Revitalizar la economía

Eduardo García Michel

No es imprescindible ser un gurú, adivino, ni un experto en asuntos económicos para asegurar que la segunda parte del año 2025 se perfila con ribetes preocupantes y dañinos para la economía mundial.

Ya ni siquiera se trata de los efectos de la guerra Rusia-Ucrania, Israel-Gaza, o de las tensiones entre India-Pakistán, o China-Taiwán.

El pasado 13 de junio se concretó una amenaza muy seria: el ataque aéreo israelí a instalaciones militares y de enriquecimiento de uranio de Irán, respondida con lanzamiento de drones y misiles desde Irán hacia Israel, acciones susceptibles de arrastrar al mundo hacia una conflagración regional, y quizás global.

Y el sábado pasado se produjo el bombardeo estadounidense sobre tres plantas iraníes de enriquecimiento de uranio (Fordow, Natanz e Isfahan), en busca de evitar que el país persa acceda a la producción de bombas nucleares.

Eso, que ya es mucho, no es todo. La incertidumbre se cuela por todas las rendijas.

Lo que era un grupo compacto, el G7, muestra fisuras. Alianzas viejas se resquebrajan. El equilibrio de poder tan buscado para garantizar la paz por períodos largos ha perdido su centralidad. Ahora algunos se empecinan en demostrar que los árbitros son ellos solos y en alarde de suficiencia pregonan que los demás no cuentan o han perdido peso, abriendo interrogantes sin respuestas.

El interés común da paso al de naciones aisladas, como si en vez de cooperación y diálogo se apostase por la defensa a rajatabla de intereses propios, sin considerar el derecho y pertinencia de los ajenos, en una especie de juego orientado hacia el arrebato en busca de la preeminencia.

Las reglas de juego de la economía orientadas a establecer un terreno bien nivelado propicio al desarrollo del intercambio, se han. El déficit de comercio y corriente se pretende resolver con acciones punitivas compensatorias y recaudatorias, sin atender las causas que lo originan. 

Como si fuera poco, lo que tiempo ha debió de haber sido resuelto con apoyo financiero generoso a los países subdesarrollados y no quiso hacerse con la consecuencia de multiplicar la pobreza, ha traído flujos de migración descontrolados que invaden territorios prósperos por su propia decisión, en busca de compensaciones económicas que no encuentran en su tierra.

Hay tensiones al límite que se superponen tanto por creencias religiosas que lindan con el fundamentalismo, territorio, comercio, migraciones y por regir el mundo. Todas aunadas conforman un arco explosivo con potencial de zarandear y poner en jaque el porvenir de la humanidad.

En esas circunstancias es poco lo que puede hacer un país pequeño como la República Dominicana para mitigar el daño. No en vano la acosan sus propias dificultades, a las que ahora se añaden las creadas por el escenario internacional.

Sufrimos un choque externo que nos ha tomado desprevenidos con las cuentas fiscales debilitadas. Y que podría empeorar en términos de desabastecimientos e inflación.

La economía aletea con bajo ritmo. La actividad económica está deprimida. Los recursos fiscales se deslizan hacia un gasto corriente escasamente productivo al tiempo que se nota el deterioro en la infraestructura. La demanda luce semi abatida y también la inversión.

En este momento se presentan problemas de envergadura por la inmigración masiva de haitianos que ingresan ilegalmente. Y quita oportunidades a los dominicanos, a quienes muchos acusan, injustamente, de estar negados y de espaldas al trabajo.

Es mucho lo que debe ser recompuesto para recobrar la vitalidad. Y es bienvenido lo que ha empezado a hacerse por el lado monetario al liberarse recursos para ser canalizados hacia préstamos a diversos sectores económicos.

Esa receta ha funcionado en el pasado. Pero lo ha hecho fortaleciendo solo una parte del tejido económico, sobre todo ligado a las importaciones. Y no ha tenido grandes repercusiones sobre la creación de valor agregado nacional y de empleo formal de mano de obra dominicana.

La muestra es la persistencia del déficit comercial y de cuenta corriente, por un lado, y, por otro, el crecimiento tan desmesurado que ha tenido la mano de obra haitiana indocumentada en el mercado informal.

Nadie puede asegurar acierto completo en las medidas adoptadas. Consciente de esas limitaciones, en las presentes circunstancias las medidas de expansión de la liquidez anunciadas por la Junta Monetaria son necesarias.

Y externar el deseo de que los formuladores de decisiones encuentren un camino que permita irradiar mayor dinamismo hacia los centros de producción agropecuaria, agroindustrial e industrial y hacia el mercado formal de trabajo, con objeto de expandir el valor agregado nacional y reducir la dependencia de mano de obra indocumentada. Ese elemento cualitativo diferenciador es vital. Es lo que importa.

Diario Libre

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