Noruegos: de salvajes despiadados a ricos pacificadores
Debemos proponerle a Noruega que nos maneje nuestros fondos de pensiones. Asociándonos con los noruegos pasaríamos de tener un gobierno despiadado a tener pensionados pacificados.
Por Juan Llado
Con una población de apenas 5.6 millones de habitantes y una superficie terrestre de 385,207 km2, Noruega es un país de bajo perfil, pero de una trayectoria histórica longeva y una inmensa riqueza actualmente. Los noruegos pasaron de ser tribus de guerreros vikingos especializados en el saqueo y la violencia a ser una nación de un encomiable estadio de civilización. Al pedirle una explicación a la IA sobre esa extraña evolución, lo que sigue a continuación fue el resultado de la consulta.
“Durante los siglos VIII al XI, los pueblos escandinavos —y entre ellos, los noruegos— fueron temidos en toda Europa. Los vikingos noruegos surcaban los mares del Norte y el Atlántico, saqueando monasterios, asaltando aldeas y extendiendo su influencia hasta Islandia, Groenlandia e incluso América del Norte. Su reputación de ferocidad y barbarie se cimentó en la brutalidad de sus incursiones, en una organización social guerrera y en una cosmovisión pagana que glorificaba la violencia y la conquista. Sin embargo, ese mismo espíritu aventurero y resiliente que impulsó sus conquistas sería, siglos más tarde, el fundamento de su transformación en una de las sociedades más pacíficas y prósperas del mundo moderno.
El punto de inflexión en esta evolución comenzó con la cristianización de Noruega a finales del siglo X. Bajo reyes como Olaf Tryggvason y San Olaf, el cristianismo sustituyó progresivamente la religión nórdica tradicional. Este proceso no solo introdujo nuevas creencias espirituales, sino también un cambio moral y político profundo: la unificación del reino bajo una autoridad central y la aceptación de normas éticas comunes que promovían la convivencia y la estabilidad. La conversión religiosa, aunque inicialmente impuesta con violencia, sentó las bases para una cultura más ordenada, con instituciones que reemplazaron el poder de las armas por el de las leyes.
Durante la Edad Media y la unión posterior con Dinamarca (1380–1814) y Suecia (1814–1905), los noruegos desarrollaron una identidad nacional marcada por la resistencia pacífica y la perseverancia cultural. Privados de independencia política durante siglos, aprendieron el valor del compromiso, la diplomacia y la cooperación, rasgos que se convertirían en pilares de su carácter nacional. La independencia de 1905, obtenida sin derramamiento de sangre, simboliza este tránsito definitivo de un pueblo guerrero a uno que prioriza el consenso..
El siglo XX consolidó esa transformación. La riqueza petrolera descubierta en el Mar del Norte en los años 60 permitió construir un modelo económico de bienestar y equidad, basado en una sólida ética de responsabilidad colectiva. Noruega administró sus recursos con visión de largo plazo, creando el Fondo Soberano más grande del mundo y evitando los conflictos sociales o políticos que suelen acompañar la abundancia súbita. Esa prosperidad, combinada con una educación cívica ejemplar y un Estado transparente, fomentó una cultura de paz y cooperación internacional.
En el ámbito global, Noruega se convirtió en mediador y promotor activo de la paz. Desde los Acuerdos de Oslo de 1993, que intentaron poner fin al conflicto entre israelíes y palestinos, hasta su participación en negociaciones en Colombia, Sri Lanka y Sudán, el país ha usado su influencia moral para facilitar el diálogo entre naciones enfrentadas. Su compromiso con los derechos humanos, el desarme y la ayuda al desarrollo refuerza su reputación como “potencia moral”, más que militar o económica.
En síntesis, la metamorfosis del pueblo noruego —de bárbaros vikingos a pacificadores globales— no fue una simple ruptura con el pasado, sino una evolución cultural y ética guiada por la educación, la institucionalidad y el manejo responsable de los recursos. Los antiguos guerreros del norte, que una vez dominaron los mares con el filo de sus espadas, hoy lideran el mundo con la fuerza de su ejemplo moral. Noruega demuestra que incluso los pueblos más belicosos pueden, con el tiempo y la sabiduría, convertirse en guardianes de la paz”.
Actualmente, Noruega tiene el fondo soberano más grande del mundo. Pero el monto de sus ahorros no deslumbra tanto como la manera en que lo manejan y lo programan para beneficiar a las generaciones futuras. A continuación, el siguiente resumen de lo reportado por la IA perfila los rasgos y datos más relevantes.
“El fondo se conoce como el Government Pension Fund Global (GPFG) de Noruega, gestionado por Norges Bank Investment Management (NBIM). Fue creado para invertir los excedentes de las concesiones de petróleo y gas del país. En cuanto a su tamaño, a finales de 2024 se reportaba un valor de US$1.6 trillones (americanos) con el grueso de sus inversiones concentradas en empresas tales como Apple, Nvidia, Alphafet, Amazon y Microsoft. También tiene bonos del gobierno de varios países, por ejemplo, de EE.UU., Japón, Alemania.
Las principales fuentes de ingresos son el petróleo y el gas (a través de concesiones, impuestos especiales, regalías, etc.). El fondo fue creado precisamente para canalizar esos excedentes. Los rendimientos de las inversiones del fondo (dividendos, intereses, plusvalías) son diversos, toda vez que los activos están invertidos globalmente. Por ejemplo, en 2024 reportó unas utilidades de US$222 mil millones debido a buenos rendimientos del mercado.
La racionalidad de los noruegos también se manifiesta en el uso de los rendimientos que hace el gobierno. “La regla fiscal de Noruega (y del fondo) establece que solo una parte de los rendimientos o del valor del fondo puede usarse para el presupuesto estatal. El núcleo de la política es que los beneficios del petróleo se conviertan en activos financieros, para proteger a la economía local y para que las generaciones futuras también se beneficien”. El gobierno puede retirar anualmente del fondo una cantidad que se estima equivalente al “rendimiento esperado real” (aproximadamente 3 % anual, según algunas estimaciones) sin poner en riesgo el patrimonio para futuras generaciones. “El objetivo es que la extracción de fondos sea moderada para no sobrecalentar la economía ni agotar el fondo”.
Los noruegos deberían servirnos de modelo para el manejo de nuestros fondos de pensiones, actualmente cooptados por el Banco Central y Hacienda.
Al finalizar el primer trimestre de este año, según SIPEN el patrimonio de los fondos de pensiones ascendía a RD$1.45 billones (españoles). Pero según la misma IA informa: “Al 31 de enero de 2025 los fondos de pensiones tenían su portafolio distribuido así: 48.83 % en bonos del Ministerio de Hacienda, 19.07 % en títulos de deuda del Banco Central, 15.70 % en fondos de inversión, etc. A pesar de que el 64% del patrimonio se debe a la rentabilidad, el destino de los fondos sugiere que estos financian más al gobierno que al desarrollo. Y más cuando esa “rentabilidad” refleja la inflación (y devaluación) y no el rendimiento neto.
De lo anterior se desprende que, por más razones que la de la rentabilidad, debemos proponerle a Noruega que nos maneje nuestros fondos de pensiones. Asociándonos con los noruegos pasaríamos de tener un gobierno despiadado a tener pensionados pacificados. Un estadio de civilización que a todos nos conviene.
Acento

