¿Puede el PLD volver a ser opción de poder?

Por Manuel Jiménez

El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) atraviesa, sin lugar a dudas, el tramo más complicado de su historia política desde su fundación en 1973. Aunque ha intentado renovarse internamente y reconectar con la ciudadanía, los efectos de la ruptura interna de 2019, con la salida de Leonel Fernández y la creación de la Fuerza del Pueblo, siguen pesando con fuerza sobre sus hombros.

La división no fue solo una fractura en lo organizativo, sino un golpe profundo a su base electoral. Muchos dirigentes históricos, cuadros medios y militantes de base se trasladaron a la nueva organización liderada por Fernández, lo que debilitó al PLD tanto en su estructura como en su influencia en el electorado.

Desde entonces, se ha mantenido una competencia directa con la Fuerza del Pueblo por el liderazgo de la oposición, una rivalidad que, en vez de fortalecimiento mutuo, ha contribuido a fragmentar aún más el espacio opositor.

A esta situación ya de por sí delicada, se le sumó otro factor determinante: la embestida anticorrupción lanzada por el Ministerio Público tras el ascenso al poder del Partido Revolucionario Moderno (PRM) en 2020.

Con varios exfuncionarios sometidos a investigación y otros incluso privados de libertad, la imagen pública del PLD recibió un golpe severo. Las acusaciones, los allanamientos, y los titulares constantes afectaron de forma directa la credibilidad del partido, alimentando una percepción de corrupción estructural que impactó gravemente la confianza ciudadana y terminó de minar su base electoral.

Este contexto explica, en buena parte, los resultados catastróficos de las elecciones de 2020 y finalmente de 2024, donde el partido apenas superó el 10% de los votos. La debacle no solo marcó el fin de su hegemonía en el poder, sino que también dejó una organización golpeada, en crisis interna, con salidas notables de dirigentes tradicionales que optaron por otros rumbos o se alinearon con el discurso de renovación desde fuera.

Sin embargo, el PLD no ha dejado de moverse. A lo interno, ha impulsado procesos de reorganización y recambio generacional. Nuevos liderazgos han emergido, y ya hay varios dirigentes que han manifestado sus intenciones de buscar la candidatura presidencial de cara a 2028. La pregunta clave es si estos esfuerzos lograrán reconectar con la población y revertir la desconfianza sembrada por los escándalos del pasado reciente.

En este escenario complejo, otra pregunta surge con fuerza: ¿podrán algún día reencontrarse los caminos del sector de Danilo Medina y el de Leonel Fernández? Las heridas siguen abiertas, pero en política nunca se puede decir “nunca”.

Las coyunturas cambian, y la necesidad de construir una oposición sólida podría empujar hacia algún tipo de entendimiento o pacto estratégico. El reto, claro está, es superar las diferencias personales y los discursos de mutua descalificación que hasta hoy han impedido siquiera una conversación formal entre ambos sectores.

La idea de un bloque opositor ha rondado en múltiples escenarios, pero su éxito depende en buena medida de que el PLD decida jugar un rol activo y estratégico. Porque si bien ha perdido fuerza, el partido morado aún conserva estructura territorial, experiencia de gobierno y una base leal que podría ser determinante en un eventual proceso de articulación opositora. Sin el PLD, ningún bloque opositor puede tener verdaderas aspiraciones de poder.

Ahora bien, para recuperar credibilidad, el PLD necesita más que candidaturas o alianzas: necesita una autocrítica profunda. Debe mirar hacia adentro y preguntarse qué falló, por qué su imagen se desgastó tanto, y cómo puede reconstruir la confianza ciudadana.

También deberá plantearse si puede o no marcar distancia clara con los escándalos que lo persiguen, y qué narrativa utilizará para proyectarse como una alternativa confiable frente al oficialismo.

La política dominicana es dinámica y está llena de sorpresas. Lo que hoy parece improbable, mañana puede ser posible. Pero el PLD, si quiere volver a ser una opción de poder, tendrá que tomar decisiones valientes, construir consensos internos y reconstruir su imagen desde la humildad y el compromiso.

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