Las elecciones y el engaño de la separación

 Cristian D. Cabrera

Al margen del resultado y desenvolvimiento de las elecciones de este domingo, las que auguro sean en orden y de temprano reconocimiento de los resultados, expresión defectuosa, pero avanzada de la voluntad popular, una discusión no por nueva vuelve a escena, y versa sobre el sentido de la separación de las elecciones municipales, congresuales y presidenciales.

Argumentos sobran para los auspiciadores de cualquiera de los modelos, separatistas electorales o unificadores de plebiscitos. Hoy día tenemos un esquema que ni fu, ni fa; ni unifica, ni separa.

Es improbable que en un modelo fundamentado en convocatorias a las urnas por solo tres meses de separación, haya con frecuencia contrapesos orgánicos a los poderes públicos. El comportamiento de las masas indica difícilmente se sufra una variación importante en tan corto tiempo, por lo que los resultados no condicionan, sino que advierten por donde viene el desenlace.

Vayamos un poco al pasado, previo a la Constitución de 2010, las elecciones en República Dominicana bailaban por separado con dos años de diferencia entre sí. La escogencia de alcaldes y legisladores antecedía a la del jefe de Estado. El 2020 fue el estreno de este modelo.

El formato de separación por dos años tiene sus ventajas y desventajas, como la vida misma. Lo favorable a la democracia es que ese margen de dos años da espacio a variación de los criterios del votante, abriendo la posibilidad de contrapesos congresuales y municipales, forzando a mejores gobierno por temor a la sanción de urnas. Sin embargo, parte de los argumentos esgrimidos contra este sistema, es el costo de dos elecciones (algo similar a lo que ocurre hoy separación de tres meses), y el asedio constante de los candidatos en campaña.

Las elecciones generales, como se le llama a la escogencia en tres niveles (presidencial, municipal y congresual), tiene la desventaja de ser un proceso sin resultados que generen contrapeso, la historia así lo evidencia. Esos resultados ponen en jaque a la democracia por momentos. Pero permite el ahorro de miles de millones de pesos y de tensiones abrumadoras de cada período electoral.

El modelo vigente parece ser la adquisición de una oferta de supermercado, un 2×1 negativo, por un lado nos quedamos con el costo de dos elecciones separadas y el suplicio de la ausencia de los pesos y contrapesos que necesita toda democracia.

Ahora toca pensar si seguimos con este infausto esquema o si adoptamos alguno que permita fortalecer la democracia, ahorrar recursos o ambos a la vez. Hay tiempo de pensarlo, para cuando sobre voluntad o para cuando tengan ganas.

Listín Diario

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