La realidad que dio vida al Macondo de Gabriel García Márquez
En un viaje a Colombia para ver la producción de Netflix de “Cien años de soledad”, a una reportera le asaltaron recuerdos de lugares verdaderos.
Por Annie Correal
The New York Times
Gabriel García Márquez se resistió a todas las ofertas para convertir su novela más conocida, Cien años de soledad, en una película. Aunque el escritor colombiano amaba el cine, desconfiaba de la manera en que Hollywood adaptaría su libro de 1967.
Sin embargo, tras su muerte hace una década, su familia aceptó que Netflix adaptara la novela. Su hijo, Rodrigo García, explicó que la empresa propuso crear una serie en español, rodada en Colombia, con un reparto principalmente colombiano, un enfoque que parecía honrar la creación de su padre.
Antes de que se estrenara el mes pasado la primera temporada de Cien Años de Soledad, viajé a Colombia para conocer los entretelones de la serie. En un proyecto multimedia, que el Times publicó a principios de este mes, mostramos cómo los directores abordaron el realismo mágico del libro en el que fantasmas, tormentas de flores y personajes que levitan aparecen en medio de la vida cotidiana.
Nací y crecí en parte en Colombia, y mi padre era colombiano. Así que tenía curiosidad por saber cómo era grabar esta serie en Colombia, donde García Márquez es universalmente venerado: está en el billete de 50.000 pesos, y los alumnos memorizan las primeras líneas de Cien años de soledad en la escuela.
¿Qué implicó recrear Macondo, la ciudad imaginaria que constituye el núcleo de la novela, en el país natal del autor?
Volé de Nueva York a Bogotá, y luego a la pequeña ciudad de Ibagué; Netflix construyó Macondo en un rancho ganadero ubicado a las afueras de la ciudad. Para mi sorpresa, la ciudad artificial, con sus vistas a la cordillera de los Andes, me recordaba a lugares reales.
Caminando por el Macondo del siglo XIX, no solo pensé en el universo del libro; pensé en los pueblos que visité con mi familia durante mi infancia. El conflicto civil que asoló Colombia durante el siglo XX también conservó gran parte de sus bellos paisajes y pequeños pueblos que, en algunos lugares, se quedaron congelados en el tiempo.
El decorado de la serie fue diseñado para ser históricamente exacto.Credit…Federico Rios para The New York Times
Los diseñadores de producción, Eugenio Caballero y Bárbara Enríquez, ambos de México, crearon el decorado de la película Roma, que fue nominado a los premios Oscar (Caballero también ganó un Oscar a la mejor dirección artística por El laberinto del fauno). Aquí tampoco escatimaron esfuerzos para crear un decorado históricamente fiel, hasta los carteles de los edificios de estilo colonial y las velas que goteaban montañas de cera sobre la barra del bar de Catarino, la tienda que se menciona en el libro.
No era la versión Disney de Colombia en la película Encanto. Parecía terrenal y real.
Otra cosa que me impresionó fue el orgullo del reparto y el equipo colombiano, que era palpable. Lo vi en el equipo de vestuario mientras sus miembros preparaban las prendas; en la atención del hombre que servía el café desde un carrito. Muchos en el plató consideraban un honor formar parte del proyecto. Varias personas me dijeron que sería el trabajo más importante que harían en su vida.
Gonzalo Piña envejeció el vestuario de los personajes del siglo XIX en la primera temporada de la serie.Credit…Federico Rios para The New York Times
Ese orgullo está ligado a la estatura de García Márquez en Colombia, y a la importancia de este libro en particular. Pero también tiene algo que ver con la imagen de Colombia fuera del país, que durante décadas ha estado dominada por Pablo Escobar y el narcotráfico. Narcos, otra producción de Netflix, retrata esa Colombia. Entre otras cosas, esa imagen no capta la realidad del conflicto civil colombiano de décadas: las masacres, el desplazamiento de millones de personas, los horrores vividos por la gente corriente.
Muchos en el plató de Cien años de soledad vivieron esa violencia. Laura Mora, una de las directoras de la serie, perdió a su padre, abogado y académico, cuando un sicario le disparó en Medellín hace más de 20 años.
García Márquez nunca negó la violenta historia de Colombia. Aunque los lectores suelen recordar Cien años de soledad por su belleza —“las maripositas”, dijo Camila Brugés, una de las guionistas colombianas—, en el fondo, dijo, es “muy oscuro”. La serie de Netflix también está llena de oscuridad: guerra, muerte, trauma intergeneracional. Pero también invita a los espectadores a adentrarse en un mundo visualmente magnífico en el que los personajes encuentran sentido, incluso humor, en medio de la violencia.
Espero que esto —junto con la escenografía, los ritmos característicos de la banda sonora, la luz que cae sobre Macondo— les suene a los colombianos y les traiga recuerdos. La serie también puede revelar a los espectadores internacionales una Colombia diferente de la que han visto antes en pantalla.
Eso, para mí, es un logro digno de García Márquez.
Publicado por The New York Times