¿Por qué puede ganar o perder la Fuerza del Pueblo?
Marino Beriguete
La política dominicana, como una tragicomedia interminable, se reinventa cada cuatro años, pero repite a los mismos actores con distintos disfraces. La Fuerza del Pueblo, ese desprendimiento quirúrgico del PLD, juega ahora su papel más ambicioso: no solo sobrevivir, sino gobernar. Y lo curioso es que podría lograrlo sin necesidad de convencer a nadie, simplemente con esperar que los demás se sigan desmoronando solos.
Leonel Fernández, con su prosa de abogado y su aire de viejo zorro reformado, lidera un partido que no ha conquistado al país, pero que tampoco ha desaparecido del mapa. Su persistencia es, en sí misma, una victoria. En el escenario actual, donde el PRM parece desgastarse a ritmo acelerado y el PLD anda en busca de un alma nueva, la Fuerza del Pueblo aparece como el mal menor, la alternativa por descarte. ¿Es eso suficiente para ganar? A veces, sí.
Porque, en política, como en una final mundialista, no siempre gana quien juega mejor. A veces se gana por penales, o por un autogol en el último minuto. Si el Gobierno sigue en su laberinto de tecnocracia desconectada, si insiste en creer que gobernar es publicar encuestas y cifras sin rostro, entonces la Fuerza del Pueblo no necesita hacer mucho. Le basta con esperar, con presentarse como el refugio de los defraudados.
Pero hay una trampa en esa pasividad. Ganar por los errores ajenos no garantiza gobernar bien. La Fuerza del Pueblo no puede seguir contando anécdotas de cuando Leonel era presidente y creíamos que el progreso venía con metros y elevados. Eso ya no emociona. Lo que hoy se exige es visión, claridad, una ruta hacia adelante que no suene a reciclaje.
Y ahí está el riesgo. Porque también puede perder. Puede perder si insiste en la retórica del pasado. Si se convierte en un club de exiliados del PLD y no en una plataforma con ideas propias. Puede perder si subestima al electorado joven, que no vivió ni los años dorados del leonelismo ni las crisis que lo tumbaron. Puede perder si su campaña se construye más contra el Gobierno que a favor del país. Puede perder si el PRM se renueva.
Además, el PLD, aunque disminuido, no está muerto. Tiene estructuras, tiene presencia, y tiene hambre. Si encuentra un rostro fresco —uno solo que no huela a archivo— podría convertirse en el caballo negro de la contienda. En una eventual segunda vuelta, todo será negociación. Y la Fuerza del Pueblo podría descubrir que sus antiguos enemigos son también sus principales obstáculos.
Sin embargo, no todo está perdido. La oportunidad existe. Para ganarla, la Fuerza del Pueblo debe hacer lo que no ha hecho: renovarse de verdad. Abandonar el elitismo disfrazado de mesura. Conectar con la calle, con la juventud, con el desempleado que no lee discursos ni memorias presidenciales. Debe construir un relato que emocione sin manipular, que ofrezca sin maquillar.
El país no está esperando un salvador. Está esperando que alguien lo mire de frente y le hable con la verdad, aunque duela. Si la Fuerza del Pueblo entiende eso, si decide que quiere más que sobrevivir, entonces podrá competir. No por nostalgia, sino por coraje. Pero si se queda esperando que los demás se hundan, terminará ahogada en la misma marea.
Porque en política, como en el fútbol, también se pierde por no salir a jugar a tiempo.
Hasta el próximo lunes con el PLD.
El Caribe