Marchas del orgullo LGBTQ festejan la diversidad en América Latina, pero exigen más derechos
CIUDAD DE MÉXICO , 30 junio — Banderas del arco iris, libertad, exigencias de más derechos y mucha brillantina.
Distintas ciudades de América Latina, de México a Chile, se llenaban el sábado de color y música para celebrar un año más las tradicionales marchas del orgullo LGBTQ en las que, además de fiesta, se exigen más derechos y el fin de la estigmatización y de la violencia que siguen afectando a esta comunidad, en mayor o menor medida, en muchos países de la región.
“Esta marcha es de orgullo, está marcha es de protesta, esta marcha es de celebración”, y “ni enfermos ni criminales” gritaban decenas de miles de personas en la Ciudad de México entre carrozas, plumas, tacones, llamativos vestidos y las simbólicas banderas con los colores del arco iris en pancartas y paraguas que simbolizan la diversidad por la que apuestan.
La primera marcha del orgullo se celebró en Nueva York en 1970 para conmemorar el primer aniversario de la revuelta del Stonewall Inn, un motín que comenzó con una redada policial en un bar gay de Manhattan.
Casi una década después comenzó a celebrarse en la Ciudad de México, considerada la ciudad más progresista del país y cuya celebración es desde hace años una de las más grandes de la región.
Pero este año fue Chile el que conmemoraba una importante efeméride: los 25 años de la despenalización de la homosexualidad en el país, la “base de todas nuestras conquistas”, dijo Rolando Jiménez, uno de los líderes históricos de la organización convocante, el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh).
Entre 1875 y 1999 el código penal chileno establecía penas de entre 541 días y 3 años de prisión para mayores de edad que tuviesen relaciones sexuales consentidas con personas del mismo sexo.
Hoy es uno de los países a la vanguardia latinoamericana en esta lucha. Es posible el matrimonio entre personas del mismo sexo, que pueden también adoptar. Los menores de 18 años trans pueden cambiar su nombre en su partida de nacimiento, y existen hasta 18 leyes que protegen a la comunidad LGBTQ aunque, según Movilh, han crecido los casos de homofobia y transfobia en el último año.
“Los derechos que hemos obtenido debemos sostenerlos” ahora que la ultraderecha avanza en el mundo, comentó Pablo Leiva, un activista que acude cada año a las marchas.
México, un país de mayoría católica, también ha cambiado mucho desde aquella primera marcha de un puñado de activistas de 1979, una época de gran represión oficial, donde las fotografías de la época mostraban a parejas con pancartas donde se leía: “Mi hijo es homosexual y estoy orgullosa de él”.
Hoy las familias siguen siendo el apoyo de muchos. Un joven químico de 23 años que se identificó como Járez dijo que lleva siete años participando junto con sus padres.
El matrimonio entre personas del mismo sexo y el cambio de nombre han avanzado en muchos estados con el apoyo de sentencias de la Suprema Corte, y en 2023 se expidieron los primeros pasaportes no binarios, un cambio a nivel federal.
Pero los asesinatos de odio continúan, y también ese año ocurrió uno de los que más impactó a toda la comunidad: el de Jesús Ociel Baena, un activista conocido por todos como “el magistrade” porque fue la primera persona no binaria en asumir un cargo judicial en México.
De ahí que la marcha sea también un día de liberación. “Hay días en los que yo salgo y me he sentido muy inseguro y aquí yo puedo sentirme libre de poder expresarme”, dijo Arturo Álvarez, un joven de 18 años que llevaba una minifalda blanca y alas emplumadas con los colores del arco iris.
La inseguridad es una de las preocupaciones en otros puntos de América Latina que también se ven azotados por la violencia en general.
En Ecuador, Diane Rodríguez, coordinadora de la marcha de Guayaquil, pidió paz en medio de un país ahora convulso y donde en los primeros seis meses 27 personas de la comunidad han sido asesinadas, casi el doble que en el mismo periodo del año pasado en el primer semestre, según datos de activistas.
En Perú, el objetivo fue gritar que no hay “nada que curar”. El lema elegido este año era una clara alusión al gobierno peruano, que en mayo emitió un decreto en el que consideraba “enfermedades mentales” a siete identidades de género —incluida la transexualidad— aunque, tras las críticas suscitadas, esta semana dio marcha atrás y corrigió la disposición.
En los países más retrasados en derechos para las personas LGBTQ, las peticiones fueron más generales. Por ejemplo, en Paraguay miles de personas llenaron las calles de la capital para pedir la aprobación de la “ley antidiscriminación”, una norma que la comunidad lleva exigiendo desde hace dos décadas y que está estancada en el Congreso.
“Siempre existimos”, afirmó Edu Barreto, de un colectivo de artistas. “Siempre hubo personas con distintas expresiones de género y distintas formas de amar”.