MAGA tiene un nuevo objetivo: Trump
Por Maureen Dowd
The New York Times
Maureen Dowd es una columnista de Opinión que reportó desde Washington.
A menudo, la gente se convierte en lo que desprecia. Donald Trump se ha convertido en el Estado profundo.
Él es el guardián de los secretos. Él es quien roba las libertades de la gente. Él es quien utiliza al gobierno como arma y protege a la clase dominante.
Con el ICE y el DOGE, Trump nombró manadas de lobos para que hurgaran en la información personal de los estadounidenses. Consiguió que los republicanos le dieran a Stephen Miller su propio ejército. Trump manipula el gobierno para perjudicar a quienes percibe como enemigos. Oscurece en lugar de revelar al hacer a un lado a periodistas que hacen preguntas perspicaces en favor de partidarios tipo Pravda, que se ponen de su parte.
Los partidarios de Trump pensaban que arrojaría luz sobre las élites oscuras que protegen su propio dinero y poder. Ahora el movimiento MAGA se está dando cuenta de que Trump es la élite oscura que oculta información sobre Jeffrey Epstein.
“Así que el tipo que se pasó la vida diciendo que el Estado profundo te oculta cosas y te reprime dice ahora: ‘No tenemos nada que ocultar, confíen en mí’”, dijo Tim O’Brien, el biógrafo de Trump. “Y la gente que lo sigue no lo hace. Piensan que es tan malo como la gente a la que criticaba antes de ser presidente”.
Es algo mítico, ser devorado por las fuerzas que desataste. Trump ha traficado con teorías conspirativas desde aquella despreciable sobre el lugar de nacimiento de Barack Obama. Ahora ese remolino de oscuras insinuaciones lo ha succionado. Ya no puede controlar la locura conspirativa de Epstein avivada por sus funcionarios de alto rango.
Trump siempre me ha recordado al “Solitario” Rhodes, el carismático y populista animador cuya charla “cándida” con la gente común le otorgó un enorme poder en la película de Elia Kazan de 1957 Un rostro en la multitud.
Al final, el Rhodes de Andy Griffith —hinchado de elogios y riquezas— sufre una explosión narcisista. Sin darse cuenta de que la mujer a la que traicionó encendió el micrófono, llama a sus leales fans “imbéciles”, “vagos miserables” y “focas amaestradas”.
“Puedo tomar estiércol de pollo y vendérselos como caviar”, se jacta mientras sonríe.
Las publicaciones de Trump en Truth Social, en las que el presidente respalda la afirmación de Pam Bondi de que los archivos Epstein eran mucho ruido y pocas nueces, mostraban ese mismo desprecio brutal por sus devotos admiradores. ¿Lo habían tomado en serio? ¡Qué tontos!
Intentó someter a sus acólitos de MAGA —sus “chicos” y “chicas”— y les ordenó que no “malgastaran Tiempo y Energía en Jeffrey Epstein, alguien que no le importa a nadie”. Dijo que quienes se enfocaran en la “patraña de Jeffrey Epstein” son “gente egoísta”, “partidarios PASADOS” y “débiles” que habían sido “timados por la Izquierda Lunática”.
Si sus admiradores no podían enfocarse en lo genial que es él, mejor que “quizá cualquier Presidente de la historia de nuestro País”, dijo Trump en una publicación, “¡Ya no quiero su apoyo!”.
Una “chica”, una tejana llamada Rosie, dijo que tenía el corazón roto. Respondió en Truth Social que tiene cuatro hijas y no puede “ni empezar a comprender la narrativa invertida de que ‘fue hace tanto tiempo’ ‘por qué seguimos hablando de esto’ y ‘a nadie debería importarle’. Estas víctimas eran hijas, hermanas, sobrinas, nietas de alguien. La hija de alguien. Por favor, reconsidérelo, señor”.
Trump ha perdido parte de la confianza de su base al negarse a cumplir con lo que dijo, o a reconocer que utilizó a personas como Kash Patel y Dan Bongino para azuzar el frenesí contra el pederasta que lo llevó a él y a Bill Clinton en su avión, apodado por algunos el Lolita Express.
Trump se relacionó con Epstein hace años, aunque no está claro si Trump conocía el alcance de las depredaciones del financiero. En 2002 declaró a la revista New York que a Epstein “le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí, y muchas de ellas son más jóvenes”.
Esta semana ha sido la primera vez que Trump ha tenido una ruptura tan dramática con sus partidarios, a quienes a menudo se les compara con una secta.
Trump, que ascendió al poder con la ayuda de Fox News, amenazó a Emma Tucker, editora del Wall Street Journal de Rupert Murdoch, para intentar detener su reportaje sobre una carta obscena y un dibujo con los que supuestamente el presidente contribuyó a un libro que Ghislaine Maxwell compiló para el 50.º cumpleaños de Epstein.
“Voy a demandar al Wall Street Journal igual que he demandado a todos los demás”, dijo el martes en una llamada telefónica con The Journal. (Presentó la demanda el viernes). Negó haber dibujado el contorno de una mujer desnuda con su nombre garabateado en un lugar lascivo, además de escribir un insinuante deseo a Epstein de que “cada día sea otro maravilloso secreto”. (¿Qué había que mantener en secreto, Donald?).
“Yo no hago dibujos”, escribió en Truth Social, denunciando la “carta FALSA” de la “Historia Falsa”.
Pero las mentiras de Trump —como la de su tío en el MIT y el Unabomber— se están desmoronando casi instantáneamente. Inmediatamente, se supo que era un “garabateador de alto nivel”, como dijo Tyler Pager en The Times, y que donó dibujos a organizaciones benéficas a principios de la década de 2000.
El jueves, Trump publicó que había pedido a Bondi que presentara “todos y cada uno de los testimonios pertinentes del Gran Jurado, sujetos a la aprobación del Tribunal”. Pero los jueces suelen mantener en secreto tales testimonios. Fue divertidísimo ver a Trump escudándose en el poder judicial al que ha intentado marginar.
El presidente, con la esperanza de redirigir la ira de la base de nuevo a su juguete favorito, los medios de comunicación dominantes, publicó que The Journal es un “Trapo Asqueroso y Sucio”.
Natalie Winters, reportera del pódcast de Steve Bannon War Room, dijo a Bannon que la historia del Journal hizo que sintiera que el gobierno le había hecho “luz de gas”. “Creía que el Departamento de Justicia no tenía nada sobre Epstein”, dijo. “Pues bien, esta historia en cierto modo lo contradice. ¿Por qué no la publicamos? Es enloquecedor”.
Trump, retorciendo las teorías de la conspiración hasta convertirlas en un nudo gordiano de odio, afirma ahora que algunos archivos sobre Epstein fueron “inventados” por Barack Obama, James Comey, los “Perdedores y Criminales del Gobierno de Biden” y la “corrupta Hillary”.
Es difícil culpar al Estado profundo cuando tú eres el Estado profundo.
Maureen Dowd es columnista de Opinión del Times. Ganó el Premio Pulitzer en 1999 en la categoría de comentario distinguido. Es escritora y recientemente publicó Notorious. @MaureenDowd • Facebook
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