RD,un país que se hunde en su propio lodo

Lina Paulino

Periodista y Psicóloga Clínica.

Al parecer, como dijo el presidente del Salvador Najih Bukele, los gobernantes corruptos pasan tanto tiempo en pensar cómo van a robar, que no tienen tiempo para gobernar.  Y es lo que voy a entender que está ocurriendo en la República Dominicana, donde la corrupción ha llegado a niveles tan asqueantes, que es imposible la gobernabilidad.

En las elecciones pasadas quedó en evidencia el cansancio de un país que no confía en nada, ni en nadie, que está cansado de promesas,  mentiras, y del cuento de los mismos caudillos sanguijuelas, que buscan  todas las formas de seguir pegados en la ubre de la madre tierra, mientras el  pueblo llora de impotencia, sin ninguna opción posible, a pesar de que la boleta electoral contaba  con 32 partidos elegibles, los cuales, en su mayoría,  no obtuvieron votos pero si millones de pesos que les fueron arrancados de las costillas al propio Estado.

En mis consideraciones, en este proceso electoral, nadie ganó, sino que todos perdimos, si, perdimos la vergüenza como pueblo, perdimos el orgullo patriótico, la voluntad ciudadana, y solo nos queda un recuerdo doloroso, donde existían líderes que movían masas, que tocaban las fibras del pueblo y brindaban expectativas.

En estas elecciones, no ganó la democracia ni la conciencia, y si somos sinceros, no fue electo un líder, sino que alguien tenía que ganar y ganó, y el que tenía más saliva comió más hojaldra, siendo el precio de la democracia muy alto para un país tan pequeño.

El dolor que siento al escribir este artículo es asimismo escalofriante y genera una impotente angustia que destruye el corazón no solo mío, estoy segura, sino el de todos aquellos que mantienen sus valores por encima  de la imperante realidad.

El pueblo está viviendo en una Inopia desgarradora, aberrante, que lo hace merecedor del título “un infierno en el paraíso”, donde hay de todo pero no para todos.

La verdad es que la tierra del merengue no tiene motivos para celebrar, sino para llorar, y al mismo tiempo entonar canticos de lamentaciones que narren la historia de ¨un país en el mundo sencillamente triste y oprimido, sencillamente agreste¨, y despoblada de humanos que les duela una Quisqueya ensangrentada, enlutada y vilmente manipulada.

Alguien me dijo que pusieran en este artículo un párrafo de esperanza, pero no podía mentir, no logro vislumbrar una salida, ya que el silencio de los buenos es tan ensordecedor como el ruido de los malos. En esta historia, no hay héroes, ni mártir, ni libertadores, ni líderes, solo una expectativa poco probable ante un Estado casi fallido.

Pero mi abuela decía que la esperanza es lo último que se pierde, por lo tanto, cabe soñar con un nuevo resurgimiento como tantas veces ha sucedido, donde el hijo de la hispaniola se levanta para reclamar su derecho de vivir en paz, esperando que esta vez sea en base a la conciencia que incluye el dialogo y los acuerdos de sociedades civilizadas y no a sangre y espada, que trae más luto y destrucción.

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