¿Qué sociedad realmente queremos?

Miguel Guerrero

Cada día me pregunto: ¿Qué clase de sociedad queremos realmente los dominicanos y cuánto estaríamos dispuestos a dar o sacrificar para alcanzarla? ¿Una uniforme alrededor de una verdad oficial o aquella en donde los ciudadanos puedan manifestarse libremente sobre cualquier tema sin temor a represalias de ninguna naturaleza? ¿Están realmente las libertades ciudadanas libres de un retroceso? ¿Hasta qué punto los niveles crecientes de desigualdad social y la corrupción que domina la escena política pueden aniquilar nuestros avances aún débiles en materia de respeto a los derechos humanos?

Con este párrafo inicial explicaba en el 2012 la esencia y el propósito de la publicación de mi libro “La herencia trágica del populismo” y el tiempo transcurrido no le resta vigencia alguna.

Ahora como entonces, la referencia trata de llamar la atención sobre el efecto que la deprimente realidad social pudiera tener sobre la vivencia democrática del país y alentar así una discusión amplia y franca, ruda si fuera necesaria, que constantemente se elude, sobre esas incógnitas que en cierta medida tienden un manto de oscuridad permanente sobre el ambiente.

En otras palabras, ¿deseamos vivir en democracia o aspiramos a la tranquilidad relativa derivada de un sistema de ley y orden donde el temor a la autoridad sea la norma de conducta ciudadana y no puedan escribirse libros críticos ni esta columna diaria? Cuando escucho decir que la democracia dominicana es irreversible, solo pienso en la trágica experiencia que desde hace dos décadas viven los venezolanos.

La democracia es un hábito de práctica cotidiana y cuesta años, décadas, construirla. Pero un golpe de mano, una noche cualquiera, puede hacerla añicos en un abrir y cerrar de ojos, con el saldo natural de sangre y represión que siempre han caracterizado esos golpes brutales a la paz y el sosiego de las naciones.

Fuente El Caribe

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