Niñez y paternidad
Tahira Vargas García
El juego en la niñez es uno de los principales pilares de aprendizaje sociocultural y reproducción de patrones culturales.
Nuestra sociedad le ofrece a la población infantil la reproducción de roles segregados de género a través de los juegos con marcada diferencia entre niñas y niños. Se concentra el cuidado, afecto, la ternura y lo doméstico en las niñas con exclusión de los niños.
A las niñas se les enseña a ser madres, su socialización está centrada en desarrollar la maternidad como lo fundamental, juegan con muñecas aprendiendo a cuidarlas y los juegos con otras niñas tienden a integrar la reproducción de la figura materna.
Todo lo contrario, ocurre con los niños. Estos juegan a ser violentos, maneja pistolas y armas de fuego, juegos de guerra, así como a tener poder y dominio en la sociedad con posesión de objetos de consumo. Los juegos entre los niños no incluyen la esfera doméstica como ocurre con las niñas. En su imaginario no se construye el hogar, ni la familia, ni las relaciones basadas en afecto. Sus relaciones están sostenidas en la rivalidad, competencia, uso de la violencia y manejo de poder.
Esas diferencias tan significativas entre niñas y niños en la socialización han favorecido que mujeres y hombres manejen estos patrones diferenciados de interacción social en su vida afectiva, familiar, laboral y social.
La construcción social de la masculinidad desde la calle genera que la inversión masculina ha estado y se mantiene con mayor peso en la calle y no en la familia, con énfasis en la poligamia y negación de su rol paterno.
La presencia física de muchos hombres en familias nucleares no garantiza su acompañamiento afectivo y de cuidado, se autorelegan a ser proveedores, “castigadores”, “figura de autoridad y poder” de forma violenta.
Se hace necesario que cambiemos las reglas del juego y que se fomente desde la niñez la paternidad, el afecto, la ternura y la igualdad de género en los niños y no seguir perpetuando la violencia y el ejercicio de poder patriarcal.
La paternidad debe integrarse desde una perspectiva de equidad de género en el sistema educativo y en las políticas sociales. Los programas sociales deben tener como punto de partida información estadística y cualitativa sobre la paternidad y la maternidad adulta y adolescente.
La promoción de la paternidad integral y responsable desde un enfoque de género debe ser parte de los programas de educación sexual y reproductiva, así como de erradicación de la violencia de género, igualmente reforzar y visibilizar las buenas prácticas de paternidad responsable que existen en nuestra sociedad y su potencial de cambio hacia una nueva masculinidad.
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