PRM cierra 2025 entre escándalos de corrupción y narcotráfico que sacuden su credibilidad política
Por Manuel Jiménez
Santo Domingo, 18 de diciembre de 2025. – El Partido Revolucionario Moderno (PRM), en el poder desde 2020, cierra este año 2025 envuelto en una profunda crisis de credibilidad, alimentada por una sucesión de escándalos de corrupción y narcotráfico que han alcanzado a figuras clave de su estructura política, incluyendo diputados, regidores y líderes vinculados a su campaña electoral.
A lo largo del año, el PRM ha tenido que enfrentar la exposición pública y judicial de varios de sus miembros por supuestos vínculos con redes del narcotráfico internacional.
Algunos de estos casos han escalado hasta provocar solicitudes de extradición desde los Estados Unidos, dejando en evidencia una preocupante infiltración del crimen organizado en las estructuras políticas del partido gobernante.
El caso más reciente, y quizá el más sensible políticamente, ha sido el escándalo que involucra a Santiago Hazim, exdirector del Seguro Nacional de Salud (Senasa), quien está siendo señalado en investigaciones por supuestas irregularidades administrativas y actos de corrupción durante su gestión.
Hazim no solo fue funcionario, sino también coordinador del movimiento Ola, un poderoso brazo del sector externo que apoyó la candidatura de Luis Abinader en 2020. Fuentes políticas y mediáticas han vinculado parte de los fondos cuestionados en Senasa con actividades proselitistas de ese movimiento.
El impacto de este caso ha trascendido lo institucional. No solo ha remecido las bases del gobierno, sino que ha generado divisiones internas en el PRM y un creciente malestar ciudadano.
La percepción de impunidad, alimentada por la lentitud de la respuesta oficial y el silencio inicial del partido, ha encendido las redes sociales y generado protestas simbólicas en sectores de la sociedad civil.
Un año de escándalos acumulados
El 2025 también estuvo marcado por otras crisis similares. El caso del Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant), destapado a mediados de año, reveló una red de irregularidades en contratos tecnológicos y licitaciones, con implicaciones penales para varios funcionarios.
El escándalo provocó renuncias y suspensiones, pero también expuso deficiencias en los sistemas de control del gobierno.
Paralelamente, la aparición de legisladores y regidores electos involucrados en estructuras criminales dedicadas al tráfico de drogas ha puesto en entredicho los mecanismos de filtrado del PRM durante el proceso electoral.
La extradición de un diputado electo a los Estados Unidos por vínculos con una red de narcotráfico regional fue uno de los golpes más duros a la imagen del partido este año.
A pesar de estos escándalos, el presidente Luis Abinader ha mantenido una agenda institucional activa.
Inauguraciones de obras públicas, visitas a comunidades, encuentros con sectores productivos y la continuidad de los programas sociales han marcado su presencia durante todo el año.
Sin embargo, estas acciones no han logrado neutralizar la indignación creciente de sectores que exigen respuestas más contundentes y reformas reales en la lucha contra la corrupción y la penetración del narcotráfico en la política.
La imagen del PRM en entredicho
Lo que parecía un cierre de año controlado para el gobierno, se ha visto opacado por la fuerza de las denuncias y el descrédito asociado a figuras que fueron clave en la victoria electoral del PRM.
La relación entre el poder político y los recursos movilizados por movimientos externos como Ola vuelve al centro del debate, especialmente cuando se revela que algunos de los beneficiarios de los contratos en Senasa estarían vinculados a actores políticos con influencia en ese equipo de campaña.
Dentro del partido, el discurso de «renovación ética» con el que llegó al poder se encuentra hoy desafiado por la realidad. Mientras el PRM intenta proteger su imagen de cara al proceso electoral de 2028, cada nuevo escándalo mina la narrativa de cambio y transparencia que lo impulsó en 2020.
La presión pública va en aumento, y aunque el Ministerio Público ha iniciado investigaciones, muchos ciudadanos expresan escepticismo sobre la voluntad real de llevar a cabo una depuración profunda.
De cara al próximo año, el desafío del PRM será recuperar la confianza perdida y demostrar que puede gobernar con integridad, pese al creciente ruido de fondo que lo acompaña.
La gran pregunta es si el partido que llegó al poder prometiendo una nueva política podrá sobrevivir, políticamente intacto, a la tormenta que él mismo ha alimentado.

