Putin sigue amenazando con usar armas nucleares. ¿Lo haría?
Por Lawrence Freedman
The New York Times
Freedman es profesor emérito sobre estudios bélicos en el King´s College de Londres y autor, más recientemente, de Command: The Politics of Military Operations from Korea to Ukraine. Escribió desde Londres.
La semana pasada, el presidente Vladimir Putin anunció un plan para cambiar la doctrina nuclear de Rusia. Dijo que Rusia estaría preparada para utilizar un arma nuclear en respuesta a un ataque con armas convencionales que creara una “amenaza crítica a nuestra soberanía” y que trataría la “agresión contra Rusia por parte de cualquier Estado no nuclear, pero con la participación o el apoyo de un Estado nuclear”, como un “ataque conjunto contra la Federación Rusa”.
Este es el cambio clave y no es sutil. Ni pretende serlo. Su propósito es influir en Washington sobre la cuestión concreta de si debe concederse la petición de Ucrania de utilizar sistemas de armas estadounidenses contra objetivos dentro de Rusia, y más en general persuadir a los líderes occidentales para que se tomen más en serio las amenazas de Putin. Su problema es que es incapaz de describir situaciones, por muy beligerante que sea su retórica, en las que el uso de armas nucleares tendría sentido.
Desde que Rusia se anexionó Crimea, en 2014, Putin ha estado enviando señales a los países de la OTAN de que se arriesgan a una guerra nuclear si interfieren del lado de Ucrania. Ya sea en forma de propaganda descarada, anuncios sombríos o simulacros, estas señales se han diseñado sistemáticamente para exudar amenaza sin comprometerse nunca del todo con el uso nuclear.
Cuando Putin anunció la invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022, advirtió que quienes se interpusieran “en nuestro camino” debían saber “que Rusia responderá inmediatamente, y las consecuencias serán como nunca habían visto en toda su historia”. En septiembre de 2022 (cuando los funcionarios de EE.UU. estaban especialmente preocupados por una escalada nuclear) dijo: “Si la integridad territorial de nuestro país se ve amenazada, sin duda utilizaremos todos los medios a nuestro alcance para proteger a Rusia y a nuestro pueblo. Esto no es un farol”.
El 13 de septiembre, dijo que si los países de la OTAN permiten a Ucrania utilizar “armas de precisión” de largo alcance para alcanzar objetivos dentro de Rusia, estarían “en guerra con Rusia”. En consecuencia, dijo, “teniendo en cuenta el cambio en la esencia del conflicto, tomaremos las decisiones adecuadas en respuesta a las amenazas que se nos planteen”. Nos queda deducir qué quiere decir con “apropiadas”.
Cada una de estas declaraciones en diferentes momentos fue diseñada para disuadir a los países de la OTAN de ciertas acciones —a Suecia y Finlandia de unirse a la OTAN, a Occidente de suministrar armas a Ucrania— sin comprometerse a ningún curso de acción específico si esas acciones seguían adelante. Pero, como sabemos, Suecia y Finlandia se unieron a la OTAN y Europa y Estados Unidos han suministrado lanzacohetes, tanques, cazas F-16 y misiles de largo alcance a Ucrania. No hubo respuesta nuclear.
¿Por qué? Ninguna de las acciones anteriores justificaba una escalada tan drástica. Cualquier tipo de uso nuclear elevaría lo que todavía se supone que es una “operación militar especial” limitada, en Ucrania, a un nuevo nivel excepcionalmente peligroso. Atacar a países de la OTAN o a otros países con armas nucleares supondría el riesgo de represalias del mismo tipo contra Rusia (un punto que probablemente no se les escape a las poblaciones de Moscú y San Petersburgo). Limitar el uso a las llamadas armas nucleares tácticas, que tienen ojivas más pequeñas y están diseñadas para su uso en el campo de batalla, contra las fuerzas de primera línea de Ucrania podría provocar una intervención directa de la OTAN, aunque solo fuera con fuerzas convencionales (Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional, advirtió en septiembre de 2022 de “consecuencias catastróficas”).
Cualquier uso nuclear provocaría la indignación internacional, parte de la cual Putin podría ignorar, pero no tanto si procediera de Estados amigos como India y China. Podría intentar limitar esa indignación utilizando solo las armas suficientes para demostrar que está dispuesto a cruzar el umbral, y luego podría ir más allá. Pero eso podría resultar embarazoso si las armas resultasen ser inútiles —muchas no han sido probadas desde hace tiempo— o si los vehículos de transporte fuesen derribados por las defensas aéreas ucranianas.
Teniendo en cuenta todo esto, ¿cómo entender la actual “línea roja” y la supuesta razón de los cambios en la doctrina nuclear rusa? Si Estados Unidos y Europa permitieran a Ucrania atacar objetivos en el interior de Rusia con armas suministradas por Occidente, ¿sería una escalada lo suficientemente grave como para justificar el uso nuclear, desde la perspectiva de Putin?
Si Putin cree realmente, como afirma, que Ucrania puede utilizar sistemas de armas occidentales de precisión solo con el apoyo de Occidente, eso ya ha ocurrido: ya se han utilizado armas de precisión occidentales contra objetivos rusos en territorio ucraniano, incluida la península de Crimea. Si el problema es atacar objetivos dentro de Rusia, Ucrania lleva tiempo haciéndolo con sus sistemas caseros, y cada vez con mayor eficacia. Ucrania incluso montó una invasión convencional de Rusia en agosto, en Kursk, de donde todavía no ha sido expulsada. (De hecho, en lugar de dar la voz de alarma, Putin restó importancia a esta incursión porque su mera existencia resultaba embarazosa).
Hay muy pocas novedades en el debate actual. No se trata de descartar las amenazas de Putin como pura palabrería y fanfarronería, sino de reconocer que el uso nuclear, aunque sin duda es la opción más peligrosa, no es la más probable. No es que él sea reacio a la escalada; ya ha escalado: desde la invasión a gran escala hasta ordenar la anexión de territorio soberano, atacando infraestructuras energéticas y bombardeando zonas civiles. Ha tratado de castigar a Occidente con recortes energéticos, campañas de sabotaje y subversión y provocando problemas en todo el mundo. El presidente Biden aún no ha accedido a las peticiones ucranianas de utilizar misiles occidentales contra objetivos dentro de Rusia. Esto se debe en parte a que los servicios de inteligencia de EE.UU. creen que sería un mal uso de los escasos recursos, pero también a la preocupación por estas otras formas no nucleares de escalada.
Esto tampoco significa que no existan circunstancias en las que Putin pueda considerar el uso de armas nucleares. El escenario que más ha mencionado es aquel en el que las fuerzas de la OTAN luchan junto a las ucranianas, una situación que podría poner rápidamente a las fuerzas rusas en desventaja. Es un escenario en el que podemos imaginar a un desesperado Putin dispuesto a embarcarse en una guerra más amplia. Se encuentra atrapado en la clásica paradoja de la era nuclear. No se considera a sí mismo irracional, pero para que sus amenazas sean creíbles, tiene que confiar en que sus adversarios piensen que puede estar un poco loco.
The New York Times