Rescatada del olvido: El milagro de Sherlyn en una alcantarilla de San Cristóbal

San Cristóbal, 17 de mayo. — Nadie en las afueras del Politécnico José Francisco J. Peynado imaginaba que aquella adolescente de 12 años, que acababa de salir de clases, quedaría atrapada en el vientre de una alcantarilla. Fue en la intersección de las calles Julio Manuel Cestero y Circunvalación, en el sector Lavapié, donde Sherlyn vivió más de ocho horas de angustia, sumergida en un espacio oscuro, inundado de agua sucia y gases tóxicos.

La tragedia comenzó a perfilarse cuando la abuela de Sherlyn llamó a su madre: “Mira, yo no pasé a buscar a Sherlyn porque eso está inundado. Pasa a pie y deja tu carro por ahí, que yo no pude”. Poco después, otro mensaje encendió las alarmas: “Sherlyn no aparece. Dicen que una muchacha se perdió por ahí”.

Las horas siguientes se convirtieron en un descenso colectivo al infierno para la familia. Llantos, oraciones y gritos colmaron el ambiente, mientras los vecinos se unían en una vigilia de fe. Afuera de la habitación 403 del Centro Médico Constitución (Cemeco), don Gilberto Cuevas De León, tío de Sherlyn, de 72 años, no dejaba de repetir: “Es un milagro de Dios”, señalando la puerta donde descansaba la menor.

Una vecina que acompañaba a la familia relató, según publica el Listín Diario: “Estábamos llorando y orando cuando nos enteramos de que era ella”. Mientras tanto, en las profundidades de la cloaca, Sherlyn libraba una batalla silenciosa entre la vida y la muerte.

Según contó don Gilberto, la niña narró que se dormía y despertaba pensando que estaba soñando. Usó uno de sus zapatos para apoyar su cabeza mientras estaba de pie, herida en el brazo, sin luz ni asistencia.

Sobrevivió, pero no gracias a las autoridades, señala la familia, sino por la fe y la determinación de una comunidad que no se rindió. Fue pasada la medianoche cuando Sherlyn finalmente vio el cielo nuevamente.

Durante su rescate, la menor explicó que perdió el conocimiento varias veces y que, en su desesperación, oraba: “Ella le pedía a Dios que le mandara un ángel”, compartió don Gilberto, visiblemente conmovido. Tan intensa fue la experiencia, que su madre decidió cambiarle el nombre: “Ahora tiene dos nombres y dos fechas de nacimiento; se llama Milagro, porque es un milagro de Dios”.

Aunque su rostro y brazo muestran secuelas, Sherlyn se encuentra “muy bien”, según su familia. Desde pequeña ha soñado con ser pastora y le canta a Dios. Participaba en catequesis y expresó su deseo de congregarse en una iglesia evangélica, algo que, dice, le llena profundamente.

Desde el primer momento, la comunidad no la dejó sola. Vecinos, profesores y amigos se mantuvieron firmes hasta su rescate. Un profesor de Educación Física del politécnico expresó: “Se ha dado a querer mucho con todos los maestros. Tiene muchos valores y mucha disciplina. Es una niña que se ha ganado el respeto. Gracias a Dios que obró”.

Sin embargo, no todos fueron ejemplo de entrega. Don Gilberto denunció con enojo la inacción de las autoridades: “Nos dijeron que se iban y regresaban al otro día a las seis de la mañana. ¿Tú crees que si hubiese sido un familiar de un funcionario iban a decir eso? ¡No lo creo! Hubiesen roto toda esta vaina hasta encontrarla”.

El sector Lavapié, según denuncian los residentes, está lleno de alcantarillas abiertas. La tragedia pudo haber sido peor. “No hicieron la diligencia. Simplemente era una niña, y esa era una de las que se iba a perder. Pero el Señor no quiso eso”, afirmó don Gilberto.

En un giro que él considera divino, una hermana desde Nueva York llamó a la familia cerca de las 11:00 de la noche, en medio de las oraciones: “Está viva, sigan buscándola”. Minutos después, la hallaron.

“Eso es un milagro que el Señor hace. Por eso cada día que pasa uno tiene que tener más fe en Dios”, concluyó don Gilberto, aferrado a la recuperación de la niña que volvió de las entrañas del abandono urbano.

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