Puntos de Vistas: Mimí Sánchez Heredia

Miguel Reyes Sánchez

Apenas a horas de sepultar el cuerpo de mi madre, Doña Mimí, quiero hacer este testimonio de su imperecedero legado.

Se fue en la paz del Señor, con la certeza del deber más que cumplido como madre, maestra, filántropa y patriota. Hasta el último momento, cuando ya no podía más, daba ejemplo de fortaleza, luchando por superar lo que fue su última batalla.

Desde pequeño me enseñó que la educación era lo primordial, por eso se preocupaba de darme una formación interdisciplinaria, que para cualquier niño pudiera representar una carga inconmensurable: en la mañana el Colegio La Salle, las tardes eran aprovechadas al máximo con estudios de inglés, pintura, piano, guitarra, historia del arte, historia de la música hasta karate, para concluir la jornada todos los días viendo arrear la Bandera Nacional en el Parque Independencia.

Fueron muchos los ejemplos constantes de dignidad y respeto Me enseñó a no tener apegos a nada material, sobre todo al dinero, que sólo lo viera como un medio para poder hacer bien a los demás. De ahí, que de manera discreta, era patrocinadora de varias instituciones sin fines de lucro dedicadas al cuidado de la niñez desamparada y personas con condiciones especiales. Compromiso que he continuado, apegado a su modelo de vida.

Gracias a su carácter encaraba todo con el mayor sentido de dignidad y entereza, expresando a quien fuera su percepción sobre un hecho determinado y colocando cada cosa en su justo lugar.

Su vida fue un sacrificio en favor de los demás. La palabra miedo o riesgo no existían para ella. Mi niñez se desarrolló siendo testigo de su humanidad, dando albergue en mi casa a un grupo de los más connotados líderes de izquierda, para protegerlos de los esbirros de la época, no obstante tener tanta cercanía con el poder.

Era cosmopolita, le encantaba conocer otras culturas. Desde que escuchaba que iba a algún país, preparaba sus maletas. Viajó acompañándome a diversos destinos del mundo: China, Filipinas, Japón, Italia, Francia, su muy querida España, Portugal, Panamá, Costa Rica, Colombia, su amada Argentina y Chile. En Estados Unidos: Miami, New York, Orlando, Boston, Chicago, Seattle hasta Alaska.

Sus lecciones de vida fueron tantas. No tenía reparos en siempre hacerme ver las cosas claras con la especial percepción que le caracterizaba. Sus corolarios permanentes eran: “Todo es pasajero, hasta la vida misma”. “Se humilde y empático frente al dolor de los demás”. “Nunca desconsideres a nadie”. “No pierdas la dignidad por nada”. “Debes ser solidario con quienes te estiman”. “Perdona las cosas que te hagan, pero nunca las olvides”, “No le guardes rencor a nadie”, “Nunca le hagas daño a nadie, aunque te lo hayan hecho a ti”. “Debes ser muy agradecido por tantas cosas buenas que te suceden”. “Déjaselo a Dios, quien todo lo puede”. “Dios es amor”.

Gracias por todas tus sabias enseñanzas, tu amor y complicidad. Pocas serían las palabras para expresarte cuanto te amo. Siempre estarás presente y seguiré tu ejemplo de bondad y altruismo en ayudar a todo el que sea posible. Descansa en paz, mami.

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