¿Qué explica el triunfo de Trump frente a Kamala?
Por Manuel Jiménez V
Todos nos preguntamos cómo un candidato condenado por cargos penales, conocido por su irreverencia y sus discursos intensos, se impuso de manera tan clara sobre Kamala Harris, quien tuvo el respaldo de importantes figuras del espectáculo, la sociedad civil y los líderes más icónicos de su partido.
Sin embargo, la realidad mostró una vez más que los apoyos mediáticos y los líderes de opinión no siempre representan las preocupaciones profundas del votante promedio. Al final de la contienda, Trump acumuló 71,980,652 votos, equivalente a un 50.9%, frente a los 67,120,867 sufragios (47.5%) obtenidos por Harris, y aseguró 292 votos electorales frente a los 223 de su oponente.
Uno de los aspectos más llamativos de esta elección fue la inclinación de una porción significativa del voto hispano a favor del aspirante republicano, rompiendo con las tendencias tradicionales y dándole a Trump una victoria que muchos consideraron improbable.
Además, los republicanos lograron el control del Senado y la Cámara de Representantes, lo que en cualquier análisis político representa un golpe determinante a la administración de Joe Biden y un claro cuestionamiento al liderazgo y las políticas de su partido.
Entonces, ¿qué sucedió? A mi entender, dos factores fueron determinantes en la decisión de la mayoría de los votantes a favor de Trump: El primero tiene que ver con la percepción, bastante extendida, de que la economía estaba en mejor situación durante el mandato anterior de Trump que en el de Biden, a pesar de que el actual gobierno ha mantenido a raya la inflación en el último año.
Si bien los índices inflacionarios se estabilizaron, los precios continuaron elevados en rubros de consumo cotidiano, algo que muchos estadounidenses asocian con una pérdida de bienestar económico. Esta percepción negativa, a pesar de los datos oficiales, pesó más para el electorado que los logros económicos de la administración Biden.
La inmigración, por su parte, fue otro factor determinante. Harris propuso legalizar a los migrantes indocumentados y, en una postura que generó bastante ruido en los votantes moderados, se le sacó en cara su propuesta pasada (que trató de sacar del debate) de que cruzar la frontera no fuera delito.
Sin embargo, para quienes viven en ciudades con grandes poblaciones de migrantes como Nueva York, Boston, California y Texas, su propuesta migratoria generó una sensación de desconcierto.
En contraste, Trump planteó una política de deportaciones y medidas de control migratorio rígidas, prometiendo incluso involucrar a la Guardia Nacional en la vigilancia de la frontera. Su mensaje, aunque drástico, resultó efectivo, especialmente entre votantes latinos que buscan estabilidad económica y social.
Por supuesto, Trump es un candidato polarizante que ha protagonizado múltiples controversias. Durante su mandato y su campaña, fue criticado por su estilo poco diplomático, sus insultos a figuras de la oposición y sus comentarios ofensivos hacia Puerto Rico, llamándola “basura” en una ocasión, un desliz que le generó rechazo dentro de la comunidad puertorriqueña en Estados Unidos.
Sin embargo, donde más acertó fue en materia de política exterior, enfocando su estrategia en el fortalecimiento de la economía a través de acuerdos comerciales favorables para Estados Unidos y mostrando una postura de influencia ante sus adversarios internacionales.
Para los demócratas, esta derrota deja una gran lección. La necesidad de ajustar la estrategia en temas como la migración es evidente, y un enfoque menos complaciente podría ser mejor recibido.
También, su agenda liberal a favor de derechos como el aborto y los de la comunidad LGBTQ+ parece haber alejado a sectores moderados que temen un giro excesivo hacia el progresismo.
En una sociedad tan diversa y políticamente fragmentada como Estados Unidos, el reto de los demócratas será encontrar un equilibrio entre su agenda progresista y las demandas de un electorado que busca estabilidad y seguridad económica.