Los trinitarios de la bachata
¿Cómo lograr que estos tres portentos acepten el rol de gestores del Festival? ¿Quién debe tomar la iniciativa y coordinar todo el esfuerzo? ¿Cómo financiar el primer evento y compensar adecuadamente a los intérpretes?
Por JUAN LLADO
Los sensuales trinos de la bachata ya resuenan en apartados confines del globo terráqueo. Con escuelas del ritmo en Finlandia, Rusia, China y muchas otras naciones y con congresos mundiales en Madrid, Shanghái y Kuala Lumpur, la bachata proyecta mundialmente al país como ningún otro rasgo o producto. Sin embargo, su potencial de promoción turística no es bien aprovechado porque no tenemos un festival internacional. Por eso Romeo Santos, Juan Luis Guerra y Anthony Santos merecerían una medalla de Duarte, Sanchez y Mella si conjuntaran esfuerzos para lograrlo.
¿Por qué el país no ha recalado en esa herramienta promocional? ¿Por qué las autoridades no abrazan al ritmo con fervor para fines promocionales? Es una gran paradoja que muchos le atribuyen al mismo prurito que existió con el merengue: se considera música vulgar porque les gusta a las pobres mayorías. Para ciertos analistas encopetados la bachata es “un tango compuesto por un analfabeto”. Ese desdén por la música popular revela una concepción clasista de la música que no se corresponde con las fuentes originales de la alegría y que atenaza el pegajoso ritmo en el repudio y lo hunde en la desidia de las autoridades.
Afortunadamente, ese pernicioso estigma está al borde de su desaparición. Con el respaldo público del presidente de la Republica en julio del 2021, la bachata puede ahora desbrozar el camino y obtener el reconocimiento que merece. Fue durante una visita al Palacio Nacional de la actriz Jane Chaplin que el presidente Abinader dijo: “Vamos a apoyar siempre el arte y la cultura especialmente la bachata, porque la bachata para mí la capital la segunda capital dicen que es Madrid que la aceptamos bien, pero la primera va a ser Santo Domingo.” El mandatario no solo prometió promover la bachata como marca país, sino que abogó por un proyecto de ley que perfilaría a la bachata como “punta de lanza de la promoción de la cultura dominicana.”
Debemos entonces estar conscientes de que el ritmo tiene todo el potencial para convertirse en la principal herramienta de promoción turística internacional. La evidencia más palpable de ese potencial radica en la preferencias: en las clases vespertinas de merengue y bachata que ofrecen los resorts, los turistas dejan a un lado el merengue y se deleiten con el voluptuoso encanto de la bachata. Por eso resulta tan pertinente visualizar la celebración de un Festival Internacional de la Bachata –ya sea en Punta Cana, en Puerto Plata o en Santo Domingo– como el poderoso imán que motivara las visitas al país. Y nadie mejor que los trinitarios de la bachata nombrados más arriba para sentar las bases con el apoyo solidario y efectivo de las autoridades.
Pocos dudaran que estos tres artistas son actualmente los más exitosos exponentes del ritmo. A juzgar por los reportes sobre lo que cobra Anthony Santos por sus conciertos y por la multitud de sus seguidores del patio, nadie discutiría que es la estrella más encumbrada de la bachata a nivel nacional. Por su lado, Romeo y Juan Luis son los mejores conocidos y exitosos a nivel internacional (a partir de la década de los 90). A Romeo lo catapultó una gira original con Aventura por Europa y a Juan Luis su exitoso disco Bachata Rosa, el cual conquistó las simpatías continentales. Ambos artistas han abarrotado de público a famosos escenarios internacionales, incluyendo al Festival de Viña del Mar y los grandes estadios de New York (Madison) y New Jersey.
Como una histórica apoteosis deberá calificarse el exitoso concierto que montó Romeo Santos en el Metlife Stadium de New Jersey en septiembre del 2019. Asistido por más de 80,000 personas, el evento estuvo signado por la participación de un impresionante elenco de otros bachateros, incluyendo Aventura, Cardi B, Daddy Yankee, El Chaval De La Bachata, Elvis Martínez, Emilio Estefan, Frank Reyes, Joe Veras, Kiko Rodríguez, Luis Vargas, Marc Anthony, Monchy & Alexandra, Raulín Rodríguez, Sergio Mendes, Thalia, Tommy Mottola y Zacarías Ferreira. El evento no solo entronizó a la bachata en el sitial principal del gusto musical de millones de latinos, sino que tambien proyectó a nuestro país como quizás nunca se había logrado proyectar en el mercado estadounidense.
La brujería musical de Romeo lo ha elevado al olimpo de la fama y, por ende, califica como el artista dominicano mejor valorado en el mercado hispano de Estados Unidos. Debido a que sus conciertos se caracterizan por la repetida jactancia del artista sobre su origen y nacionalidad dominicanas habrá que reconocerle a Romeo su elevado patriotismo y su apego a su raigambre. (En sus exitosos conciertos de diciembre pasado en el país la fanaticada nacional respondió muy favorablemente a ese apego.) Por eso sería Romeo quien mejor podría encabezar el esfuerzo de crear el Festival que aquí se propone.
Juan Luis Guerra, por su parte, no podría calificarse como bachatero. Según los entendidos, “la música de Guerra no es estrictamente merengue ni bachata; es la combinación de esos ritmos y formas dominicanos hechos con jazz, pop y rhythm and blues” y sus creaciones se consideran como de alta gama. “Es el músico más famoso de la República Dominicana, vendiendo más de 30 millones de discos en todo el mundo y ganando 18 premios Grammy Latinos y dos premios Grammy.” Pero el haber catapultado su fama internacional con Bachata Rosa sugiere que deba figurar como un trinitario de la bachata. Los delirantes conciertos de Juan Luis rivalizan, en términos de asistencia y éxito internacionales, con los de Romeo y, en consecuencia, conviene incluirlo en la triada gloriosa de los gestores del International Bachata Festival.
Romeo “por su timidez”, Juan Luis por su “kitipun” y Anthony por su “pequeño huracán” se deben a este país que les catapultó a la fama. Los tres son artistas completos en tanto son cantantes, compositores, músicos y productores. Con esa natural versatilidad y su resonante éxito pueden, en conjunto, materializar la maravilla del Festival y entronizarlo para que eventualmente alcance los “nimbos de plata” del principal evento musical de Latinoamérica. ¿Cómo lograr que estos tres portentos acepten el rol de gestores del Festival? ¿Quién debe tomar la iniciativa y coordinar todo el esfuerzo? ¿Cómo financiar el primer evento y compensar adecuadamente a los intérpretes?
Hay múltiples formas de abordar la producción de este evento. Pero la más conveniente iniciativa deberá enmarcarse entre lo mercurial y lo patriótico: si bien el evento debe ser motorizado por el afán de lucro, también su primera edición debe apelar al sentimiento patriótico de los trinitarios de la bachata aquí mencionados. Es decir, los trinitarios podrían montar el primer espectáculo y hacerlo con los requisitos de rentabilidad que les son característicos. Lo mismo podría concebirse si es un empresario artístico que toma las riendas o si son entidades tales como las asociaciones de hoteles. Pero ninguna de estas opciones sería posible sin que los trinitarios acepten la encomienda por el orgullo que les asiste de ser dominicanos y el deseo de servir a su país.
La alternativa seria que fuera un proyecto gubernamental. Con lo que dijo el presidente Abinader habría suficiente motivación como para que los ministerios de Cultura y Turismo aunaran esfuerzos en pro de la materialización del evento. Inclusive podría en este esquema pensarse en que el mismo presidente Abinader apelara discreta, pero directamente a los trinitarios y los convenciera de prestar su concurso. Sin embargo, la orquestación del esfuerzo por entidades gubernamentales conlleva muchos riesgos de politización y hasta de corrupción administrativa.
A juicio de quien escribe, lo ideal es que sean los mismos trinitarios que decidan legarle este tesoro musical a su país. Así merecerán la medalla de Duarte, Sanchez y Mella por su colosal contribución al turismo y a la proyección de la imagen del país. De paso le estarán demostrando a los de gustos encopetados que el gusto del pueblo es el gusto de Dios.