Peña Gómez: ¿Reconocimiento o desbordamiento?

Por Manuel Jiménez V.

José Francisco Peña Gómez fue, sin duda, una figura emblemática de la política dominicana. Su influencia caló profundamente en una parte significativa de la población, y su liderazgo desde el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) contribuyó al fortalecimiento de la democracia en el país.

Sin embargo, como ocurre con todos los líderes de gran envergadura, su impacto no fue universal ni indiscutido. Peña Gómez compartió el escenario con otros gigantes políticos, como Joaquín Balaguer y Juan Bosch, quienes también marcaron la historia nacional, cada uno desde sus propios enfoques y períodos de influencia.

Mientras Peña Gómez nunca ocupó la Presidencia, su labor política trascendió en otros aspectos, principalmente en la lucha por los derechos civiles y las transformaciones democráticas. En contraste, Bosch y Balaguer, quienes llegaron a gobernar el país, dejaron huellas palpables en su paso por el Estado.

Bosch, a pesar de su breve mandato de siete meses, mostró destellos de una visión progresista que la población llegó a valorar, aunque sin la oportunidad de materializarla plenamente.

Balaguer, con 22 años, no consecutivos, en el poder, cimentó un legado de grandes obras públicas, desde presas hasta proyectos de infraestructura que aún sostienen sectores de gran impacto como el abastecimiento de agua, la generación eléctrica y la agricultura, así como carreteras.

En este contexto, resulta llamativo observar cómo, especialmente bajo los gobiernos del PRD y ahora del Partido Revolucionario Moderno (PRM), se ha generado un fenómeno singular: la proliferación del nombre de José Francisco Peña Gómez en espacios públicos, obras y avenidas.

Este fervor de reconocimiento parece haber tomado un tono desmedido. Es difícil encontrar un municipio o una comunidad rural en el país que no tenga una calle, parque, escuela o instalación pública bautizada en honor al líder perredeísta.

Un ejemplo emblemático de este fenómeno es el Aeropuerto Internacional de Las Américas, que lleva el nombre de Peña Gómez desde hace varios años. Si bien se argumentó que su amplia red de relaciones internacionales proyectó a la República Dominicana, la obra que hoy honra su legado fue, en realidad, una iniciativa que comenzó bajo el régimen de Trujillo y alcanzó su expansión en los gobiernos de Balaguer.

Este tipo de decisiones, aunque legítimas, se perciben como parte de una campaña que privilegia la figura de Peña Gómez por encima de otros líderes igualmente trascendentales.

Resulta evidente que, a pesar de los inmensos aportes de Balaguer y Bosch, sus nombres aparecen con menor frecuencia en la nomenclatura de obras públicas. Balaguer, en particular, es quien menos reconocimiento ha recibido en comparación con el impacto tangible de sus gestiones en el desarrollo del país.

En cambio, el nombre de Peña Gómez ha sido utilizado con una frecuencia que podría calificarse de excesiva, generando una percepción de favoritismo político que no necesariamente refleja la historia equilibrada del liderazgo dominicano.

Un ejemplo reciente de este desbordamiento fue la decisión del Congreso, dominado por el PRM, de cambiar el nombre de la avenida de Circunvalación Santo Domingo, originalmente dedicada a Juan Bosch, para renombrarla en honor a Peña Gómez.

Esta medida generó una ola de críticas y encendió un debate innecesario que polarizó a la opinión pública. Afortunadamente, el presidente Luis Abinader intervino de manera prudente, proponiendo que la avenida conserve el nombre de Bosch y que se dedique otra importante vía, la avenida Ecológica, al líder perredeísta.

No se trata de negar los méritos de José Francisco Peña Gómez ni de deslegitimar los homenajes a su figura histórica. Su legado político es indiscutible y merece ser recordado.

Sin embargo, un reconocimiento que se perciba como desbordado puede tener el efecto contrario al deseado, provocando divisiones innecesarias y erosionando su estatura histórica.

Es momento de reflexionar y poner freno a un fervor que, si no se modera, podría desdibujar el verdadero significado de los homenajes. Peña Gómez merece su lugar en la historia, pero no a costa de los demás pilares que han sostenido la construcción de la República Dominicana.

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