PLD abre la puerta del 2028… y salen los mismos de siempre


El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha decidido poner a calentar la pista presidencial con miras a las elecciones de 2028. Así lo anunció, con cara seria y verbo institucional, su secretario general, Johnny Pujols. Dijo que activarán los mecanismos para la escogencia de su candidato presidencial. Lo que no dijo —pero todos sabemos— es que el mecanismo viene con un vicio de fábrica: los mismos rostros de siempre, el mismo libreto, las mismas grietas.

Basta ver a los primeros aspirantes en moverse (o insinuarse) para entender que el PLD no quiere renacer, sino reincidir. Gonzalo Castillo, por ejemplo, ha vuelto a salir a escena con su estilo característico: haciendo bulto sin anunciarse, pero dejándolo todo claro. En las últimas semanas ha lanzado señales más sutiles que una indirecta pasivo-agresiva. Pero detrás de esa falsa timidez está la determinación de volver a colocarse la banda morada. Y como todo político que no aprende del pasado, su estrategia parece calcada de la vez anterior: aparecer como si lo estuvieran pidiendo, aunque nadie lo esté haciendo.

Gustavo Sánchez, su vocero y fiel escudero, ha salido en televisión a confirmar lo que Gonzalo aún no se atreve a gritar. En el programa En la Mañana, de Teleimpacto, ha dicho que las aspiraciones de Gonzalo son un hecho consumado. Falta, claro, la liturgia del acto oficial. Pero ya se respira el mismo tufillo a imposición disfrazada de consenso.

El anuncio de Pujols, lejos de ordenar el juego interno, ha desatado una estampida controlada de aspiraciones. Ahí anda Francisco Javier García, el primero en lanzarse al ruedo. Tiene experiencia, sí. Coordinó campañas exitosas para Leonel y Danilo. Pero eso fue cuando el PLD aún olía a poder. Hoy sus números en las encuestas no dan ni para asomar la cabeza en un debate, y su figura, aunque respetada internamente, no despierta pasiones fuera del círculo duro. La estrategia de Francisco parece ser la de quien cree que haber estado detrás del trono te hace merecedor del cetro. Spoiler: no es así.

Del otro lado, Abel Martínez sigue con vida política propia. No fue el mejor candidato en 2024, pero tampoco fue el peor. Se mantiene activo en redes, cercano a las bases, y con esa obsesión estética por lucir presidenciable. Pero hay un problema de coherencia en el aire: Abel fue apoyado por parte del equipo de Gonzalo. Y ahora que ambos se perfilan como aspirantes, ¿quién le cobrará la factura a quién? ¿O fue aquello solo una tregua de conveniencia entre dos derrotados?

Charlie Mariotti, el ex secretario general, también está en la tómbola de aspiraciones. Aunque, siendo francos, lo suyo parece más una obligación institucional que un verdadero proyecto presidencial. Dentro del partido no se le augura mucho vuelo, y fuera de él, su nombre genera el mismo entusiasmo que un día de pago sin quincena.

Finalmente, está Juan Ariel Jiménez, la gran promesa académica del morado. Formación sólida, imagen limpia, discurso técnico. Lo miran con respeto dentro y fuera del partido. Pero como toda estrella que brilla desde lejos, su conexión con la política práctica es débil. Está atado por un contrato con Harvard, y ese detalle —aunque suene glamuroso— es un ancla para cualquier aspiración seria. Porque si hay algo que la política no perdona, es la indecisión.

Así que el panorama en el PLD se resume en esto: más aspirantes que votos, más nombres que renovación, y una carrera interna que amenaza con ser más parecida a una pelea de sombras que a una competencia con futuro. Mientras activan sus mecanismos, los peledeístas parecen más preocupados en repartirse lo poco que queda de su legado, que en construir algo nuevo.


Una encuesta con sabor a milagro: ¿realidad o autoengaño?

En medio de este carnaval de precandidaturas, apareció una noticia que subió los ánimos en la Casa Nacional como si se tratara de un aguinaldo adelantado. La última encuesta de ACD Media coloca al PLD como el partido con mayor simpatía del electorado, con un 36.8 %, por encima del PRM (33.5 %) y muy por encima de la Fuerza del Pueblo, que apenas alcanza un 14.6 %.

Para un partido que en las elecciones de 2024 apenas superó el umbral del 10 %, este número es más que alentador: es milagroso. Una especie de redención estadística. Pero cuidado: la política es traicionera, y las encuestas también. No sería la primera vez que una fotografía del momento alimenta ilusiones que no aguantan el paso del tiempo.

El PLD sigue siendo una organización bajo asedio. El fuego cruzado no solo viene del gobierno, sino también desde la trinchera vecina: la Fuerza del Pueblo, su aborto forzado, su reflejo más incómodo. Aunque los números partidarios favorezcan al PLD, no puede ignorar que el liderazgo de Leonel Fernández, por sí solo, supera lo que su estructura proyecta. Es decir, la marca PLD podrá estar en alza, pero su competencia real —Leonel— sigue siendo una amenaza viva.

Y como si fuera poco, el PRM aún no ha presentado a su candidato presidencial. Mientras ese vacío exista, cualquier encuesta es una fantasía en pausa. Basta con que el partido oficialista lance un rostro con arrastre para que las cifras se reacomoden como fichas de dominó. Y el PLD lo sabe. Solo que no lo dice.

Los números de ACD Media pueden ser ciertos. Pero incluso si lo son, plantean un reto aún mayor para los morados: ¿cómo convertir simpatía en votos reales? ¿Cómo crecer políticamente en un ambiente hostil, con un historial judicial a cuestas y con una competencia que no da tregua?

El PLD sigue luchando por quitarse de encima el estigma de partido corrupto. Ese sello le fue puesto a fuego con la cruzada anticorrupción que lanzó el Ministerio Público tras la llegada de Luis Abinader al poder. Hoy, aunque algunos rostros ya no están, las cicatrices siguen abiertas. Y mientras no enfrenten esa realidad con madurez, cada punto en las encuestas será apenas un consuelo de cifras.


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