Los partidos, el cuerpo ausente
Por César Pérez
En las páginas de los medios de prensa escritos y en la generalidad de los programas televisivos, radiales y digitales, son cada día más profusas las expresiones de incertidumbres y lamentos sobre cómo se vive la cotidianidad en nuestro país. Se manifiestan también en esos espacios, un discurrir de las discusiones sobre grandes temas en medio de un tremendismo e incontinencia verbal cada vez más corrosivo, que da irresponsabilidad por todos los lados. En ese escenario, también actúan los grandes partidos, pero casi nunca para fijar posiciones oficiales bien fundamentadas sobre grandes temas, sino sumándose casi siempre al coro del tremendismo para descalificarse los unos contra los otros. Por consiguiente, son el cuerpo ausente en las discusiones trascendentes.
Cierto que hay temas en los que por lo menos uno de ellos ha fijado su posición: el PLD, en el caso de las tres causales, a aparte de ese caso, al igual que todos, éste está ausente en las luchas de innumerables organizaciones comunitarias, políticas, de singulares individuos y hasta de expresiones eclesiales, sobre los grandes temas como: la minería depredadora, el encarecimientos de los costes de los medicamentos por las exorbitantes/inhumanas ganancias de las ARS, sobre los grandes conflictos internacionales, la guerra de los aranceles, la persecución a cientos de miles de migrantes dominicanos en los EEUU y el apresamiento de parturientas dominicanas en Puerto Rico, que denuncia el exgobernador Alejandro García, ni la violación de los derechos humanos que aquí se cometen contra los migrantes haitianos o de origen.
Uno que otro congresista o miembros de esos partidos fijan posición sobre esos temas, pero no oficialmente los partidos. En el caso de la pretensión del empresariado de eliminar del código laboral el derecho de los trabajadores a la cesantía, en una declaración de prensa una central sindical a través de su principal dirigente, Rafael (Pepe) Abreu “acusó a senadores de los partidos Revolucionario Moderno (PRM) y la Fuerza del Pueblo (FP) de apoyar de forma soterrada la petición de los empresarios para que el tema de la cesantía, que no figura en el proyecto de reforma laboral enviado por el Poder Ejecutivo al Congreso, sea incluida”. Llama la atención que, en esa acusación, Abreu dice que el partido oficial actúa contrario a la posición del Presidente, que no incluyó la eliminación de la cesantía en el proyecto de la reforma laboral.
Es también notorio que el entonces ministro de Trabajo, hoy de Educación, siendo coherente con su legado familiar, defiende el derecho a la cesantía. Pero en general, desafortunadamente, es ostensible la inconsecuencia/doblez de los partidos cuando, generalmente, tienen que tomar posiciones sobre cuestiones nodales para el presente y futuro del país. Otra vez, debe reconocerse, en ese caso, que el PLD se ha pronunciado a favor de mantener el derecho de los trabajadores a la cesantía. La mala costumbre de los partidos dominicanos de no participar en las discusiones en torno a grandes temas nacionales fijando sus posiciones sobre éstos, contribuye a la confusión e incertidumbre de la gente y a la sostenida tendencia hacia el abstencionismo electoral.
También, al continuo incremento de la cantidad de gente que, decepcionada de los diferentes gobiernos y del predominio de la mediocridad en la gestión de lo público, tiende a votar por opciones populistas de corte ultraderechista y a alejarse de la política. La inhibición de los partidos en participar en grandes temas facilita que se propaguen los mitos, mentiras y hasta delitos de odio de algunos grupúsculos extremistas y populistas que no sólo dificultan la gobernabilidad democrática, sino que amenazan la existencia de los partidos mismos y contribuyen a la aparición de líderes populistas negadores de los derechos humanos fundamentales y destructores de las instituciones políticas, educativas e incluso religiosas. El Salvador y Argentina son dos abominables ejemplos.
Aquí, y fuera de aquí, los partidos no han podido superar los efectos corrosivos de los cambios que las grandes transformaciones sociales han provocado en los supuestos ideológicos/políticos claves de los paradigmas en que se sustentaron hacen más de un siglo. Es difícil dar respuestas a esos cambios conservando los elementos esenciales como colectividades aglutinantes de las voluntades de grandes grupos y clases sociales que fueron en el pasado, pero resulta un suicidio político de los actuales dirigentes partidarios, de aquí y de fuera, mantenerse fuera del debate de los grandes temas que acogotan el mundo. La abstención, por insuficiencia de elementos para fijar posiciones sobre grandes temas o por puro oportunismos, que las más de las veces suele ser la causa, está socavando las bases sobre las que ha discurrido la democracia política.
En ese tenor, resulta pertinente recordar que “cualquier institución humana (y los partidos lo son) que deja de actualizarse en un mundo cambiante termina por convertirse en su principal enemigo”, R. Katz y P. Mair. La crisis de los partidos, su degeneración, se expresa como crisis de la democracia, vale decir, aquellos se han convertido en el principal enemigo de esta. ¿Como detener esa tendencia? Esa la cuestión.
Acento