Nos hemos vuelto un pueblo cochino
Rosario Espinal
A la clase media: desmóntense de sus vehículos y caminen por las calles, así verán de cerca la realidad: basura por doquier.
No voy a liberar de responsabilidad a las alcaldías, encargadas de recoger los residuos sólidos (la llamo basura porque aquí no reciclan). Pero este artículo no es para criticar las autoridades (lo hago bastante), sino para referirme a la otra parte de la ecuación: la población.
Les cuento lo que veo, quizás ustedes han visto lo mismo.
Hay calles con zafacones disponibles donde la gente tira la basura en el suelo, incluso al lado de un zafacón vacío. ¡Una vergüenza!
Hay parques con zafacones donde la gente (muchas de clase media) tira la basura en la grama como si la tierra se tragara las botellas, los vasos y los platos plásticos. ¡No son biodegradables!
Hay una cancha pública en mi calle con zafacones alrededor donde a veces me detengo a recoger botellas plásticas y cartoncitos de jugos tirados al suelo como si fuera parte del deporte. ¡Por suerte ahí ha mejorado recientemente la situación!
En mi calle, en la que convergen personas de diferentes estratos sociales, solicito a los edificios y negocios que recojan la basura de su frente (de la cuneta y la calzada). Encuentro mucha resistencia. ¡Siempre hay otro culpable!
La abundancia de perros domésticos presenta un desafío a la sanidad comunitaria en el mundo urbano de hoy. Los sacan a las calles a hacer sus necesidades. Hay gente inconsciente que deja la pupú en plena calzada. Los más conscientes llevan una fundita para recogerla y tirarla en un zafacón, pero otros (no sé cómo llamarlos) llevan la fundita y la tiran en la cuneta.
Los colmados generan muchísima basura porque, además de vender cervezas, refrescos, jugos y agua, operan como mini restaurantes. Las autoridades deberían hacer un tour de colmados para que vean la cantidad de basura que generan. ¡Pongan multas!
La brisa arrastra toda esa basura por las calles (vasos, botellas, platos, servilletas, fundas) que tapan los filtrantes (donde hay filtrantes), y cuando llueve se inundan las calles.
Lo que cuento no lo vi en barrios empobrecidos, es en zonas de clase media. En los barrios pobres da grima porque los camiones no pasan con frecuencia y las calles se convierten en vertederos.
La cochinería en la República Dominicana también se reproduce en el exterior donde viven los dominicanos.
En Nueva York, por ejemplo, las zonas de concentración dominicana tienen usualmente mucha basura. Se podría atribuir a la cantidad de negocios de alimentos y vendedores ambulantes, pero los dueños deberían ocuparse de limpiar si fueran responsables e higiénicos.
Hace alrededor de un año caminaba por una calle en Washington Heights, dos hombres jóvenes iban delante de mí comiendo algo, y al terminar tiraron la funda y la servilleta en la calzada. Siguieron caminando tan campantes. Apresuré el paso para señalarles lo que habían hecho incorrecto. ¿Saben qué? Me insultaron en puro dominicano.
Con pena y enojo concluyo que nos hemos vuelto un pueblo cochino. ¿Qué podemos hacer?
Hoy