Lo que nos enseña el dengue
Federico A. Jovine Rijo
Los desafíos de Estado se enfrentan desde una lógica de Estado, es decir, con un abordaje integral que incorpore a todas las fuerzas y sectores de la sociedad. Eso implica trascender coyunturas políticas y mezquindades personales; también asumir que el proceso de construcción de soluciones debe hacerse con un enfoque plural; y que esa dinámica conlleva sumar y multiplicar, y nunca restar o dividir, pues el todo social también requiere de todas sus partes.
El presidente es uno, pero sus ministros son muchos. Abinader dejó claro que, para su gobierno, “cada muerte es demasiado”, sin embargo, en los hechos, el abordaje dado por algunos de sus funcionarios frente a la epidemia del dengue y la indolencia con la que se expresan, deja mucho que desear, pues el país fue debidamente alertado por la Organización Mundial de la Salud a principios de año de que podía prever un aumento de casos para el segundo semestre.
Decir que el gobierno lanzó en ese momento una campaña de educación y concientización; que articuló esfuerzos de comunicación con medios tradicionales, redes e influenciadores para hacer llegar esos mensajes a todos los niveles; que diseñó y ejecutó jornadas de limpieza, recogida de escombros y eliminación de potenciales reservorios de mosquitos; que sistemáticamente distribuyó plaguicidas y fumigó en barrios y zonas residenciales, etc.; y que esto lo hizo de manera periódica y constante… eso tendrían que demostrarlo las autoridades con los medios de verificación de rigor. En sentido contrario, quienes descalifican al gobierno al decir que nada de esto se hizo en su momento, no tendrían que probarlo, porque la epidemia, como el dinosaurio aquel, está ahí.
Los casos de infectados, internados y fallecidos son incontestables, y la comunicación del gobierno pretende confundir indignación con “politización”. Recurrir al ejercicio de comparación con el pasado es estéril y tonto, aunque electoralmente útil cuando desde la oposición se escuchan voces y críticas que, aunque llevan mucho de verdad, dichas por bocas de exfuncionarios que en el pasado gestionaron crisis similares de manera irresponsable y desastrosa, suenan a burla… Que desde Aristóteles se reconoce que la falacia ad hominem funciona de maravilla cuando de refutar contrarios se trata.
El presidente transita el camino del reconocimiento, la empatía y el compromiso frente al dengue, y lo asume como un tema de Estado, pero sus funcionarios recorren el de la negación, la minimización y la confrontación, porque se sienten intocables. Exigen que no se politice el tema mientras Mario Lama, director del Servicio Nacional de Salud, en plena crisis, dice que “la mayoría de las clínicas y de los pediatras de clínica no quieren manejar el dengue a nivel privado”. Y estas acusaciones sí que son políticas, porque sin informes y estadísticas; casos con nombres y apellidos; investigaciones y sanciones; afirmaciones así rayan en la irresponsabilidad, porque tienen como fin endosarle al sector privado la responsabilidad que tiene el sector público en el manejo de la epidemia.
Este ruido pasará y esos fallecimientos también. Entrarán en la categoría de “muertos de campaña”, una especie de limbo al mejor estilo de Dante, en donde no habrá investigaciones, ni se establecerán responsabilidades, ni mucho menos consecuencias, porque, al fin y al cabo, este país también es una Comedia.
Listín Diario