Para no morir en el intento
Marisol Vicens Bello
La política está tan presente en el ADN de la mayoría de los dominicanos, que no importa si acaban de terminar unas elecciones, si una ley establece un periodo de tiempo para las campañas, e incluso para las precampañas, atípico invento de nuestro marco legal, o si la Constitución establece que solo se puede ejercer la presidencia por dos periodos consecutivos o no, parecería que todo el tiempo estamos en la antesala de un proceso eleccionario, y desde periodistas y comunicadores, hasta simples ciudadanos generan expresa o involuntariamente un ambiente propicio para que así sea.
Decimos esto porque sin importar cuán extemporáneo sea, se inician discusiones sobre posibles candidatos, se juega a lanzar candidaturas, a propiciar que algunos líderes se crean insustituibles y se dejen seducir por el fantasma de la reelección, a precipitar ambiciones en algunos a quienes todavía no se les ha dado el tiempo de madurar y demostrar un liderazgo efectivo en posiciones por el simple hecho de llevar un apellido como si todavía los delfines de las monarquías existieran, o a descalificar a quienes se percibe pueden tener potencial y convertirse en rivales.
Mucho se ha criticado la excesiva influencia de la política partidaria y la enorme carga que representa el gasto electoral en nuestras debilitadas finanzas públicas, habiéndose llegado al extremo de volver a juntar las elecciones en la más reciente modificación a la Constitución, como si la omnipresencia de la política dependiera únicamente del calendario electoral.
Por primera vez en mucho tiempo, hay una certidumbre de que el presidente en funciones no se va a presentar a un tercer mandato, y para los que decían que era innecesario modificar la Constitución para hacer más difícil la modificación del mandato constitucional de dos periodos y nunca más, es evidente que sí lo era, pues esa voluntad inequívoca expresada a través de la reforma eliminó el ruido que antes existía en circunstancias similares en las que por debajo primero, y luego más explícitamente se comenzaba a generar la percepción de que no se podía cambiar de caballo antes de cruzar el río, como solía decirse hace algunas décadas, o de piloto estando a miles de metros de altura, como penosamente se dijo más recientemente.
Pero como el activismo político nunca descansa, como sí sucede con la temporada del béisbol que luego de que termina desaparecen las apasionadas discusiones y proyecciones de triunfos, dado que en esta ocasión el tema no será despejar si el presidente de turno será candidato o no, la actual principal fuerza opositora ha sentido que tiene la cancha abierta pues todo el mundo sabe quién es su candidato independientemente de que no se haya celebrado ningún proceso para elegirlo conforme a la ley, lo que el “viejo partido” de este resiente y trata de mitigar con una consulta para posicionar desde ya un candidato aunque sea violatorio de la ley, lo que hasta ahora ha frenado el Tribunal Superior Electoral, y a lo interno del partido de gobierno los que aspiran se debaten entre simular que siguen trabajando en sus respectivas funciones y que renunciarán a estas cuando conforme a la ley corresponda, y el temor a no quedarse atrás y dar gabela a los demás, por lo que exhiben cada cierto tiempo sus armas, con mayor o menor intensidad según las circunstancias.
Que el partido oficial tenga un presidente que haya apostado a la institucionalidad y deje un legado de respeto a la Constitución es un activo importante, como lo es también que este partido tenga dentro de sus aspirantes varios con perfiles, experiencia y carreras políticas para ser candidatos a la presidencia, pero lo mejor que estos pueden hacer para no morir en el intento es apagar las bocinas que tienen tiradas a la calle o al ecosistema de las redes, dejar de intentar tumbarse el pulso unos a otros con medir apoyos de congresistas o alcaldes con escaso liderazgo para pretender que tendrían el control necesario para ganar unas primarias internas, y concentrarse en trabajar y ejercer bien sus funciones, para que sea el pueblo quien dé muestras de quien aspira sea el elegido, pues tenemos ejemplos de cuán dañino puede ser que el agraciado no sea este, y poco importa que otro gane aunque sea por mucho el proceso interno, pues el voto decisivo no es ese, sino el que haremos todos cuando el calendario así lo disponga.
El Caribe