La tragedia europea
El actual conflicto entre Rusia y Ucrania vuelve a poner de relieve lo que podríamos llamar la tragedia de Europa. No cabe duda que Europa es y ha sido un centro esencial de la cultura, las ideas, y los logros humanos.
El cristianismo, nacido en Palestina, fue extendido por Europa a América, a partes de África y en su versión ortodoxa a los confines de Asia. La revolución francesa, empañada por sus excesos y sus furias, convirtió a súbditos en ciudadanos, dotándolos de dignidad y derechos. Igualmente relevante resulta que la revolución industrial y el avance tecnológico, basado en el desarrollo de las ciencias, está ligado al pensamiento crítico, cuyo objetivo consiste en cuestionar la realidad, simbolizado por el cuestionamiento radical del filósofo francés René Descartes. Lo que se ha dicho de ninguna manera busca justificar una visión euro-centrista que ignora los importantísimos aportes culturales de otros pueblos, como el japonés, el chino, y tantos otros. Mal podríamos pensar de esa manera en un mundo tan interconectado, donde diferentes culturas se encuentran y enriquecen. Hoy en día, se menciona la prevalencia del libre comercio de los bienes, pero a veces ignoramos que detrás de este intercambio hay uno más fundamental, el de las ideas. En nuestra propia isla tenemos el ejemplo de las despoblaciones de 1605 y 1606, ordenadas por el Rey Felipe III, debido a que el intercambio comercial de los pobladores españoles del este de la isla con otros nacionales europeos introdujo la biblia protestante en esos establecimientos.
En fin, si bien Europa ha sido un centro indispensable de cultura y civilización, también, trágicamente, ha provocado catástrofes que han costado sangre, dolor y lágrimas a millones de personas. El siglo XX europeo fue particularmente sombrío. Las dos guerras mundiales comenzadas en Europa provocaron entre 110 a 123 millones de muertos, cifra que incluye el exterminio de millones de judíos y otras minorías, utilizando técnicas industriales, basadas en métodos científicos. A lo que debemos agregar el trauma del dolor humano, la destrucción de ciudades, y tantas otras calamidades. La trágica realidad de la cultura occidental rota en añicos, por la crueldad y la violencia, fue plasmada por Picasso en su lienzo Guernica. Siendo así y con razón, el Museo de Arte Moderno de NY lo exhibía en el descanso de una escalera, donde los visitantes estaban obligados a contemplarlo. Daba la impresión que era la entrada austera a una catedral del arte.
Ahora y desafortunadamente, estamos siendo testigos en tiempo real de una nueva fase de la tragedia europea: la guerra entre Rusia y Ucrania. Ciudades bombardeadas, hospitales de niños destruidos, edificios de apartamentos siendo objetivo de cohetes. Una locura en la segunda década del siglo XXI.