Periodismo y derechos ciudadanos (y 3)
A menos que esté preparada para aceptar los más severos juicios sobre su papel, la prensa nacional, y en particular los periodistas, no estaremos en condiciones de contribuir eficazmente a la creación de un clima libre y sin prejuicios para el debate de las ideas, lo cual es fundamental para la democracia.
Por desgracia, los ejemplos diarios de intolerancia periodística son tantos como los que la prensa critica.
Algunos amigos me cuestionan las razones por las que suelo con esporádica frecuencia reproducir o hacerme eco de las críticas, muchas veces agrias y subidas de tono, que recibo en mi dirección electrónica de lectores enojados por el contenido de uno que otro comentario en mi columna diaria o en los programas de televisión en los cuales participo.
Lo hago porque pienso que la queja de un lector puede ser el sentimiento de muchos otros y que si mi intención es propiciar un debate de las ideas, como una contribución al fortalecimiento de la democracia dominicana, actuaría deshonestamente frente a mis críticos que no tienen la posibilidad o el privilegio de dar a conocer sus posiciones en un medio importante. Por supuesto, sólo presto atención a aquellos enojos expresados con un deseo serio de discusión. No cuando son el fruto del resentimiento o de la intolerancia, cuyo único interés es el de acallar voces para allanar el camino de la tiranía.
Leer las críticas a mis ideas me hace sentir mucho más libre. Negar a los demás el derecho que reclamo sería una fatal incongruencia de mi parte.