Las elecciones deben ser una fiesta de la democracia… nada más.

José Manuel Arias M.

Confieso que me preocupa el tono y el derrotero que observo ha venido tomando el proceso electoral en los últimos días, y como estoy consciente de que el mundo “no se acaba” el próximo 19 de mayo, me permito hacer algunas puntualizaciones y sugerencias previo al certamen, en procura precisamente de contribuir con la promoción de un ambiente adecuado para que quien decida asistir a ejercer su derecho al sufragio o activar políticamente a favor de determinada causa lo haga libremente, con todas las garantías que deben existir.

De conformidad con el artículo 208 de la Constitución de la República el ejercicio del sufragio está concebido como un derecho y como un deber para los ciudadanos y ciudadanas, resaltando dicho texto en su parte in fine que “el voto es personal, libre, directo y secreto. Nadie puede ser obligado o coaccionado, bajo ningún pretexto, en el ejercicio de su derecho al sufragio ni a revelar su voto”.

El Estado a través de sus instituciones debe procurar garantizar ese ejercicio democrático a todo el que decida asistir al certamen electoral, sin que en ningún caso se ponga en peligro no sólo su derecho a elegir al candidato de su preferencia, sino además a que su voto sea respectado, de tal manera que se le cuente y sume a aquel candidato por el cual ha decidido votar; eso no debe estar en discusión, obviamente.

Si bien los partidos y agrupaciones políticas hacen y harán todo cuanto puedan para atraerse la simpatía de los electores, lo que es más que entendible y que de hecho de eso se trata, no pueden olvidar que deben respetar las pautas establecidas y que la organización y montaje de las elecciones corresponde a la Junta Central Electoral, órgano que se vale a su vez de las juntas electorales bajo su dependencia, “las cuales tienen la responsabilidad de garantizar la libertad, transparencia, equidad y objetividad de las elecciones”, tal y como lo consigna el artículo 211 del texto constitucional.

No deben olvidar esos partidos, agrupaciones y movimientos políticos que la Junta Central Electoral, en tanto entidad autónoma y cuya finalidad principal estriba precisamente en “organizar y dirigir las asambleas electorales para la celebración de elecciones y de mecanismos de participación popular establecidos por la presente Constitución y las leyes”, debe contar con el respaldo de todos los actores del proceso y de la ciudadanía en sentido general, de tal manera que se logre un ejercicio verdaderamente libre de todos los que acudan a la cita electoral, a la cita con la democracia.

No por casualidad se ha establecido que dicho órgano electoral tiene competencia reglamentaria, pudiendo disponer lo que entienda prudente para sus fines en los asuntos propios de su competencia, asumiendo esta la dirección y el mando de la fuerza pública, de conformidad con la ley, durante las elecciones, tal y como lo pauta el párrafo III del artículo 212 de la Constitución de la República.

Claro está, si bien todos los actores del proceso deben no sólo respaldar sino respetar la labor del órgano comicial, a su vez corresponde a la Junta Central Electoral procurar que el proceso se celebre de manera transparente y acorde a los principios de libertad y equidad, no sólo “en el desarrollo de las campañas”, sino durante el día de las elecciones propiamente (el día de…), de tal manera que quienes participen en el certamen concurran al mismo con todas las garantías que deben prevalecer en una competencia electoral dentro de un régimen democrático.

Un aporte a la consolidación del sistema democrático es precisamente procurar y garantizar que la transparencia, las buenas prácticas, la decencia, el respeto a los demás, independientemente de las simpatías que profesen, deben ponerse en evidencia ese día para que las elecciones transcurran en paz, donde la convivencia democrática sea la nota característica.

Cualquier acción o expresión tendentes a caldear los ánimos entre los dominicanos, amén de quien lo haga, debe ser no sólo repudiado, sino y sobre todo desobedecido, pues si se crea un ambiente de confrontación pueden producirse situaciones peligrosas que pueden salirse de control y dejar consecuencias nefastas y lamentables que seguramente no sufrirán quienes las promuevan, sino quienes las obedezcan.

Pero además, cualquier llamado que pueda generar incertidumbre en lo que respecta al orden y a la seguridad que debe reinar en los recintos electorales y en sus alrededores, puede a su vez promover en sí mismo abstencionismo electoral, y es claro que eso está prohibido; así lo consagra el artículo 172 de la Ley 20-23, orgánica de Régimen Electoral, la cual señala que “no se permitirá a los partidos, agrupaciones y movimientos políticos, reconocidos que reciban fondos públicos realizar actividades de campaña electoral ni actos de propaganda electoral que promuevan el abstencionismo electoral”.

En los comicios pautados para el próximo domingo 19 de mayo, en acatamiento a la Constitución de la República que en su artículo 209 dispone que las elecciones para elegir al presidente, vicepresidente y representantes legislativos y parlamentarios de organismos internacionales se celebrarán de modo separado e independiente, las que se celebrarán “el tercer domingo del mes de mayo”, por lo que es claro que se trata, o al menos así está concebida, como una “competencia entre candidatos y partidos políticos que luchan por alcanzar el poder en una sociedad democrática”, y en que en consecuencia esa competencia “debe caracterizarse por la celebración de elecciones libres, confiables y transparentes”.

Así las cosas, tal y como hemos dejado establecido, todos los actores del sistema, desde los partidos, agrupaciones y movimientos políticos, la sociedad y todos en sentido general, debemos contribuir para que el proceso cuyo montaje, organización y dirección corresponde a la Junta Central Electoral discurra en un ambiente estrictamente democrático, donde cada ciudadano habilitado a esos fines pueda concurrir y ejercer libremente su derecho al voto.

Que si bien cada organización política tendrá sus delegados y personal que laborará en el proceso con sus intereses definidos, nunca pierdan de vista sin importar el partido al que pertenezcan, que antes que todo son hermanos dominicanos, que el proceso pasará, como ha ocurrido siempre, y que la vida debe continuar más allá de las elecciones; que las elecciones no son una guerra de vida o muerte, sino una competencia electoral para definir a nuestros representantes; de eso es de lo que se trata, y por tanto, todos debemos concurrir teniendo como norte que las elecciones deben ser una fiesta de la democracia… nada más.

El autor es ocoeño y egresado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).    

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