Los sueños, sueños son
Gina Montaner
En La interpretación de los sueños Sigmund Freud establecía que los sueños son una puerta que nos conduce a lo que habita en nuestro subconsciente y, por tanto, está sujeto a interpretación lo que soñamos en las horas de la vigilia. Para el célebre psicoanalista austriaco, los sueños representan el “cumplimiento” de deseos que por diversas circunstancias permanecen latentes en nuestra psiquis.
Mucho tiempo ha discurrido desde que las teorías freudianas revolucionaron la psiquiatría y a partir de entonces el psicoanálisis no ha estado exento de detractores. No obstante, el origen de los sueños, por qué soñamos y qué influye en que recordemos o no tengamos memoria de los sueños, sigue intrigando a los expertos. Sobre este último aspecto, ni siquiera se sabe a ciencia cierta si los humanos estamos diseñados fisiológicamente para recordar estos episodios oníricos.
Si alguna vez estas preguntas lo han inquietado o quisiera poseer una mayor capacidad para, al despertar, recordar lo que soñó a lo largo de la noche, le interesarán los resultados de un estudio reciente publicado por la revista Communication Psychology, que fue realizado por científicos de la Escuela de Estudios Avanzados IMT de Lucca, Italia. En dicho estudio, que tuvo lugar entre 2020 a 2024 con 217 hombres y mujeres cuyas edades oscilaban entre los 18 y los 70 años, los participantes debían anotar sus sueños durante 15 días. Los resultados del experimento arrojan luz en torno a lo que propicia la memoria onírica.
Resulta ser que las personas con mayor propensión a recordar los sueños son aquellas que tienden a desasociarse de lo que los científicos denominan “interferencias cognitivas”. Es decir, al despertar nos enfrentamos a elementos externos que forman parte del quehacer diario. Estos factores de “distracción” contribuyen a que olvidemos lo que soñamos, a menos se tenga la voluntad de preservar el recuerdo de lo soñado. Quienes hacen un esfuerzo por recordarlo llevando, por ejemplo, un diario, lo conseguirán con mayor facilidad que quienes se rinden a la “interferencia cognitiva”. En este sentido, la tendencia a la “divagación mental” ayuda a mantener vivos los sueños.
Tal vez usted es de los que se lamenta de que rara vez sueña, sin embargo, según diversos estudios, se ha comprobado que soñamos casi todas las noches, sólo que, al despertar, muchos acaban por borrar esta experiencia. Se creía que los sueños sólo aparecen en la fase REM, que es la etapa más profunda del sueño y con una mayor actividad cerebral, pero ahora se sabe que, cuanto más ligero es el sueño, más posibilidades hay de recordar lo que hemos soñado. De algún modo, dormir “como un tronco” dificulta que al día siguiente tengamos una sensación vívida de la experiencia onírica. Algunos datos curiosos: las mujeres recuerdan más los sueños que los hombres; solamente 1 de cada 250 personas nunca ha recordado un sueño; y dormimos una media de 230.000 horas a lo largo de la vida, lo que equivale a 26 años durmiendo.
No es lo mismo soñar en la juventud que en la edad madura, pero no porque dejamos de soñar, sino porque, a medida que cumplimos años, nos cuesta más recordarlo. Lógicamente, se trata del desgaste de la memoria a causa del envejecimiento. Pero no solo nos afecta la edad, ya que, de acuerdo a este estudio, también las estaciones del año influyen a la hora de tirar del hilo de los sueños: en invierno nos cuesta más recordarlos, tal vez porque los días, al ser más cortos, contribuyen a un sueño más profundo, como si lo onírico sufriera un proceso de hibernación. En cambio, en primavera nos resulta más fácil acordarnos de lo que hemos soñado.
Lo fascinante es que se sigue estudiando el mecanismo del sueño porque continúa siendo un misterio de la mente humana; su función y finalidad parecen más hechas para la literatura que para desentrañar lo que verdaderamente significa en nuestro día a día y de qué modo incide en nuestras vidas. ¿Cómo nos afectan los sueños en los que nos visitan seres amados que ya no están con nosotros? ¿O ese sueño que se transforma en pesadilla porque nos asalta con fantasmas del pasado que creímos haber desechado? ¿De qué modo interpretamos la imagen recurrente de una caída al vacío hasta despertar sobresaltados? Según la neurociencia, durante el sueño el cerebro reorganiza las experiencias del día y ayuda a almacenar la información como vehículo para optimizar nuestro desempeño. Mucho antes de estos avances, un autor del barroco español, Calderón de la Barca, escribió La vida es sueño, en la que el protagonista, Segismundo, afirma: “toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Lo que soñamos sigue siendo terreno fértil para el diván de Freud.
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