Otra mujer ‘desagradable’ infunde miedo en Trump

Por Charles M. Blow

The New York Times

La misoginia ha sido central para la identidad, el ascenso y el movimiento político de Donald Trump, pero ahora es fundamental para su desconcierto, pues el despliegue notable de la campaña de Kamala Harris lo ha frustrado e incomodado.

Parte de su marca ha sido que incluso lo procaz es mejor que cualquier cosa que insinúe siquiera lo femenino.

Trump alaba a los autócratas (a los autócratas hombres, claro) y los califica de “fuertes”, “inteligentes” y “astutos”, incluso una vez describió a Kim Jong-un como “honorable”. Quizás en su cabeza bailan visiones de poder desenfrenado.

Pero cuando Trump habla de las mujeres que de alguna manera desafían su poder, su retórica destila sexismo. En los últimos días, se ha referido a Harris como “incompetente”, “desagradable” y “no inteligente”. A puertas cerradas, se ha referido a ella, en repetidas ocasiones, utilizando la palabra que empieza con “P”.

¿Existe un nexo? Erica Chenoweth y Zoe Marks, profesoras de la Harvard Kennedy School, explicaron en 2022 para Foreign Affairs que el siglo XXI “está demostrando que la misoginia y el autoritarismo no son solo comorbilidades comunes, sino males que se refuerzan mutuamente”.

Las tendencias autoritarias y la misoginia aumentan juntas, ilustradas, en el caso de Trump, no solo por las cosas que dice a las mujeres y sobre ellas, sino también por la forma en que su visión del mundo parece retratar algunas de sus posiciones políticas. Esperaba, en parte, aprovechar la desigualdad de género —sus esfuerzos por desmantelar los derechos reproductivos y su apoyo a la histeria antitrans— para conseguir un segundo mandato.

La síntesis de la inclinación patriarcal de Trump es su mensaje implícito de que el estatus de los hombres, en particular de los hombres blancos, está siendo atacado por el debilitamiento de su versión de las normas tradicionales de masculinidad y la creciente importancia de las mujeres asertivas y las minorías.

Esta es una de las principales razones por las que Harris lo ha desconcertado: su campaña —la de una mujer de color segura de sí misma y optimista— es más o menos la antítesis de la suya.

Por eso, Trump ha despotricado sobre Joe Biden siendo una especie de caballo de batalla para Harris, obligando a Trump a pasarse meses, para nada, haciendo campaña contra el presidente en lugar de contra la vicepresidenta. Hasta ahora, se ha mostrado rígido e irascible, aparentemente incapaz de contener su furia por el hecho de que una mujer —esta mujer— está amenazando una victoria que él creía asegurada.

En cierto modo, Trump ha echado mano de un viejo libro de jugadas para atacar a Harris, recurriendo a tropos sexistas que ya ha utilizado antes contra rivales y críticas femeninas, tropos que, por desgracia, fueron más eficaces en 2016 contra Hillary Clinton, pero que ahora parecen deteriorados y lo hacen parecer más patético que potente.

El lunes, durante una incoherente conversación con Elon Musk emitida en X, Trump calificó de “estafa” y “golpe” la sustitución de Harris por Biden al frente de la candidatura demócrata. Fue una reminiscencia de todas las veces que Trump sugirió, o dijo abiertamente, que Clinton había robado la nominación demócrata a Bernie Sanders.

En conjunto, es difícil no llegar a la conclusión de que, en la mente de Trump, la única manera de que estas mujeres hayan podido convertirse en abanderadas de su partido, y en sus rivales, es como resultado de algún tipo de trampa.

Y casi nunca pierde la oportunidad de soltar una de sus comentarios sexistas, incluso cuando habla de política. Durante su tercer debate, Clinton habló de cómo y por qué planeaba subir los impuestos a los estadounidenses más ricos como ella y Trump, interrumpiendo su explicación con: “Suponiendo que a él no se le ocurra cómo librarse”.

The New York Times

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