Las redes sociales necesitan una etiqueta de advertencia

Por Vivek H. Murthy

The New York Times

Murthy es el cirujano general de Estados Unidos

Una de las lecciones más importantes que aprendí en la Facultad de Medicina fue que, en caso de emergencia, no puedes permitirte el lujo de esperar a tener la información perfecta. Evalúas los hechos disponibles, aplicas el mejor criterio y actúas con rapidez.

La crisis de salud mental entre los jóvenes es una emergencia, y las redes sociales se han convertido en un factor importante. Los adolescentes que pasan más de tres horas al día en las redes sociales corren el doble de riesgo de sufrir síntomas de ansiedad y depresión, y la media diaria de uso en este grupo de edad, en el verano de 2023, era de 4,8 horas. Además, casi la mitad de los adolescentes dicen que las redes sociales les hacen sentirse peor con su cuerpo.

Es hora de exigir una etiqueta de advertencia del cirujano general en las plataformas de redes sociales, indicando que están asociadas con daños significativos para la salud mental de los adolescentes. Una etiqueta de advertencia, que requiere la intervención del Congreso, recordaría periódicamente a padres y adolescentes que no se ha demostrado que las redes sociales sean seguras. Los estudios sobre el tabaco demuestran que las etiquetas de advertencia pueden aumentar la concienciación y cambiar el comportamiento. Cuando se les preguntó si una advertencia del cirujano general les incitaría a limitar o supervisar el uso que hacen sus hijos de las redes sociales, el 76 por ciento de los participantes en una encuesta reciente entre padres latinos dijeron que sí.

Para ser claros, una etiqueta de advertencia no haría, por sí sola, que las redes sociales fueran seguras para los jóvenes. La advertencia que publiqué hace un año sobre las redes sociales y la salud mental de los jóvenes incluía recomendaciones específicas para que los legisladores, las plataformas y el público hicieran que las redes sociales fueran más seguras para los niños. Estas medidas, que ya cuentan con un fuerte apoyo bipartidista, siguen siendo prioritarias.

La legislación del Congreso debe proteger a los jóvenes del acoso, el abuso y la explotación en línea y de la exposición a la violencia extrema y el contenido sexual que con demasiada frecuencia aparece en los feeds controlados por algoritmos. Las medidas deben impedir que las plataformas recopilen datos sensibles de los niños y deben restringir el uso de funciones como las notificaciones, la reproducción automática y el scrolling infinito, que se aprovechan de los cerebros en desarrollo y contribuyen al uso excesivo.

Además, se debe exigir a las empresas que compartan todos sus datos sobre los efectos en la salud con científicos independientes y con el público —actualmente no lo hacen— y permitir auditorías de seguridad independientes. Aunque las plataformas afirman que están haciendo sus productos más seguros, los estadounidenses necesitan algo más que palabras. Necesitamos pruebas.

El resto de la sociedad también puede desempeñar un papel. Las escuelas deben garantizar que el aprendizaje en clase y el tiempo social sean experiencias libres de teléfonos. Los padres también deberían crear zonas libres de teléfono a la hora de acostarse, en las comidas y en las reuniones sociales para proteger el sueño de sus hijos y sus vínculos en la vida real, dos factores que tienen efectos directos en la salud mental. Y deberían esperar hasta después de la escuela secundaria para permitir a sus hijos el acceso a las redes sociales. Esto es mucho más fácil de decir que de hacer, por lo que los padres deberían colaborar con otras familias para establecer normas compartidas, de modo que ningún padre tenga que luchar solo o sentirse culpable cuando sus hijos adolescentes digan que son los únicos que tienen que soportar límites. Y los jóvenes pueden apoyarse en esfuerzos centrados en los adolescentes, como el movimiento Log Off y Wired Human, para apoyarse mutuamente mientras remodelan su relación con las redes sociales y la navegación segura en línea.

Otros también deben ayudar. Los responsables de salud pública deben exigir entornos digitales saludables para los jóvenes. Los médicos, enfermeros y otros profesionales de la salud deben plantear la cuestión de las redes sociales a los niños y a sus padres y orientarlos hacia prácticas más seguras. Y el grupo de trabajo federal Kids Online Health & Safety Task Force debe continuar su liderazgo reuniendo a las mejores mentes de dentro y fuera del gobierno para recomendar cambios que hagan que las redes sociales sean más seguras para nuestros hijos.

Una de las peores cosas para un padre es saber que sus hijos están en peligro y no poder hacer nada al respecto. Así es como los padres me dicen que se sienten cuando se trata de las redes sociales: indefensos y solos ante los contenidos tóxicos y los daños ocultos. Pienso en Lori, una mujer de Colorado que contuvo las lágrimas cuando me habló de su hija adolescente, que se quitó la vida tras sufrir acoso en las redes sociales. Lori había actuado con diligencia, vigilando a diario las cuentas y el teléfono de su hija, pero aun así el daño la alcanzó.

No hay ningún cinturón de seguridad que los padres puedan enganchar, ningún casco que colocar, ninguna garantía de que expertos de confianza hayan investigado y garantizado que estas plataformas son seguras para nuestros hijos. Solo están los padres y sus hijos, tratando de arreglárselas por su cuenta, enfrentados a algunos de los mejores ingenieros de producto y a las empresas con más recursos del mundo.

Los padres no son los únicos que anhelan soluciones. El otoño pasado, me reuní con estudiantes para hablar de salud mental y soledad. Como suele ocurrir en este tipo de reuniones, sacaron el tema de las redes sociales.

Después de hablar de lo que les gustaban de las redes sociales —una forma de mantenerse en contacto con viejos amigos, encontrar comunidades de identidad compartida y expresarse creativamente—, una joven llamada Tina levantó la mano. “No me siento bien cuando utilizo las redes sociales”, dijo en voz baja, con un tono de vergüenza en su voz. Su confesión abrió la puerta a sus compañeros. Uno a uno, hablaron de sus experiencias con las redes sociales: la interminable comparación con otras personas que destrozaba sus autoestimas, la sensación de ser adicto e incapaz de poner límites y la dificultad para mantener conversaciones reales en plataformas que con demasiada frecuencia fomentaban la indignación y el acoso. Había tristeza en sus voces, como si supieran lo que les estaba pasando, pero sin tener poder para cambiarlo.

Como padre de un niño de 6 y otro de 7 años que ya han preguntado por las redes sociales, me preocupa cómo sabremos mi mujer y yo cuándo permitirles tener cuentas. ¿Cómo controlaremos su actividad, dadas las técnicas cada vez más sofisticadas para ocultarla? ¿Cómo sabremos si nuestros hijos están expuestos a contenidos nocivos o a personas peligrosas? No es de extrañar que, a la hora de gestionar las redes sociales de sus hijos, tantos padres sientan estrés y ansiedad, e incluso vergüenza.

Pero no tiene por qué ser así. A mediados y finales del siglo XX, ante el elevado número de muertes relacionadas con accidentes de tráfico, los legisladores exigieron cinturones de seguridad, bolsas de aire, pruebas de accidente y otras medidas que, en última instancia, hicieron que los autos fueran más seguros. En enero, la Administración Federal de Aviación (FAA, por su sigla en inglés) suspendió el vuelo de unos 170 aviones cuando un tapón de la puerta se desprendió de un Boeing 737 Max 9 mientras el avión estaba en el aire. Y al mes siguiente, se llevó a cabo una retirada masiva de productos lácteos debido a una contaminación por listeria que se cobró dos vidas.

¿Por qué no hemos reaccionado ante los daños de las redes sociales cuando no son menos urgentes o generalizados que los que plantean los autos, aviones o alimentos inseguros? Estos daños no son un fracaso de la fuerza de voluntad y de la crianza de los hijos, sino la consecuencia de desencadenar una tecnología poderosa sin las medidas de seguridad, la transparencia o la responsabilidad adecuadas.

La prueba moral de cualquier sociedad es lo bien que protege a sus niños. Estudiantes como Tina y madres como Lori no quieren que se les diga que el cambio lleva tiempo, que el asunto es demasiado complicado o que el statu quo es demasiado difícil de alterar. Tenemos la experiencia, los recursos y las herramientas para hacer que las redes sociales sean seguras para nuestros hijos. Ahora es el momento de reunir la voluntad de actuar. El bienestar de nuestros hijos está en juego.

Vivek H. Murthy es cirujano general y vicealmirante del Public Health Service Commissioned Corps. También fue cirujano general en el gobierno de Barack Obama.

The New York Times

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