Marx no pudo ver tan lejos
Rosario Espinal
De manera muy resumida: según la teoría marxista, en el capitalismo hay dos clases sociales antagónicas: la burguesía y el proletariado. La burguesía extrae de la clase obrera mayor riqueza de la que devuelve (plusvalía) y, como los trabajadores no reciben la justa recompensa por su trabajo, hay una relación de explotación.
Con el avance del capitalismo, postuló el marxismo, se agudizarían las tensiones de clase, y la mayor conciencia del proletariado lo llevaría a sublevarse contra la opresión.
La historia de la primera mitad del Siglo XX en los países capitalistas desarrollados muestra el ascenso del sindicalismo y las luchas obreras inspiradas en ideas socialistas, luchas que llevaron a mejoras sustanciales en las condiciones de vida de los trabajadores, sobre todo, en la post-Depresión de 1929.
Desde la década de 1930 hasta la de 1970 se produjo en los países del capitalismo avanzado la mayor redistribución de riqueza, con altos impuestos para los ricos y la expansión de programas sociales. Hubo reformas, no revolución.
En la década de 1980, por el contrario, comenzó a producirse un declive del sindicalismo (que se extiende al presente), producto de cambios en la estructura de producción a nivel mundial (muchas fábricas se mudaron a los países del sur, China en particular, en busca de mano de obra más barata), y también del nuevo credo neoliberal de dejar el capital a su libre albedrío, y de paso, también a los trabajadores con reducción de impuestos a los más ricos y recortes a los programas sociales. Entonces aumentó la desigualdad.
La desprotección económica en que quedaron muchos trabajadores en la etapa post industrial del capitalismo, unida al racismo, a la llegada de muchos inmigrantes y a mayores derechos de autonomía personal, ha convertido a la clase obrera blanca de los países capitalistas desarrollados en presa de los líderes populistas de ultraderecha (Trump, Le Pen, Meloni).
Incapaces de ofrecerles real mejoría económica, la ultraderecha les ofrece agitación contra los inmigrantes, los negros, las mujeres y la comunidad LGBT.
Y con la ayuda de las iglesias de distintas denominaciones, la ultraderecha política articula los mensajes que estructuran los prejuicios y la agitación política de la clase trabajadora, sobre todo, contra los derechos de las mujeres y la comunidad LGBT.
Pero ojo: este fenómeno no es exclusivo de los países del capitalismo avanzado; también ocurre en Rusia y Europa del Este enfocado en la integración nacional, y en muchos países asiáticos, africanos y latinoamericanos que asumen el conservadurismo social contra el imperialismo occidental y las llamadas élites liberales globalistas.
¡Vaya sorpresa!, el conservadurismo contemporáneo es un fenómeno de base social trabajadora con bajo nivel educativo, mientras que las capas medias de mayor nivel educativo tienden a asumir posiciones más progresistas, enfocadas en los derechos de las personas, aunque no son vanguardia anticapitalista.
Sin duda, el marxismo representa la crítica más profunda al capitalismo, pero Marx no pudo ver tan lejos para proyectar cómo el capitalismo se transformaría y las novedades políticas que generaría. Tampoco para imaginar los fracasos del comunismo realmente existente.
Fuente Hoy