Los chamanes del odio y la destrucción

Pablo Mckinney

Es la percepción dominante que se respira en las redes sociales y en el bar de la equina: “todos los políticos son ladrones, todos los empresarios son corruptores y evasores y si algo faltaba, los dominicanos que ganan medallas por el mundo, -si son hijos de padres haitianos- no son dominicanos”. 

Así andábamos en el patio nacional cuando el Colegio Médico también satanizó la labor de los patronatos al servicio de entidades de servicio público, al acusar a sus miembros – sin prueba alguna- de ser parte de un plan de la oligarquía criolla para privatizar los hospitales, entre otras acusaciones peores. 

¿Cuántas instituciones del Estado han sido privatizadas por las acciones de un Patronato? No recuerdo una. Lo que sí recuerdo son los esfuerzos y la entrega de gente solidaria que dedica su tiempo, su prestigio y su dinero, para defender y mejorar instituciones de servicio social del Estado dominicano. 

¿A qué estamos jugando?
Con la capacidad de exagerar, mentir y dañar que ofrecen las redes sociales, poco a poco el país se va convirtiendo en una selva de “delincuentes” por acción, por omisión y si no, pues por difamación.

Generalizar es errar. A pasito lento, los dominicanos estamos descalificando a todos los actores de nuestra perfectible democracia en ayunas, “nuestro vino de plátano, nuestro vino”, y para seguir con Martí, digamos que si al invitarlo a liberar a Cuba, el Apóstol no pudo ofrecerle al invicto generalísimo, Máximo Gómez, “más remuneración (..) que el placer de su sacrificio y la ingratitud probable de los hombres…”, al paso que vamos, pocas cosas tendrá para ofrecerle un Presidente de la República a un ciudadano (realizado personal y profesionalmente) al invitarlo a participar en su gobierno como funcionario o como miembro de un patronato. ¡Zafa!

Y como en el país existe libertad de difamación y Belcebú se llevó al infierno la presunción de inocencia, irresponsablemente seguiremos destruyendo lo que hemos construido en temas de democracia o institucionalidad.

Los chamanes del odio y la confrontación están apostando con éxito a la indignación y a la descalificación, a la explotación vulgar de los bajos instintos del ser humano, o sea, el resentimiento, la envidia, la ira. 

Y así vamos, descalificado todo y a todos para luego, llegada la hora del desastre, tener que citar una vez más al machista-leninista bíblico de Jeremías… 

¡Estamos a tiempo! 

Publicado en Listín Diario

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