Oslo se convierte en tribuna regional: mandatarios latinoamericanos arropan a María Corina Machado en la entrega del Nobel de la Paz
Oslo, Noruega, 9 diciembre. — A pocas horas de la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz 2025 a María Corina Machado, la capital noruega vive una atmósfera cargada de expectación, diplomacia y tensiones políticas entre bastidores.
Pero lo que parecía un simple reconocimiento individual se ha convertido en un fenómeno de alcance regional: cuatro presidentes latinoamericanos —de Panamá, Ecuador, Paraguay y Argentina— han decidido arropar con su presencia a la líder opositora venezolana, convirtiendo la ceremonia en un símbolo de respaldo continental a su causa.
De Mulino a Milei: un respaldo presidencial en Oslo
Según la información publicada por El País, de España, la lista de mandatarios que han aceptado la invitación de Machado incluye al panameño José Raúl Mulino; al ecuatoriano Daniel Noboa; al paraguayo Santiago Peña; y al argentino Javier Milei.
Panamá, bajo la presidencia de Mulino —quien asumió el cargo en julio de 2024—, ha venido mostrando un firme apoyo a la oposición venezolana tras las elecciones de 2024, que muchos consideran fraudulentas.
El gobierno panameño ofreció resguardo a las actas electorales que, según los opositores, demostrarían el triunfo de otro candidato, y ahora respalda públicamente a Machado ante la entrega del Nobel.
Milei, por su parte, viajó desde Buenos Aires hacia Oslo junto a su hermana y a su canciller, como gesto de respaldo personal y diplomático. Su posicionamiento, ya marcado por una dura oposición al régimen de Nicolás Maduro, reafirma su apuesta por la causa venezolana.
Aunque los presidentes de Ecuador y Paraguay tienen un rol menos visible en los medios europeos, su asistencia refuerza la narrativa de una movilización regional —al menos diplomática— en favor de la restauración democrática en Venezuela.
Este concierto de mandatarios en Oslo convierte la ceremonia del Nobel en algo más que un reconocimiento individual: es un acto político de alta carga simbólica, con implicaciones que trascienden fronteras.
Una ceremonia bajo sombra: ¿vendrá Machado realmente?
Pese a la presencia de sus representantes de peso en el ámbito internacional, aún existen dudas sobre la asistencia de Machado. A pocas horas de la ceremonia, el Instituto Nobel Noruego decidió cancelar la rueda de prensa prevista con ella y declaró que «no puede dar ninguna información sobre su paradero ni confirmar su participación».
Desde agosto de 2024, la opositora se encuentra en clandestinidad para evadir la persecución del régimen chavista. Su exjefa de campaña, Magalli Meda, ha asegurado recientemente que Machado “no tiene planes de exiliarse”, aunque admitió públicamente que su llegada a Noruega sería peligrosa y que cada paso se organiza con extremo sigilo.
Para muchos, la incertidumbre sobre su presencia convierte la ceremonia en un acto cargado de simbolismo y riesgo: la expectativa es máxima, pero también la tensión. Y si Machado no logra viajar —o decide no presentarse—, la presencia de los mandatarios podría interpretarse como un gesto de solidaridad política más que de apoyo efectivo a su figura personal.
Más que un premio: el Nobel como arma diplomática

Para sus defensores, el Nobel representa un espaldarazo internacional a la lucha por la democracia en Venezuela. Según El País, la presencia de líderes conservadores —todos con afinidad hacia gobiernos como el de Donald Trump en Estados Unidos— subraya un frente regional contra lo que consideran un fraude electoral y un régimen autoritario.
Pero la decisión no está exenta de controversia. Al premiar a una figura claramente opositora —y con posturas políticas marcadas—, muchos críticos advierten que se corre el riesgo de politizar un galardón cuyo objetivo tradicional es reconocer la paz, el diálogo y la reconciliación. Para ellos, la presencia de Milei, Mulino y otros no es solo un gesto diplomático, sino una señal de que el Nobel puede usarse como instrumento de influencia política en la región.
En ese contexto, la ceremonia de Oslo se perfila como una encrucijada: si Machado asiste y pronuncia un discurso, podría reavivar la esperanza de sus seguidores. Si no, su ausencia obligaría a sus aliados a mover otras piezas diplomáticas.
¿Qué está en juego realmente?
El reconocimiento a Machado llega en un momento clave para Venezuela —y para América Latina. El país está sumido en una crisis política, social y migratoria. Muchas familias han huido, la economía está en ruinas, y la represión contra opositores es intensa. En ese marco, el Nobel puede simbolizar la solidaridad internacional con millones de venezolanos.
Pero también representa un desafío diplomático. La presencia de presidentes regionales podría tensar relaciones con Caracas, agudizar polarizaciones ideológicas, e incluso generar reacciones de parte de gobiernos que ven en la decisión una interferencia externa. Para esos gobiernos, respaldar a Machado públicamente —o permitir que otros lo hagan— podría ser interpretado como una violación al principio de no intervención.
Y aunque la ceremonia tiene un corte simbólico, el impacto en la política venezolana real dependerá de múltiples factores: si Machado logra regresar a su país, si el régimen de Maduro responde con represión o si el clima internacional favorece una transición.
¿Hacia una nueva etapa de la oposición venezolana?
Para algunos analistas, la entrega del Nobel y el apoyo de mandatarios latinoamericanos podría marcar un punto de inflexión para la oposición venezolana: un salto simbólico, pero también organizativo. Un momento en el que la causa democrática —hasta ahora fragmentada, perseguida y desarticulada — adquiere visibilidad global y respaldo institucional.
La presencia de figuras como Mulino o Milei no es anecdótica: confirma que varios gobiernos de la región se juegan públicamente su prestigio al respaldar esa causa. Eso podría traducirse en más ayuda humanitaria, respaldo diplomático, sanciones económicas o presión internacional —dependiendo de la estrategia que se decida adoptar.
Pero ese respaldo tiene sus riesgos: para unos, demasiada exposición puede poner en peligro la seguridad de Machado. Para otros, puede politizar excesivamente al Nobel y debilitar su misión de promover la paz.
El dilema de la clandestinidad y la visibilidad
La historia de Machado en 2025 ha sido la de una líder que decidió permanecer en su país, pese al riesgo, apostando por una resistencia silenciosa. Su clandestinidad ha sido parte de su estrategia: mantenerse activa, organizar, movilizar, pero sin exponerse públicamente ante el régimen. El País+1
Ahora, sin embargo, el Nobel y la ceremonia en Oslo la obligan a evaluar hasta qué punto ese silenciamiento ha valido la pena. Ir a Noruega implica una exposición internacional sin precedentes, pero volver podría significar su detención inmediata —y el posible fin de su liderazgo.
En ese contexto, la presencia de mandatarios amigos puede ofrecerle un manto de protección simbólica, aunque no garantías reales.
Oslo expectante: lo que viene
La ceremonia oficial está prevista para este miércoles en el Ayuntamiento de Oslo. Además del evento central, tradicionalmente habrá una marcha de antorchas, un banquete de honor, y posiblemente —si Machado confirma su asistencia— una rueda de prensa con alcance global. El País+1
Para muchos venezolanos en el exilio y para sus familiares, la esperanza revive. Se aleja la resignación y vuelve la expectativa de que la lucha por una Venezuela democrática reciba un impulso real desde afuera, con respaldo diplomático, visibilidad internacional y nuevos espacios de negociación.
Pero la sombra del riesgo sigue allí: la clandestinidad, las amenazas, la posibilidad de represalias del régimen chavista. Y la gran pregunta al final del día es: ¿será el Nobel de María Corina Machado un premio para la paz —como su nombre indica— o un nuevo capítulo de la confrontación política en América Latina?

