales significativas conduce a una desaceleración en la actividad económica, situación, que a su vez, alimenta la desigualdad y la inestabilidad económica, creando un ciclo pernicioso que perpetúa la paradoja.

En última instancia, superar la paradoja entre la necesidad de comprar y la dificultad de vender, requerirá un enfoque integral y colaborativo que involucre a todos los actores relevantes en la economía dominicana. Solo mediante una acción colectiva y decidida se podrá crear un entorno económico que promueva la prosperidad y el bienestar para todos los ciudadanos de República Dominicana.

Gobierno siempre le cobran “los platos rotos”

Desde hace mucho tiempo, vengo preguntándome qué está pasando con la estrategia comunicacional del Gobierno, sostenida en una profusa y abrumadora difusión de mensajes publicitarios, que buscan un posicionamiento en la población de que “estamos cambiando”, y como lema de campaña, que “el cambio sigue”, como si no se percataran “que la masa pobre tenga que hacer malabares para salir a flote mes tras mes”, como lo describiera sor Trinidad Ayala, en el Sermón de las Siete Palabras.

Pero resulta que en el mercado lo que la gente encuentra es que el costo de la vida se ha incrementado, la seguridad ciudadana, el sistema de salud y la educación van en un sostenido deterioro, en las farmacias del pueblo no están los medicamentos que buscan, la asistencia vial y las atenciones del 911 acusan un profundo deterioro, el programa de inglés de inmersión ha mermado su calidad, y algunas demarcaciones ha desaparecido.

Que una buena parte de los proyectos anunciado por el propio presidente Luis Abinader carecen de una sólida sostenibilidad, sin previos estudios de factibilidad, o de un simple diagnóstico de la realidad del sector hacia el cual está dirigido, como es el caso del transporte para todos los estudiantes del país, ya que no se han visto sus resultados ni mucho menos su alcance, como no se tampoco se verán los impactos de la Presa de Monte Grande, “inaugurada” por el presidente Abinader.

Digno de recuerdo en el anuncio a todo lo alto de que tendremos a la vuelta de unos años una población bilingüe, al egresar de la educación pre-universitaria, pero resulta que uno del más grande déficit del sistema es precisamente la carestía de profesores de inglés, y si nos referimos a la realidad de la Provincia Bahoruco, lo menos que debemos afirmar es que estamos en presencia de la más grande preocupación de los directores de centro.

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