Pelosi cierra filas con Taiwán, que ya sufre las represalias de China por su visita (Video)
Pekín, 3 ago (EFE).- La presidenta del Legislativo de EE.UU., Nancy Pelosi, aseguró hoy que su país «no abandonará» a Taiwán, territorio en el que la política permaneció menos de 24 horas en una visita que ha puesto en pie de guerra a China y de momento se salda con sanciones comerciales y maniobras militares en torno a la isla.
Pelosi aterrizó anoche en Taipéi y desarrolló este miércoles una intensa agenda «no oficial» que incluyó visitas al Parlamento taiwanés, a la presidenta Tsai Ing-wen y un encuentro con activistas por los derechos humanos antes de partir por la tarde hacia Corea del Sur.
TAIWÁN, UN «EJEMPLO»
Estados Unidos «no abandonará a Taiwán», isla que supone un «ejemplo» para el mundo, dijo la representante estadounidense en su encuentro con Tsai, quien a su vez condecoró a la visitante con la Orden de las Nubes Propicias por su «apoyo» al territorio y le agradeció sus «acciones concretas de apoyo en un momento crítico».
En una rueda de prensa posterior, Pelosi declaró que EE.UU. apoya el statu quo actual de Taiwán y transmitió el deseo de su país de que «nada le pase a Taiwán por la fuerza».
También elogió a Taiwán por la «construcción de un exitoso sector tecnológico» en el que consideró que hay campo para la colaboración y del cual el Semiconductor Manufacturing International Corporation (SMIC), el mayor fabricante de microchips del mundo, es uno de los principales exponentes.
A las 18.01 hora local (10.01 GMT) el avión de Pelosi abandonaba Taipéi, aunque antes la presidenta de la Cámara estadounidense se reunió en el parque Jingmei con tres destacados activistas.
Se trató de Wuer Kaixi, uno de los líderes del movimiento estudiantil que protagonizó las protestas en la plaza pequinesa de Tiananmen, reprimidas por China en 1989; Lam Wing-kee, el librero arrestado en China por vender libros prohibidos por Pekín en su librería de Hong Kong, y el activista Lee Ming-che, encarcelado por «subversión» en China entre 2017 y 2022.
RESPUESTA CHINA A LA «FARSA»
El profundo malestar de Pekín por esta visita se puso nuevamente de manifiesto tanto en palabras como en hechos: la retórica encendida del Gobierno chino estuvo un día más acompañada por sanciones comerciales mientras prosigue el amplio despliegue militar en todo el Estrecho de Taiwán.
El ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi tachó la visita de «completa farsa» y advirtió de que «quien ofenda a China será castigado», mientras la portavoz de ese departamento Hua Chunying advirtió de que las medidas de su país serán «»contundentes y efectivas».
Si ayer martes Pekín prohibía la importación de cientos de productos alimenticios y agrícolas de Taiwán alegando que violaban «regulaciones importantes» sobre registro de empresas, esta mañana le tocó el turno a los cítricos, brotes de bambú congelados y dos tipos de pescado procedentes de ese territorio, que han quedado vetados por la Administración de Aduanas del gigante asiático.
El Ministerio de Comercio también proscribió las exportaciones a Taiwán de arena de la China continental.
A los afectivos militares desplegados para maniobras en torno a la isla se les sumaron la pasada madrugada 21 aviones chinos que entraron en la Zona de Identificación de Defensa Aérea (ADIZ) de Taiwán, según denunció el Ministerio taiwanés de Defensa.
Ese departamento acusó hoy a China de «violar gravemente» sus «derechos y soberanía territorial» con las maniobras militares, que calificó de «bloqueo marítimo y aéreo» e incluyen prácticas con fuego real y el cierre del espacio marítimo y aéreo en las zonas donde se efectúen.
La visita de Pelosi, tercera autoridad de EE.UU. y segunda en la línea de sucesión a la Casa Blanca, es la primera de un presidente de la Cámara de Representantes de EE. UU. a Taiwán desde 1997, cuando el republicano Newt Gingrich visitó la isla.
También es la visita de mayor nivel por parte de un representante estadounidense desde esa fecha, si bien varias delegaciones de congresistas han pasado por allí en los últimos meses.
Su presencia ha constituido para Pekín una muestra de respaldo a la independencia de Taiwán, territorio sobre el que Pekín reclama la soberanía al considerarla una provincia rebelde desde que los nacionalistas del Kuomintang se replegaron allí en 1949, tras perder la guerra civil contra los comunistas.