Putin ve al Estados Unidos de Trump precipitándose al desastre
Por Mikhail Zygar
The New York Times
Zygar es periodista ruso y autor del boletín The Last Pioneer.
Los resultados de las elecciones en Estados Unidos fueron recibidos con entusiasmo en Moscú. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, parecía genuinamente contento cuando lo felicitó. Pero no es porque Donald Trump sea visto como un político pro-Rusia o incluso como uno de los suyos, esas ilusiones se desvanecieron hace tiempo. Tampoco se debe a la perspectiva de un acuerdo de paz ventajoso en Ucrania, negociado despiadadamente por Trump. La primera llamada entre los dos líderes, que el Kremlin niega que haya tenido lugar, sugiere que el gobierno entrante no será fácil de convencer.
En cambio, la emoción proviene de otra cosa. Para muchos en el Kremlin, una presidencia de Trump podría provocar el colapso del Estado estadounidense.
El Times Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox.
La idea de que Estados Unidos está entrando en la fase final de su historia lleva tiempo rondando en Rusia. Durante años, estuvo confinada a voces marginales. Sin embargo, desde alrededor de 2020, figuras del Kremlin también han estado sosteniendo ese argumento. Nikolai Patrushev, exdirector del Servicio Federal de Seguridad y uno de los principales asesores de Putin, encabeza esta corriente. Considerado de manera generalizada como el principal partidario de la línea dura en Rusia, fue uno de los primeros en afirmar que Estados Unidos estaba en un camino inexorable hacia la implosión.
En una entrevista concedida en 2023 a Rossiyskaya Gazeta, la publicación oficial del gobierno ruso, Patrushev detalló cómo sería esa implosión. Estados Unidos se dividiría en Norte y Sur, y el Sur se desplazaría “hacia México, cuyas tierras fueron arrebatadas por los estadounidenses en 1848”, dijo. “No se equivoquen, tarde o temprano, los vecinos del sur de Estados Unidos reclamarán los territorios que les fueron arrebatados”.
Para entonces, el propio Putin había expuesto una visión similar de la desintegración territorial. “Como antiguo ciudadano de la antigua Unión Soviética, les diré cuál es el problema de los imperios: creen que son tan poderosos que pueden permitirse pequeños errores”, dijo en 2021. “Pero los problemas se acumulan, y llega un momento en que ya no son manejables. Estados Unidos marcha confiada y firmemente por el mismo camino que la Unión Soviética”. Esto parece seguir representando la valoración fundamental de Putin sobre el país. Está convencido de que Estados Unidos se acerca a su fin.
En busca de pruebas, asesores y funcionarios han recurrido a Hollywood. Este año, altos funcionarios rusos vieron con entusiasmo la película estadounidense Guerra civil, protagonizada por Kirsten Dunst. (Curiosamente, se estrenó en Rusia con el título La caída del imperio, aunque la película no contiene ningún tema imperial). Desde el punto de vista de la élite rusa, la película —que describe la secesión de California y Texas, con un derramamiento de sangre por toda la nación— refleja cómo ven los estadounidenses su futuro cercano.
La película generó un inmenso entusiasmo en los círculos dirigentes rusos. “La desintegración del país en medio de las crecientes tensiones entre el centro federal y estados como Texas, Florida y Alabama parece aterradora”, escribió en Telegram Maria Zakharova, vocera oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia. “Pero ya no es una profecía tan imposible”. Dmitri Medvédev, expresidente y ahora vicepresidente del Consejo de Seguridad, lo tomó como una prueba de que la guerra civil en Estados Unidos es inevitable. “Hollywood”, comentó en su canal de Telegram, “no hace películas sobre ello sin ninguna razón”.
¿Cómo llegaría a producirse ese conflicto? La respuesta, para el Kremlin, es sencilla: una guerra cultural. De nuevo, Patrushev ha dado la expresión más clara de la teoría. “Proyectos como Black Lives Matter y la promoción desenfrenada de las teorías transgénero tienen como objetivo la degradación espiritual de una población que ya se encuentra en un estado de apatía”, dijo en la misma entrevista de 2023. “Los ciudadanos de a pie no moverán un dedo para preservar la unidad de Estados Unidos, sabiendo que no significan nada para su propio gobierno. Las autoridades estadounidenses, sin comprender las consecuencias, se están destruyendo a sí mismas paso a paso”.
Rusia ha intentado ayudar. Como parte de un ataque general a la llamada cultura woke y su supuesta amenaza a la familia tradicional y los valores religiosos —que en el país se ha traducido en la prohibición de la transición de género, etiquetar a grupos LGBTQ como organizaciones extremistas y la restricción de libros que mencionan el amor entre personas del mismo sexo— un ejército de bots y propagandistas rusos promueven teorías de la conspiración, el escepticismo sobre las vacunas, el antifeminismo, el sentimiento anti-LGBT y la retórica antimigrante en las redes sociales. El objetivo es profundizar la polarización de la sociedad estadounidense y, con el tiempo, desintegrarla.
En esta visión del mundo, la ideología liberal en Estados Unidos —que abarca no solo los valores progresistas, sino también la promoción de la democracia y los derechos humanos en el exterior— se ha convertido en lo mismo que la ideología comunista en la extinta Unión Soviética. Cada vez menos gente cree en ella, cada vez más la considera absurda y muchos se inclinan cada vez más por una perspectiva mucho más cínica. Para el Kremlin, el Partido Demócrata se ha vuelto excesivamente dogmático, pareciéndose al Partido Comunista de la Unión Soviética en su última década: un administrador arrogante de un sistema de creencias en bancarrota, tambaleándose hacia una caída.
En este ambiente incendiario llega Trump, cuya victoria parece reivindicar la valoración que Rusia hace de Estados Unidos. Para Moscú, se trata de quien podría desmantelar la ideología del liberalismo dentro y fuera de sus fronteras, desintegrando el país en el proceso. En este sentido, se parece —quizá de forma contraintuitiva— a Mijaíl Gorbachov. Al igual que Gorbachov debilitó fatalmente la ideología comunista, Trump puede hacer lo mismo con la ideología liberal. (De hecho, en los últimos días el término “Gorbachov estadounidense” ha ganado adeptos en Moscú).
Para los funcionarios del Kremlin, en su mayoría antiguos miembros de la KGB para quienes el colapso de la Unión Soviética fue la mayor catástrofe de los tiempos modernos, Gorbachov era un narcisista ensimismado al que le encantaba hablar, un hombre sin un plan, una estrategia o una comprensión clara de sus objetivos, un político que socavó las instituciones básicas que apoyaban al Estado y solo dejó caos a su paso. Naturalmente, prefieren a Trump. Pero lo ven desempeñando un papel similar.
Por supuesto, gran parte de esto son ilusiones. Las predicciones sobre el colapso inminente de Estados Unidos no se basan en la realidad. La Unión Soviética cayó porque se arruinó a sí misma bajo el peso de un gasto militar excesivo y ambiciones imperiales. Su economía resultó insostenible y surgieron tensiones étnicas, y algunas repúblicas soviéticas buscaron independizarse. Gorbachov, por su parte, era un reformista dentro del partido gobernante que pretendía perfeccionar el sistema en lugar de derrocarlo. Las diferencias con Estados Unidos y Trump deberían ser obvias.
Pero eso no impedirá que el Kremlin vea lo que quiere ver: un Estados Unidos precipitándose hacia el desastre, con Trump al volante.
The New York Times