Las flores y el pueblo arropan al nuevo rey

Londres, 9 sep (EFE).- Pocas veces, por no decir nunca, Carlos, ahora ya Carlos III, paseó por la entrada del Palacio de Buckingham tan solitario. Solo le acompañaba Camila, su esposa, y el pésame y las miradas de las miles de personas que quisieron expresar su dolor por la muerte de la monarca y que dieron el pésame al nuevo rey este viernes.

La verja del palacio real despertó a primera hora ya impregnada de flores y mensajes de agradecimiento a Isabel II. Desde el anuncio de su fallecimiento, la ciudad entera se ha movilizado hacia el céntrico monumento para vivir una ocasión histórica y una despedida que se alargará durante varios días.

«Vinimos en el tren esta mañana para rendir tributo a la reina», cuentan Steve y Duncan, que llegaron de Yorkshire (norte de Inglaterra).

«Es nuestra monarca, alguien a quien queríamos, muy querida en nuestros corazones. Creo que hizo mucho bien a nuestro país durante 70 años. Fue muy fuerte en tiempos turbulentos, también en los buenos. Anoche estábamos muy tristes (…) y decidimos venir en el tren esta mañana», agregaron.

A primera hora del día, los más madrugadores, muchos de ellos padres, aprovecharon las primeras luces de la mañana para acercarse a Buckingham para que sus hijos, antes de ir a la escuela, pudieran rendir homenaje a la reina. Como la pequeña Mila, de tan solo once años: «Soy una gran admiradora de la reina. Y estoy aquí para ver las flores y a las gente».

El flujo de gente fue aumentando conforme pasó el día, a la vez que la ofrenda floral fue adueñándose poco a poco del metal que separa el palacio real de su pueblo.

James, londinense, fue de los que quiso estar antes que nadie en Buckingham: «La familia real es una familia muy importante para mí. Mi tía abuela sirvió en el palacio de Buckingham para el príncipe Felipe antes de que tristemente falleciera. Pienso en mi familia, pienso en mi abuela, en mi madre. Sin importar si eres monárquico o si crees en la familia, creo que ellos sirvieron constantemente en la vida de todos, a lo largo de mi vida durante 25 años».

Desde la estación de metro de Green Park nacía una hilera de gente que cruzaba el parque y se adentraba en las entrañas de la plaza de Buckhingham, un lugar infranqueable para los medios de comunicación, por las estrictas medidas de seguridad y por una cobertura de red inexistente ante el espectacular tumulto de gente.

Tulipanes, girasoles, rosas y todo tipo de flores desfilaban por el sendero principal del parque camino del palacio. Ofrendas procedentes de todo el mundo. Louise, de Perth (Australia), se enteró por televisión. «Es un gran acontecimiento. Australia es un país de la Commonwealth y toda la gente en Australia ama a la reina. Así que es un gran acontecimiento. Puedo escuchar voces australianas aquí entre la multitud».

«Fue impactante, aunque estuvimos viendo la televisión, así que sabíamos que era algo inminente. Y claro, ella había estado frágil en los últimos años, nos dimos cuenta», apuntó.

No todos los curiosos profesaban el máximo cariño a la reina.

«Esperaba que nos dieran siete días de vacaciones o algo así, y solo van a ser dos. A mí esto no me afecta mucho, ni que fuera mi abuela», apostilló John, nacido en Inglaterra.

Pasadas las 14.00 hora local (13.00 GMT), el nuevo rey, Carlos III, apareció en las inmediaciones del palacio y saludó por primera vez a su pueblo. Uno por uno, fue dando la mano a los ciudadanos agolpados en primera fila. Una mujer, incluso, se lanzó a dar un beso al monarca.

Acto seguido, se dirigió a los interiores de Buckhingham, un trayecto que normalmente hace en coche, fuera de los focos, y que esta vez hizo caminando, solo acompañado por Camila, en el paseo más desolador de su vida, el que por primera vez en su vida hizo sabiendo que su madre, Isabel, ya no estaría en el interior del palacio.

Manuel Sánchez y Clàudia Sacrest

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