Los muertos de Senasa

Por Eugenio Camacho

Lo que ha sucedido en el Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, en Santo Domingo, el pasado 14 de diciembre, durante el conocimiento de la medida de coerción a los implicados en el caso Senasa, es una vergüenza nacional que ha sacudido moralmente a la sociedad dominicana, más allá de sus fronteras.

Este episodio me recuerda a uno de los programas de muñequitos del comediante mexicano Mario Moreno Cantinflas, que se transmitían por Rahintel en horas de la tarde, en los años ochenta. Cantinflas tenía como contrario al ambicioso Rey Midas, que todo lo que tocaba lo convertía en oro, y el gran Cantinflas se burlaba de él porque Midas no podía comer ni disfrutar del paladar con libertad, ya que su comida, producto de su codicia, también la convertía en oro. A diferencia de Midas, el PRM y Luis Abinader todo lo que tocan lo convierten, no en oro, sino en el metal más sucio y barato que pueda existir en la tierra.

Si este fuera un país con verdadero respeto por la moral y donde se tomaran en cuenta los valores de la ética pública, después de este bochornoso suceso el presidente de la República debería dirigirse hoy al país en una alocución para pedir excusas, reconociendo que él —Abinader— ha fallado; que en buena medida le ha mentido al pueblo dominicano, al haber comprado las elecciones del 2024 con el dinero de los pobres, y que por ello debería cargar con todo el peso de la culpa moral.

Sin embargo, lo que el presidente demuestra a ciencia cierta es que, en el fondo, es un gran simulador y un hombre flemático. Desde el principio de su gobierno no ha habido una sola palabra que se le pueda creer, a pesar de las tantas que dice.

Este caso implica una responsabilidad moral y política enorme. Poner en riesgo la salud de un pueblo es un crimen contra la humanidad.

Lo primero que debemos destacar es que el gobierno del PRM ha sido un gobierno improvisado desde sus inicios. Un gobierno que llegó al Palacio Nacional sin planes de ejecución claros. Recordemos que en el año 2020 su triunfo los tomó por sorpresa, lo que indica que no estaban preparados para enfrentar los retos de la vida pública.

Ganaron las elecciones gracias al deseo del pueblo dominicano de un cambio favorable y al hartazgo frente a la corrupción encabezada por el gobierno de Danilo Medina y su cáfila de funcionarios arrogantes, a los que no se les podía hacer ningún señalamiento. Llegó un momento en que el pueblo se cansó y votó en contra de la arrogancia y la prepotencia. Los perremeístas deben estar conscientes de que en 2020 el pueblo no votó a favor de ellos, sino en contra de Danilo Medina y el PLD.

Durante los gobiernos del PRM, sin olvidar el desmedido aumento de la canasta familiar, todos los servicios públicos han colapsado de manera burda y exagerada. El Metro de Santo Domingo se ha deteriorado por falta de mantenimiento; la educación atraviesa uno de sus peores momentos, con cientos de escuelas sin terminar y niños recibiendo docencia en condiciones deplorables. La Tanda Extendida no funciona y, tras el almuerzo, estudiantes y profesores andan “mangas por hombros”. Los servicios del INABIE son cada vez más pírricos, sin calidad, porque los suplidores, en su mayoría, son compañeros del partido y amigos del gobierno.

En definitiva, el gobierno de Abinader no ha dado pie con bola en el tema educativo. Sus dos ministros han sido un fiasco, acumulando errores y escándalos. ¿A quién se le ocurre invertir miles de millones de pesos en libros digitales cuando los estudiantes dominicanos apenas leen libros físicos? Esto demuestra que el 4 % para la educación ha servido más para engordar bolsillos que para mejorar la calidad educativa.

En el tema eléctrico, el fracaso es evidente. Las EDES exprimen los bolsillos del pueblo con facturas elevadas y un servicio deficiente. Paradójicamente, quienes criticaron la planta de Punta Catalina hoy han tenido que reconocer su necesidad, mientras el país sigue en penumbras.

Durante su campaña de 2020, Abinader prometió acabar con la corrupción en seis meses. No ocurrió. Hoy hay más servicios deteriorados y más escándalos que antes. La muestra más trágica de esto son los muertos de Senasa. Miles de personas pobres, enfermos crónicos y discapacitados fallecieron por falta de atención médica. ¿Lo sabía el presidente? ¿Miró hacia otro lado?

Este caso implica una responsabilidad moral y política enorme. Poner en riesgo la salud de un pueblo es un crimen contra la humanidad. Todos los dominicanos estamos condenados a pagar con impuestos una culpa que no cometimos. El silencio de los miembros del Consejo Administrativo de Senasa es, como mínimo, sospechoso.

Este penoso caso nos muestra el deterioro moral de la política dominicana y la podredumbre del sistema de poder. Cuando un pueblo confía su voto y es traicionado, se siente vilipendiado y ultrajado. ¿Hacia dónde va un país con este nivel de degradación ética? El gobierno del PRM sabe que ha perdido credibilidad y autoridad moral. El pueblo ya conoce de lo que son capaces.

Acento

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