Las dos vertientes de un conflicto: Soberanía versus guapeza
En el actual escenario de conflicto entre la República Dominicana y Haití por la construcción unilateral de un canal en el río Masacre, es fundamental que los dominicanos respaldemos al presidente Luis Abinader en la defensa de nuestra soberanía. Sin embargo, este respaldo no debe interpretarse como una aprobación de todas las acciones tomadas por el gobierno dominicano en relación con este conflicto.
Es indudable que la construcción del canal por parte del gobierno haitiano constituye una violación flagrante de nuestra soberanía, ya que contraviene un tratado binacional que establece claramente los procedimientos que deben seguirse antes de intervenir en el río que marca la frontera. La República Dominicana tiene todo el derecho de proteger su soberanía y territorio en esta situación.
No obstante, es necesario señalar que la forma en que el gobierno dominicano ha gestionado esta crisis es motivo de preocupación. La movilización masiva de fuerzas militares en la frontera, aunque se justifica como una acción destinada a mantener la paz, pareció excesiva en un momento en que no se percibía un peligro inminente para la seguridad. La exhibición de vehículos militares y helicópteros dio la impresión de que nos estabamos preparando para un conflicto en lugar de buscar una solución diplomática.
Además, la aceptación inicial por parte del gobierno dominicano de la versión haitiana de que la construcción del canal era realizada por particulares y que el gobierno haitiano no podía hacer nada al respecto resultó ser un error costoso. Esta falta de información precisa nos hizo parecer ingenuos o mal informados acerca de lo que estaba sucediendo al otro lado de la frontera, a pesar de contar con organismos de inteligencia que deberían estar al tanto de la situación en el país vecino.
Otro hecho que llama la atención es que justo el día en que delegaciones haitianas y dominicanas se reúnen en la sede de nuestra cancillería, prácticamente a la misma hora, nuestro presidente acude a un acto militar nada más y nada menos que en la poderosa primera brigada del ejército, en el kilómetro 25 de la autopista Duarte, para anunciar un cierre total de la frontera por tierra, mar y aire con la consabida advertencia de que “estamos preparados para lo que sea”. Claro, hablo de mantener la paz en esa línea limítrofe, pero no descarto que algunas cosas pudieran ocurrir. En esto no abundó, ¿pero qué cosas podrían ocurrir?
Lo cierto es que vamos para la tercera semana del “ sello hermético de la frontera y ya los comerciantes dominicanos comienzan a pegar el grito al cielo por las pérdidas que les provoca la medida, el liderazgo político estima exagerada las medidas tomadas, en tanto Haití sigue construyendo su canal como enrostrándolo frente a nuestras propias narices en respuesta a las presiones, y nada podemos hacer para impedirlo a no ser apelar a una mediación internacional o que el Todopoderoso ilumine al gobierno haitiano, decida paralizar la construcción y sentarse en la mesa del diálogo con el Dominicano, cosa que, a la luz de los hechos, no parece que ocurrirá.
No se descubre ni se aporta nada nuevo cuando se reconoce que el cierre de la frontera afecta ambos países. ¿Hasta cuándo podría mantenerse esta medida? Apostamos a que afecta más a los haitianos, pero el asunto es relativo, pues estamos hablando de que en esos mercados binacionales que hoy no operan se mueven unos mil millones de dólares anuales y la gran parte de ese pastel se queda de nuestro lado. ¿Entonces?
Vista como están las cosas nuestra única posibilidad de salir de este enredo es que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe una misión internacional en Haití en unos términos que ayude al gobierno haitiano a retomar el control de su territorio o que el primer ministro Henry ponga sobre la mesa su anunciada disposición al diálogo que hizo pública en Naciones Unidas. Pero por ahora, tenemos un juego trancado, pues la posición dominicana, según expuso el Presidente Abinader, es de no dialogar con Haití si no se suspende primero la construcción del canal y la decisión de los haitianos parece ser terminar el canal, mientras más pronto mejor. Al menos, eso es lo que parece.
El escenario parece complejo y difícil, pues la respuesta del gobierno dominicano, más allá del cierre de frontera y la suspensión de visados a los haitianos, ha sido la de retomar la habilitación del canal de La Vigía, en Dajabón, en un juego de poder que repercute en el caudal del Masacre y en el largo plazo se planea la construcción de la Presa de Don Miguel, aguas arriba, lo que tendría una repercusión directa en la toma de agua del canal del lado haitiano. Es decir, si Dios no mete su mano, tendremos un conflicto para largo.